domingo, 11 de diciembre de 2011

Mirando hacia atrás...


Pamela hizo un retiro espiritual que marcó su vida. Nunca había experimentado algo igual. A partir de ese momento no quiso vivir otra experiencia nueva. Creía ya haber conocido plenamente a Dios.

Cierto día Jesús iba caminando, entonces se le dijo a uno: “Sígueme”. El respondió: “Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú ve a anunciar el Reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos”. Jesús le respondió: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Lucas 9, 59-61

Existen en nuestra vida grandes experiencias de Dios. Experiencias en las que sentimos a Dios en toda su plenitud, experiencias transformadoras. Después de ellas sentimos que ya nada será lo mismo. Y entonces sucede lo que nunca tendría que suceder, empezamos a comparar todo en función de esa experiencia, en función de lo que sentimos esa vez. Pero como todo momento es diferente nos desilusionamos, pensamos y sentimos que tenemos que vivirlo como la vez anterior. Es así que muchos optan por dejar de vivir nuevas experiencias, se cierran por miedo a defraudarse.
También existen las malas experiencias, aquellas que nos marcan negativamente, y también nos llenan de temor, nos atan a las sensaciones de vacíos y frustración que no queremos volver a repetir.  Entonces nos cerramos a las nuevas experiencias.
En los dos caso, nos encontramos atados a los recuerdo, recuerdo que son esos muertos que impiden seguir el camino. Conozco muchas personas que se quedan estancadas, ancladas en el pasado, que vivieron grandes experiencias o muy fuertes desilusiones y no se atreven a vivenciar otras manifestaciones de Dios.
Encontrar a Dios, significa seguir buscándolo, ¿por qué quién puede decir ya conozco a Dios? ¿Ya lo viví completamente? Dios es diverso e infinito, se manifiesta de distintas maneras. Hay tantas maneras de experimentarlo: ya sea misionando, ya sea orando, ya sea alabando, ya sea en lo cotidiano, en distintos retiros, en encuentros.
¿No hay que mirar hacia atrás? Hay recuerdos que nos atan, recuerdo que podemos llamar “recuerdos muertos” porque simplemente no nos dan vida, y hay recuerdos “vivos” que nos impulsan hacia adelante. Cuando pongamos la mano en el arado solo servirán estos “recuerdos vivos”, que nos darán la fuerza para seguir a Aquel que nos está llamando.
No nos va alcanzar la vida para descubrir a Dios, por eso existe la Eternidad.

Andrés Nicolás Obregón

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