domingo, 23 de junio de 2013

Luz Milagros

Luz. Tan débil, tan frágil. Luz, como la de una pequeña vela. Luz en la tempestad de este mundo casi en tinieblas. Luz que lucha por mantenerse a salvo. Luz que palpita, que chispea, que se debilita, que depende de un suspiro. Luz que se apaga…
¿Y nosotros? Quedamos nuevamente a oscuras, quedamos sumidos en un profundo silencio, contemplando la vida que ya no es, la vida que se nos arrebata de las manos, la vida que se nos quita, se nos roba, se nos arranca.
Necesitaba un milagro, un milagro llamado vida. Un milagro que la rescatara de las garras de la muerte, que le diera el aliento que le negaron, que le dieran la oportunidad de mantenerse a salvo.
Por las noches, en el cielo, hay muchas estrellas. Todas brillan, aunque algunas hace muchos miles y millones de años que se han apagado, que han ardido todo lo que pudieron, que han brillado hasta agotarse, pero que a pesar de eso siguen iluminando. Su luz sigue viajando a través del tiempo y del espacio, surcando el infinito.
Ella sigue iluminando, con una luz distinta, con una luz nueva. Porque a pesar de los pocos meses que pasó por este mundo luchó con todas sus fuerzas, ardió con toda su chispa, vivió la vida con tanta intensidad, incluso quizás más que muchos de nosotros.
Su historia nos invita  a aferrarnos a la vida, a luchar con todas nuestras fuerzas, a seguir intentando, a seguir peleando. Su historia nos invita a amar la vida que se nos fue dada, a agradecer cada instante, cada minuto, cada segundo. Su luz marca el camino para aquellos que se dan por vencido, su luz es aliento para los que se creen derrotados.
Su luz nos dice adelante, es hora de cambiar el mundo, es hora de ponernos en marcha, es hora de dejar de quejarnos tanto, es hora que se produzca en nosotros el milagro. El milagro de sacarnos de nuestra indiferencia, el milagro de sacarnos de nuestra mediocridad, el milagro de sacarnos de nuestra tibieza. Es hora que se produzca el milagro, el milagro de la justicia para los pobres, para aquellos que no pueden pagar abogados.

Hoy tu luz se funde con la Luz eterna. Pide a Dios por nosotros, para que se produzca el milagro de hacer una Argentina y un mundo más humano.

Andrés Nicolás Obregón 

sábado, 22 de junio de 2013

"¿Quién dice la gente que soy yo?"











De niño le dijeron que se portara bien porque si no Dios lo iba a castigar. En la Iglesia le dijeron que Dios tenía anotados todos sus pecados para reclamárselo en el día del juicio. En la escuela le dijeron que Dios no existía, que era una idea inventada. Cuando preguntó quién era entonces Jesús, le dijeron que era un loco, que no era el hijo de Dios y que nunca había resucitado. En un documental en la tele, escuchó que el cristianismo fue un invento de un emperador romano hace mucho tiempo. En otras religiones le dijeron que Jesús era solamente un maestro espiritual. Otros les dijeron que fue un simple profeta. Otros le dijeron que Jesús se le había aparecido a los aborígenes de América, antes de la llegada de Colón. También le dijeron que Dios da y quita, que pone pruebas a aquellos que lo siguen, que para que te de algo había que hacer un sacrificio…

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará". Lc 9, 18-24


¡Cuántas cosas se escuchan sobre Dios! ¡Cuántas más se escuchan sobre Jesús! ¿Se pusieron a pensar alguna vez en todo lo que se dice? Nuestros tiempos no son muy diferentes a los tiempos de Jesús. Él les pregunta a los discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Hoy también hay muchas voces que intentan confundirnos, que intentan convencernos que estamos equivocados. Parece que nunca vamos a poder librarnos de ellas y tendremos que aprender a convivir con todas esas voces. Pero no importan tanto lo que la gente piense o diga. Lo importante es lo que nosotros creamos, por eso Jesús vuelve a hacer una pregunta pero esta vez más personal: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?".
Claro está que muchos de nosotros, que ya recibimos formación religiosa, diríamos sin dudar como Pedro: “Tu eres el mesías”.  Aunque la pregunta de Jesús encierra mayor profundidad. Nos está preguntando qué imagen de él transmitimos con nuestras acciones cotidianas, con nuestros actos, con nuestras actitudes. 
Cuando vemos un edificio bien construido, enseguida pensamos en el buen arquitecto que lo construyó. Cuando vemos a una persona bien educada, pensamos en los padres que lo criaron. Cuando nos mostramos como cristianos que se viven peleando, viven discutiendo y nunca se ponen de acuerdo: ¿Qué Dios pensará la gente que tenemos? Entonces ¿Qué imagen transmitimos de dios? ¿Cuándo la gente nos mira, que Dios se trasluce a través de nuestras acciones?
¿Cuándo vemos pastores, sacerdotes, maestros espirituales que nunca se acercan a la gente, que nunca están junto al pueblo, que esperan que vayamos hacía ellos, que predican desde sus lugares en donde esta bien acomodados y pasan una buena vida, qué imagen de Dios muestran?
El mensaje de Jesús es fácil: si aceptas lo bueno que tiene seguirlo también tenés que aceptar lo negativo. Nos repite: si aceptas la gloria, no te olvides que hay que pasar por la cruz. Lo que no es fácil es ponerlo en práctica. Nos acostumbramos rápidamente a las cosas buenas de la iglesia, de cierta forma nos sentimos cómodos y protegidos. Y eso está muy bien. Pero eso solo no es ser cristiano, debemos denunciar todo lo que esté mal, aunque nos persigan. Debemos reclamar los derechos de quienes no pueden reclamar. Debemos estar con los que sufren, con los que están solos, con los que no pueden ir a la iglesia, con los que no quieren ir a la iglesia, con los que quedaron fuera de la iglesia. Todo eso es ser cristiano, y si Dios quiere en un momento de nuestra existencia dar la vida por Cristo. Todo eso es ser cristiano. Aunque no nos guste. 
Nos gusta estar cómodos en nuestras iglesias esperando que las ovejas perdidas vuelvan solas. Aunque cualquier pastor sabe, que es muy difícil que una oveja que se perdió vuelva sola, y que si no se la busca inmediatamente se las come el lobo.
Pero antes de vivir todo esto, debemos primero acercarnos a Jesús, porque se podrán decir muchas cosas acerca de Dios o de Jesús, pero es obligatorio que nosotros mismos hagamos nuestro camino de descubrimiento, es necesario que tengamos nuestra propia experiencia. No les pasó algunas veces que alguien le contó acerca de una película, y cuando por fin la pudieron ver no era ni parecida a lo que les habían contado. Nuestra experiencia es importantísima. Quien no tiene experiencia de Dios solo hablará de él en forma teórica. Estamos invitados a encontrarnos cara a cara con Dios. Pero ojo, cuando nos acercamos a Él que es luz, será inevitable que se vean cosas que no queremos ver, será inevitable que tengamos que enfrentarnos primero cara a cara con lo que verdaderamente somos, con nuestras debilidades y miseria, con nuestros dones y cualidades.  
En esta oportunidad Jesús no se define, no dice como en otros casos "Yo soy...", sin embargo aclara cual es su misión, porque es su misión lo que lo define: será su sacrificio, su muerte en Cruz y su resurrección el sello de su identidad más profunda. Y ese debe ser también la marca de nuestra identidad como cristianos. Aquellos que prometen solamente un Dios de la abundancia y la prosperidad que lejos están del verdadero Jesucristo, aquellos que hacer de solamente un show de luces y sonido, que lejos están. 
Esta es la invitación de este domingo acercarnos cada vez más, para conocer a Dios cada vez más: con la mente, y sobre todo con el corazón. Y algún día podamos decir con nuestros testimonio: Dios es amor!

Andrés Nicolás Obregón

domingo, 2 de junio de 2013

¿Cuál es tu hambre? ¿Qué tienes para dar?

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto". Él les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente". Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas". Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas. Lc 9, 11b-17

Hoy vemos a Jesús que levantó los ojos, y al ver al numeroso gentío que acudía a él se da cuenta del hambre del pueblo. A veces creemos que ser cristianos es estar mirando siempre al cielo, o estar leyendo siempre la biblia, o estar rezando siempre. Ser cristianos es ser como Jesús, saber equilibrar todas esas cosas. Debemos como cristianos tener puesto un oído en el evangelio y otro en el pueblo. Solo así podemos interpretar de la mejor forma la palabra de dios, porque podríamos hacer muchas interpretaciones teológicas sobre el significado de esta lectura, pero si esas interpretación no toca nuestra vida cotidiana, de nada sirve. Entonces deberíamos preguntarnos: ¿Qué necesita la gente? ¿Cuál es el hambre urgente que debemos atender?
Creo que unas de las necesidades más urgentes es que las personas desean ser escuchadas. Los jóvenes necesitan ser escuchados, los niños necesitan ser escuchados. Los mayores pocas veces escuchamos. No le ha pasado que cuando alguien le habla, ya está pensando qué decirles, qué contestarle. Creemos que no es tan importante lo que el otro tiene para decir, sino que es más importante lo que nosotros queremos decirle.  A veces no es tan importante el consejo, vale más el oído atento. A veces lo que el otro necesita es descargarse, desahogarse. Frente a esto debemos mostrarnos como personas confiable, capaces de no juzgar, capaces de no prejuzgar. No debemos menospreciar los problemas de los jóvenes, ni minimizarlos. Quizás lo que para nosotros es algo sin importancia, para ellos es asunto de vida o muerte.
Sumado a la necesidad de ser escuchados, está la necesidad de tiempo de calidad. Para poder escuchar se necesita tiempo. Nadie tiene más tiempo que otro. Nadie fabrica tiempo. Se trata de establecer prioridades, se trata de planificar. Con mi esposa los domingos a la tarde nos juntamos a compartir la vida con otros matrimonios y novios. Este tiempo, no nos sobra, pero nadie puede quitarnos este momento, porque ya lo planificamos, ya sabemos que es nuestro, para compartir. Si nuestra prioridad es compartir un tiempo con el otro, ¿Quién podrá quitárnoslo?
También la gente necesita de palabras de afirmación. Palabras que le digan lo mucho que valen, palabras que le expresen lo necesario que son. Vivimos en un mundo que nos roba las palabras. El vocabulario de los jóvenes cada vez es más pobre, pero también cada vez es mayor el empleo de palabras ofensivas. Muchas veces hasta el nombre pierden. Lo más lamentable es que si la juventud está así, es porque los adultos no damos el mejor ejemplo. Son muchas las personas que nunca escuchan un te quiero, que son tratados como basuras, como mugre, como objetos inservibles. La gente necesita que se le afirme que son importante, que son lo bueno hecho por Dios, que son a imagen y semejanza del creador.
Pero también, no podemos hacer como Felipe o Andrés, y mirar para otro lado. Hay mucha gente en Argentina que tiene hambre, que pasa hambre, que tiene una alimentación deficiente. Hay personas con hambre de que les devuelvan la dignidad. La dignidad de un trabajo, y no de un plan. La dignidad de ser reconocidas como personas y no como posibles votantes. La dignidad de un hogar, ganado con un sueldo digno. La dignidad de una educación de calidad. La dignidad de una nación con justicia para todos, no solamente para aquellos que pueden pagar buenos abogados. La dignidad de hospitales que le devuelvan la salud, y no que entren enfermos y se vayan peores o nunca salgan. Es errado el camino cuando se busca entretener a la gente, en vez de darle lo que verdaderamente necesita.
Jesús se compadece de las personas y les da lo que verdaderamente necesitan. En esa ocasión la necesidad es física. Y Jesús no pierde el tiempo haciendo especulaciones. No supone lo que necesitan. No le da palabras cuando en ese momento están hambrientos. Las palabras vendrán después, las enseñanzas las dará en el momento oportuno.
A menudo queremos dar a los demás lo que nosotros pensamos que ellos necesitan.  Y cuando no aceptan lo que les damos, se oyen frases como por ejemplo: “Encima de pobre, delicado”. Debemos darles a las personas lo que las personas necesitan. 
Es seguro que la gente necesita de Dios, seguro que la gente necesita de Jesús. Pero cuando la barriga suena, no se presta atención a otras cosas. Hoy la palabra de Dios quiere llamarnos la atención hacia ese aspecto.
Es un niño el que ofrece lo que tiene, el que trae los panes y el pescado. Con un niño, Dios quiere enseñarnos que no hay nadie, por más pequeño que sea que no tenga nada para dar. Todos podemos hacer algo para mejorar la situación de muchas personas, o aunque sea de una.
Hoy no quiero darte todas las respuestas, quiero dejarte solo estas preguntas: ¿Qué necesita la gente? ¿Cuál es el hambre urgente que debemos atender? Y sobre todo ¿Qué puedo hacer yo para saciar este hambre?

No importa que creas que sea poco lo que tienes para dar, déjalo en manos de Dios que él lo multiplicará. 

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