jueves, 12 de agosto de 2010

“Si quieres te acompaño en el Camino…”

La noche está silenciosa, el pasado se conjuga con el presente: es tiempo de hacer memoria. Un niño pregunta a su padre: “¿Por qué esta noche es tan especial?” Entonces el jefe de la familia responderá con nostalgia y con tono solemne: “Porque esta noche, Dios nos liberó de Egipto”. Mientras tanto, en otro lado del pueblo, trece hombres y algunas mujeres se preparan para la cena. Los discípulos miran extasiados a Jesús. Quieren conservar en sus recuerdos cada acción, cada palabra. Para Jesús ha llegado un momento crucial, ha llegado su hora de regreso al Padre (Jn 13,1) Entonces se sientan a la mesa, y le explica “He deseado ardientemente comer esta pascua con ustedes antes de mi Pasión” (Lc 22, 15) Sabe que el momento de la gran prueba se acerca, no solo para él, sino también para sus seguidores. Se anticipa a la traición y a la negación, se anticipa a la dispersión de todos, les anticipa el dolor, y les asegura que “van a llorar y se van a lamentar” (Jn 16, 20) Pero también promete, promete que pronto lo volverán a ver, y por sobre todas las cosas que no los dejará huérfanos, “porque rogará al Padre y el Padre nos dará otro Paráclito para que esté con nosotros: El Espíritu Santo” (Jn 14,16)

En esta noche que parece nunca acabar, por sobre todas las cosas, Jesús ora al Padre, le pide, le suplica que proteja a sus discípulos, que los mantenga unidos, “que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21) Sin embargo los acontecimientos, las persecuciones, la triste realidad desdibujará las palabras del Maestro, y a la hora de la prueba nadie las recordará. Entonces, para todos ellos, la noche se hará larga y durará más de lo que dura una noche, porque con el correr de los días la desdicha será más grande y las esperanzas se irán agotando.

Dos discípulos cargan todo ese peso, vuelven a sus casas. El líder en quien creyeron terminó derrotado y asesinado. Pero mientras discuten, alguien sale a su encuentro y se pone a caminar junto a ellos rumbo a Emaús (Lc 24, 1) Algo les impide ver que la persona que camina a su lado es Jesús, sin embargo, el Maestro no se enoja ni reprocha tanta ceguera. Los acompaña, los escucha y pregunta. Ellos le cuentan lo sucedido, y Jesús en su infinita paciencia vuelve a explicarle todo. Luego, cuando llega la noche, le dicen al desconocido “quédate con nosotros” (Lc 24, 29). Los discípulos han vivido una noche muy larga, y solo la presencia de Jesús Resucitado podrá traerles la luz y el entendimiento que necesitaban. Para ellos ya nunca más habrá oscuridad, por más que sea de noche. “Y en ese mismo instante, se pondrán nuevamente en camino y regresaran a Jerusalén” (Jn 24, 33)

Cuaresma es ese largo proceso por el que todos debemos pasar, para cruzar la noche, y volver a ver el día. Muchos de nuestro Jóvenes viven un realidad tan brutal, que para ellos siempre hay oscuridad, y no tienen esperanza de un nuevo día. Y a nosotros que nos toca acompañarlos, muchas veces nos preguntamos cómo ayudarlos ante un contexto tan adverso. Entonces cuando vemos que ya va cayendo la tarde, y se nos avecina una larga noche, nos atrevemos a decirle a Jesús: “quédate con nosotros!!!”

Debemos hacer MEMORIA, recordando sus palabras, recordando la Historia de Salvación desde Moisés hasta los profetas, para darnos cuenta de que en todas las misiones encomendadas por Dios nunca dejó solos a los que eligió, y por eso tampoco nos deja solos a nosotros. Recordemos que Dios es fiel a sus promesas, y que Jesús prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Recordemos que nos quiere unidos, que seamos uno, y que una “familia dividida no puede subsistir” (Mt 12, 25) por eso nos invita a unir fuerzas, a trabajar juntos por los jóvenes.
Juntos podremos hacer que más Jóvenes puedan cruzar la noche… y un día hagan también Memoria de que Dios los liberó de sus esclavitudes.

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