sábado, 25 de diciembre de 2010

El significado y las funciones del dolor en el Parto


Extraído y resumido del libro: Acerca de la fisiología en el embarazo y el parto. La sabiduría del cuerpo al gestar, parir y maternar (Verena Schmid)
El significado y las funciones del dolor en el parto
El parto fisiológico está vinculado a la experiencia del dolor. La razón por la cual el parto fisiológico está desapareciendo hoy en día, y el por qué le tenemos tanto miedo al dolor, deben buscarse en el estilo de vida de nuestra sociedad
El ritmo de vida frenético; la presión de ser eficiente en todas las situaciones; la capacidad, el éxito como único objetivo; la necesidad de satisfacción inmediata de nuestros deseos y necesidades; la negación al sufrimiento y a la incomodidad, y a los resultados menos que perfectos: todos estos factores dejan poco espacio para la escucha, los sentimientos y para asumir una actitud proactiva para enfrentar los problemas y las dificultades.
El rápido desarrollo de la tecnología ha creado una ilusión de bienestar y seguridad, y ha favorecido una actitud de retirada frente al peligro, debilitando nuestras reacciones de adaptación. La importancia de las expresiones humanas y las relaciones ha sido descartada, olvidando que nuestras relaciones con los otros determinan nuestro estado de salud.
Las funciones del dolor
Una de las características principales del trabajo de parto fisiológico es su naturaleza rítmica. El ritmo está dado por altos y bajos, contracción y expansión, movimientos de aceleración y desaceleración. Sobre todo, es individual: esto significa que está determinado únicamente por la personalidad y las experiencias de la mujer que está dando a luz. Es, entonces, altamente impredecible. El aspecto del nacimiento en el cual la naturaleza del ritmo está mejor representada es el dolor. El dolor en el trabajo de parto es intermitente. Vale la pena tomarse un minuto para considerar el significado de este concepto en la fisiología, ya que en la intermitencia yace uno de los más grandes secretos del trabajo de parto fisiológico.
Funciones físicas del dolor
El dolor como un guía a través del nacimiento y como un protector de la madre y el bebé.
La función fisiológica del dolor es proteger el cuerpo, enviándole señales de alarma para advertirle de cualquier agresión, como un modo de poder actuar para protegernos del peligro. Por lo tanto, la acción es el punto clave.
La respuesta fisiológica más importante al dolor del parto es, como veremos, el movimiento. La libertad de movimiento le permite a la mujer asumir instintivamente las posiciones más analgésicas, aquellas donde la resistencia y la compresión son reducidas. De esta manera, la mujer se protege a sí misma de los daños a su pelvis, su cuello uterino y su periné, mientras que, al mismo tiempo, protege al bebé de posiciones poco convenientes que pueden causar excesiva presión en su cabeza. Actuando de esta forma, la mujer puede reducir los niveles de stress de su bebé, así como también su propio dolor.
El dolor como estimulador endócrino
La oxitocina necesaria para comenzar el trabajo de parto es producida primero por el bebé, y luego es producida también por la madre, siguiendo los cambios hormonales placentarios y fetales (Nathanielsz 1992). Para que el trabajo entre en su fase más activa, caracterizada por contracciones largas y poderosas, el cuerpo necesita una estimulación regular, la que el proporcional a la constate y elevada producción de oxitocina.
Esa estimulación regular está dada por el dolor intermitente. El dolor crea momentáneamente un pico de stress agudo en el organismo de la mujer. Su cuerpo reacciona incrementando la producción de catecolaminas, las cuales, si se producen en picos, provocan una respuesta oxitócica paradojal, estimulando al mismo tiempo la producción de endorfinas. Este proceso da comienzo a un incremento gradual de las contracciones, junto con un aumento progresivo de la tolerancia al dolor.
Cuando las catecolaminas, por otro lado, son producidas en forma constante (no intermitentemente) inhiben la producción de oxitocina y de endorfinas. Esto puede enlentecer el trabajo de parto.
La completa relajación entre contracciones le permite a la mujer volver a entrar momentáneamente a un estado libre de estres, de profunda calma. Este estado facilita la activación del sistema parasimpático y le permite al organismo de la mujer prepararse para otro pico de catecolaminas, con la subsecuente producción de oxitocina. La oxitocina estimula la prolactina, la que tiene un rol importante en la protección del metabolismo del bebé durante el trabajo de parto y lo ayuda en la transición hacia la vida extra uterina. La prolactina también estimula a las endorfinas. Así, la mujer tiene cuatro fuentes de endorfinas (analgésicos endógenos): catecolaminas, oxitocina, prolactina y el sistema nervioso parasimpático; todos interactúan con el organismo de la mujer durante los espacios de tiempo entre las contracciones. Como las endorfinas frenan las contracciones, son responsables del ritmo del trabajo de parto. La cooperación armónica de los dos sistemas autónomos es particularmente importante en el nacimiento.
El dolor es estimulador endócrino de la producción de endorfina. La función de éstas no es sólo la reducción del dolor, sino también la inducción, en la segunda parte de la dilatación, de un estado de conciencia alterado, similar al estado hipnótico. Este estado facilita la inhibición de la parte cortical-racional del cerebro, permitiendo que las funciones del sistema nervioso autónomo tomen el mando. Además, le permiten a la mujer abandonar completamente su ego, y sus propios límites, conduciéndola hacia la completa dilatación y apertura, habilitándola a dejar ir a su bebé y a darle la bienvenida fuera de ella con alegría. En los momentos culminantes del parto, cuando el bebé está afuera y la estimulación del dolor cesa, los niveles de endorfinas son tan altos en el cuerpo de la mujer, que experimentará intensos y placenteros sentimientos de éxtasis, con los que le dará la bienvenida al bebé y comenzará su experiencia de maternidad.
A las endorfinas también se les atribuyen las características de apego y dependencia. El apego es la tierra en la que el niño puede echar raíces, crecer y vivir. El nacimiento fisiológico sienta, de esta manera, la base para el crecimiento y la vida del bebé.
Las funciones psicológicas del dolor
El dolor como la expresión del dolor psicológico de la separación: Una de las tareas emocionalmente más desafiantes de dar a luz, para la madre, es la necesidad de separarse de su bebé. El bebé es percibido por la mujer al mismo tiempo como un individuo, y como parte de ella. Separarse de una parte de uno, o de alguien muy cercano es siempre un proceso difícil y doloroso, que frecuentemente se produce contra nuestra voluntad, sin elección.
En el nacimiento, esta separación es deseada en parte, y en parte, temida. El desconocimiento del bebé “real”contribuye con estos sentimientos mezclados. Cuanto menos se familiarice la madre con su bebé aún no nacido durante el embarazo, más difícil se volverá el proceso de separación.
En este contexto, el dolor tiene una doble función. Por un lado, empuja a la mujer hacia una separación necesaria, no dejando lugar a la duda. Dado que muchas mujeres probablemente nunca emprenderían este proceso de la separación voluntariamente, el dolor las ayuda a reconocer la inevitable necesidad de dar a luz, concentrando toda su atención en las partes de su cuerpo más involucradas en el proceso. Por otra parte, el dolor fisiológico se transforma en una expresión del dolor emocional de la separación. El dolor intermitente, el ritmo del trabajo de parto con sus aceleraciones y enlentecimientos marcan el tiempo. En procesos de separación, el tiempo es importante e individual.
El dolor como un elemento de transformación personal: Enfrentar un gran dolor físico y psicológico crea miedo y ansiedad. Soportarlo por tantas horas representa un enorme desafía para la fuerza individual de la mujer. Este proceso induce en la mujer, una crisis existencial real, donde todos sus recursos emocionales son movilizados. Al mismo tiempo, viejas cuestiones, enterradas en el subconsciente, pueden repentinamente emerger nuevamente.
Así como le brinda a la mujer la oportunidad de descargar viejas experiencias psicológicamente dolorosas, esta crisis la empuja a sus límites extremos, al punto en que ella está segura de haber agotado todos sus recursos internos. Este momento, se corresponde usualmente con “la rendición”, cuando la mujer afirma “no puedo más”. A pesar de todo es exactamente en ese momento que la mujer se vuelve finalmente capaz de abandonarse a las fuertes energías que recorren su cuerpo. Rendirse, en este caso, se traduce en ir más allá de los límites personales: representa el último paso hacia el progreso del trabajo de parto y el parto, mientras que al mismo tiempo activa nuevos recursos en la mujer. Su fuerza personal es incrementada como resultado de esta experiencia, su estatus personal y social cambió para siempre. Esta mayor fuerza personal elevará su autoestima y equipará a la mujer con los atributos necesarios para ser madre y una guía para su hijo.
Las funciones energéticas del dolor
El dolor como estimulador sexual: De acuerdo con Reich (1942), la capacidad orgiástica es la capacidad de abandonarse al flujo de energías biológicas, y de ser capaz de descargar la tensión acumulada a través de contracciones rítmicas involuntarias. Una de las grandes fortalezas del nacimiento es que es una poderosa expresión de energía sexual femenina.
Una mujer que da a luz usando todo su poder sexual, saldrá de la experiencia como una mujer más fuerte en todo sentido: su “poder orgiástico” será particularmente incrementado. El mediador de esta experiencia orgiástica durante el nacimiento es, de nuevo, el dolor intermitente.
Al mismo tiempo, las endorfinas, cuya producción es inducida por el dolor, ayudan a la mujer a “fluir con el flujo de las energías biológicas”, favoreciendo una relajación más profunda en los intervalos entre contracciones.
Cuando la tensión inducida por las contracciones alcanza cierto nivel, la mujer se prepara para descargarla a través de más contracciones involuntarias, que sacuden todo su cuerpo al principio, y en el pico de las contracciones se concentran en los músculos perineales. La presión de la cabeza fetal sobre el periné es una señal para que la mujer empiece a descargar las tensiones acumuladas, a través de contracciones más fuertes, involuntarias y peristálticas del periné y de largas expiraciones, que continuarán hasta que el parto real tenga lugar.
Después del nacimiento, toda la energía que había sido concentrada en la zona genital es re-dirigida a todo el cuerpo, provocando un sentimiento de gratificación y bienestar en la madre. Estas sensaciones, a su vez, se van rápido para dar lugar a sentimientos de ternura y gratitud, los que serán dirigidos a dar la bienvenida al bebé en las primeras horas luego del parto.
Las funciones afectivas del dolor
Los altos niveles de endorfinas producidos durante el trabajo de parto y la profunda experiencia emocional inducida por el dolor estimulan fuertemente el sistema límbico del cerebro primitivo, el cual es responsable de las funciones afectivas del cerebro. De esta manera, las endorfinas, inducen en la mujer un “estado sensible” para el nacimiento de su bebé. Gracias a este proceso, la mujer será capaz de dar la bienvenida a su bebé desde su parte profunda, inconsciente e instintiva. Esta clase de vínculo está establecida al nivel más íntimo de la psiquis de la madre y el bebé. Es instintiva, biológica e indisoluble. Esta clase de vínculo no es posible en nacimientos con analgesia.
Este “estado sensible” es muy similar a estar enamorado. La naturaleza, de hecho, ha programado a la mujer para enamorarse de su hijo, con el objetivo de asegurar el proceso de apego haciéndolo disfrutable.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Los despreciados...



/teamooooo
"Él nos amó primero..."

Camila se siente despreciada. Se siente poco valorada. Ante los demás jóvenes se siente poca cosa.
Durante su infancia su papá siempre le dijo que era una tonta, que era fea, que no valía nada. Más tarde se enteró que sus padres no habían querido tenerla, que hasta buscaron abortarla.
Ella es callada, solitaria, busca siempre pasar desapercibida. Siente que nadie la va a querer, que no se merece que la quieran.



“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.” Quería dejarles sus últimas enseñanzas, les miraba a los ojos y les hablaba con ternura: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”. Juan 13, 1. 34-35.

Qué buena memoria tenemos para frases que nunca debíamos haber escuchado, pero como venía de gente importante, de gente que decía que nos quería, se quedaron muy bien guardadas en nuestro corazón.

“Tonto, estúpido, vos nunca haces nada, sos un inútil, no vas a encontrar a nadie que te quiera, sos fea… ni dios te quieres, jamás te voy a perdonar”.

Y esas frases se quedan como estacas… tan bien clavadas que cuando llega Dios y nos dice lo contrario, no es que no le creamos, es que es todo lo contrario a lo que nos han dicho.
Cuantas veces tenemos estás palabras para los jóvenes, cuantas veces humillamos con nuestras palabras a las personas, cuantas veces los despreciamos. ¿Cuántas veces les dijiste a alguien: Yo creo en vos, yo te amo, espero cosas grandes de ti, hay un sueño especial para ti…?
Debemos repetirlo, eso es el evangelio: anunciar el amor de Dios. Decirle a todo el mundo que Dios los ama, que Dios nos ama, más allá de nuestros defectos, más allá de nuestros errores.
Cuantas veces despreciamos al mundo. Grave error, debemos amarlo. Amar para transformarlo. Los jóvenes necesitan ese amor, para sanar como Camila todas tus heridas.

Recuerda: Dios te AMA. CREE en VOS, ESPERA GRANDES COSAS de VOS.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Carlos de 16 fuma paco...


/dandoviiidaaa
 "Dios de Vida"


Camila tiene 14 años. Ha quedado embarazada, su novio quiere que aborte. Tomás con sólo 12 años sale a robar todos los días en el subte cuando la gente se amontona. Carlos de 16 fuma paco. Aldo corre picadas y quizás no llegue a cumplir los 15. Eduardo se hace cortes en la piel. Tamara es alcohólica. Cesar vende porros. Luis es prostituido por vivir en la calle. Todos jóvenes. Casi niños.


En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron: "Maestro, Moisés nos dejó escrito: Si a uno se le muere su hermano, dejando mujer, pero sin hijos, cásese con la viuda y dé descendencia a su hermano. Pues bien, había siete hermanos: el primero se casó y murió sin hijos. Y el segundo y el tercero se casaron con ella, y así los siete murieron sin dejar hijos. Por último murió la mujer. Cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será la mujer? Porque los siete han estado casados con ella."

Jesús les contestó: "En esta vida, hombres y mujeres se casan; pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurrección de entre los muertos no se casarán. Pues ya no pueden morir, son como ángeles; son hijos de Dios, porque participan en la resurrección. Y que resucitan los muertos, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor "Dios de Abrahán, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Él no es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos viven” Lc. 20, 38

Vivimos una cultura de la muerte. Una cultura en la que todo lo que no sirve se tira. Una cultura que nos mantiene al borde del suicidio. Cuántas situaciones de muerte vivimos a diario. Tantas que hasta se nos naturalizan, tantas que se nos vuelven cotidianas. Cuántas veces habremos visto a jóvenes como Camila, Tomás, Carlos, Eduardo y tantos otros sin nombres muriéndose lentamente ante nuestros ojos, sufriendo la agonía de la muerte en vida. Tanta veces los vimos que se han hecho invisibles.

Mientras tanto, los sacerdotes, los pastores, los políticos, los maestros, los padres están preocupados en otros asuntos. Unos mirando al cielo, otros llenándose los bolsillos y casi todos viviendo como jóvenes. ¡Cuántos saduceos hay entre nosotros! ¡Qué saduceos que somos a veces!

Y ante tanta muerte, y tanta indiferencia, Jesús nos aclama, nos grita, nos repite: Dios es un Dios de Vida. Jesús es la Vida misma, la Vida en abundancia. Debemos tener esto en claro para llevar vida a tantos jóvenes, para inundar de vida tantos ambientes que parecen verdaderos cementerios. Debemos cuestionarnos siempre si somos comunidades dadoras de vida.

“Este es el tiempo favorable, este es el día de la Salvación” 2 Cor. 6, 2. Dejemos de mirar al cielo, y bajemos a la calle. Anunciemos a un Dios de los vivos, un Dios que da vida, abracémonos a él para dar vida y dar la vida.

domingo, 31 de octubre de 2010

Ven a Mi Casa

Blas está en la plaza. En frente hay una Iglesia. Siente un gran vacío en su corazón. Se siente sólo. Tiene muchos amigos, pero no puede hablar de lo que le pasa en su interior con ellos.
No se siente puro, ni santo. Se ve a sí mismo imperfecto y pecador. Tiene deseos de cambiar. Pero no se atreve a dar el paso. Una calle lo separa de la iglesia. Un abismo infranqueable de prejuicios y falsas enseñanzas lo alejan de Jesús. Sin embargo no deja de esperar, sabe que Jesús pronto va a pasar.
“Habiendo entrado Jesús en Jericó, pasaba por la ciudad. Y he aquí, un hombre llamado Zaqueo, que era un principal de los publicanos y era rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, porque era pequeño de estatura. Entonces corrió delante y subió a un árbol sicómoro para verle, pues había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, alzando la vista le vio y le dijo: ‘Zaqueo, date prisa, desciende; porque hoy es necesario que me quede en tu casa’. Entonces él descendió aprisa y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban diciendo que había entrado a alojarse en la casa de un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: --He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: ‘Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido’.” Lucas 19, 1-10
Así como Blas, y como Zaqueo, muchos jóvenes esperan que Jesús pase por sus vidas, quieren conocer mejor a Jesús. Blas está paralizado, carga con muchos prejuicios que nosotros que estamos dentro de la iglesia nos ocupamos de alimentar. Muchas veces estamos más atentos en dar todos los requisitos que se necesitan para poder encontrarse con Jesús, que ponemos grandes barreras difíciles de a travesar. Muchas veces somos los primeros en hacer notar los defectos de la persona que viene necesitada de Dios, somos los primeros en hacer notar la “pequeñez y la imperfección del otro”. No está casado por iglesia, decimos, está juntado, aclaramos. Le gusta salir y tomar, nos asustamos. Es muy rápida, ha tenido muchos novios, recalcamos. No tiene todos los sacramentos…
No importa, no importa todo eso. No importa que no seas perfecto. A Jesús no le importó ni las limitaciones físicas de Zaqueo, ni las limitaciones morales. El maestro supo valorar la búsqueda sincera de aquel que era capaz de hasta hacer el ridículo subiéndose al árbol con tal de poder verlo. Hoy también Jesús se acerca hasta nosotros, y nos dice que quiere entrar en nuestra vida, que quiere llenar nuestros vacios. Hoy también nos dice: “es necesario que me quede en tu casa”.
Si Blas no puede cruzar la calle, debemos acercarnos a él. Cuantos jóvenes están afuera de nuestros templos aguardando al Jesús que vive en nosotros y nunca llega.
Sólo cuando Jesús entró en la vida de Zaqueo, este recién empezó a cambiar. No esperemos que sea al revés, no esperemos que sean perfectos para anunciarles a Cristo. No esperemos que lleguen a nuestras iglesias para cambiarlos. Salgamos, salgamos del templo, crucemos la calle. . .Porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido.

jueves, 12 de agosto de 2010

“Si quieres te acompaño en el Camino…”

La noche está silenciosa, el pasado se conjuga con el presente: es tiempo de hacer memoria. Un niño pregunta a su padre: “¿Por qué esta noche es tan especial?” Entonces el jefe de la familia responderá con nostalgia y con tono solemne: “Porque esta noche, Dios nos liberó de Egipto”. Mientras tanto, en otro lado del pueblo, trece hombres y algunas mujeres se preparan para la cena. Los discípulos miran extasiados a Jesús. Quieren conservar en sus recuerdos cada acción, cada palabra. Para Jesús ha llegado un momento crucial, ha llegado su hora de regreso al Padre (Jn 13,1) Entonces se sientan a la mesa, y le explica “He deseado ardientemente comer esta pascua con ustedes antes de mi Pasión” (Lc 22, 15) Sabe que el momento de la gran prueba se acerca, no solo para él, sino también para sus seguidores. Se anticipa a la traición y a la negación, se anticipa a la dispersión de todos, les anticipa el dolor, y les asegura que “van a llorar y se van a lamentar” (Jn 16, 20) Pero también promete, promete que pronto lo volverán a ver, y por sobre todas las cosas que no los dejará huérfanos, “porque rogará al Padre y el Padre nos dará otro Paráclito para que esté con nosotros: El Espíritu Santo” (Jn 14,16)

En esta noche que parece nunca acabar, por sobre todas las cosas, Jesús ora al Padre, le pide, le suplica que proteja a sus discípulos, que los mantenga unidos, “que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21) Sin embargo los acontecimientos, las persecuciones, la triste realidad desdibujará las palabras del Maestro, y a la hora de la prueba nadie las recordará. Entonces, para todos ellos, la noche se hará larga y durará más de lo que dura una noche, porque con el correr de los días la desdicha será más grande y las esperanzas se irán agotando.

Dos discípulos cargan todo ese peso, vuelven a sus casas. El líder en quien creyeron terminó derrotado y asesinado. Pero mientras discuten, alguien sale a su encuentro y se pone a caminar junto a ellos rumbo a Emaús (Lc 24, 1) Algo les impide ver que la persona que camina a su lado es Jesús, sin embargo, el Maestro no se enoja ni reprocha tanta ceguera. Los acompaña, los escucha y pregunta. Ellos le cuentan lo sucedido, y Jesús en su infinita paciencia vuelve a explicarle todo. Luego, cuando llega la noche, le dicen al desconocido “quédate con nosotros” (Lc 24, 29). Los discípulos han vivido una noche muy larga, y solo la presencia de Jesús Resucitado podrá traerles la luz y el entendimiento que necesitaban. Para ellos ya nunca más habrá oscuridad, por más que sea de noche. “Y en ese mismo instante, se pondrán nuevamente en camino y regresaran a Jerusalén” (Jn 24, 33)

Cuaresma es ese largo proceso por el que todos debemos pasar, para cruzar la noche, y volver a ver el día. Muchos de nuestro Jóvenes viven un realidad tan brutal, que para ellos siempre hay oscuridad, y no tienen esperanza de un nuevo día. Y a nosotros que nos toca acompañarlos, muchas veces nos preguntamos cómo ayudarlos ante un contexto tan adverso. Entonces cuando vemos que ya va cayendo la tarde, y se nos avecina una larga noche, nos atrevemos a decirle a Jesús: “quédate con nosotros!!!”

Debemos hacer MEMORIA, recordando sus palabras, recordando la Historia de Salvación desde Moisés hasta los profetas, para darnos cuenta de que en todas las misiones encomendadas por Dios nunca dejó solos a los que eligió, y por eso tampoco nos deja solos a nosotros. Recordemos que Dios es fiel a sus promesas, y que Jesús prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Recordemos que nos quiere unidos, que seamos uno, y que una “familia dividida no puede subsistir” (Mt 12, 25) por eso nos invita a unir fuerzas, a trabajar juntos por los jóvenes.
Juntos podremos hacer que más Jóvenes puedan cruzar la noche… y un día hagan también Memoria de que Dios los liberó de sus esclavitudes.

viernes, 6 de agosto de 2010

Si conocieras el don de Dios...

/sedediiiiioooooos
“…si conocieras el don de Dios”


Claudia siente un gran vacío en su vida. Sale todas las noches en busca de nuevas sensaciones. El frenesí de la cumbia, el rock y la marcha la calman a media, pero siente que le falta algo más. Los novios no le duran mucho, no le dan lo que ella necesita. Tiene una sed indescriptible, y la trata de calmar con cervezas, vino y otras bebidas.

Sin embargo siempre es poco. Le gusta andar en su moto a toda velocidad, el viento en la cara es casi un alivio para el ardor que siente. Últimamente empezó a cortarse pequeñas heridas en la piel, y un amigo le ofreció droga.

Junto a sus discípulos, Jesús se acercó a la ciudad de Samaria. Fatigado se sentó cerca de un pozo de agua. Mientras los apóstoles fueron a comprar provisiones al pueblo. Era el mediodía.

Una mujer se acercó al pozo buscando agua, al ver a Jesús lo ignoró, pues era un hombre y extranjero y se le prohibía hablar con ellos. Pero Jesús la miró y le dijo: “Dame de beber”. La samaritana sorprendida respondió, mientras trataba de no mirar al extraño:“¡Cómo! ¿Tú que eres judío me pides de beber a mí, que soy samaritana?” Jesús le respondió: “si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘dame de beber’, tú misma se lo hubieras pedido y él te habría dado agua viva”. Intrigada la samaritana esta vez se atrevió a mirarlo, y le respondió: “Señor, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva?” Jesús respondió: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed”. La samaritana se puso contenta y contestó: “Dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla”. (Jn 4, 1-42)

Al parecer la samaritana no entiende a Jesús. Ella está concentrada en las cosas materiales, como Claudia. Pero Jesús le está ofreciendo algo distinto. La samaritana y Claudia tienen sed. Cinco maridos ha tenido la primera, cinco maridos que dejan en evidencia la búsqueda continúa de algo que falta y no se puede saciar. Búsqueda vana, cuando no se sabe por dónde buscar.

El encuentro de la samaritana con Jesús no es casual. Ella va conociendo a Jesús. Primero lo llama judío, luego señor, más adelante profeta, y casi a lo último de la lectura se atreverá a plantearse si no será el Mesías. Y a medida que lo va conociendo también ella va cambiando. Había venido a buscar agua, pero dejará todo, incluso el balde por salir a anunciar al pueblo su hallazgo. El encuentro con Jesús cambia a la samaritana, y da nuevo sentido a su vida.

Claudia busca respuesta en las cosas del mundo, en lo material, y de alguna forma escapa sin enfrentar verdaderamente el problema: Su sed de Dios…sólo Él puede calmar la sed que tenemos.

¿Te animas a beber del Agua Viva?

Andrés Obregón

jesus-te-llama@hotmail.com

lunes, 2 de agosto de 2010

Pero Dios ve el Corazón

/shocreoenmyyyy


“…pero Dios ve el corazón”

Esteban no cree que Dios lo está llamando, aunque siente que algo en su interior está creciendo. Es como una gran duda, una sensación de que algo muy importante le falta. Su familia tampoco cree en él. Saben que es mentiroso, perezoso, mujeriego y lleva una mala vida. Esteban no cree en él mismo. Se cree poca cosa, hasta le causa gracias pensar que Dios esté precisamente fijándose en él.

Jesé tenía siete hijos, que desfilaron delante de Samuel, que buscaba por pedido del Señor al nuevo ungido. Uno a uno fueron pasando delante de sus ojos. Cual más grande, más fuerte, más virtuoso. Pero ninguno era el elegido. Dios había sido claro: “No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el Corazón”. (1 Samuel 16,7).

Entonce Samuel preguntó a Jesé: “¿Están aquí todos los muchachos?”. Él respondió: “Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño”. Samuel dijo a Jesé: “Manda a buscarlo”. Y Jesé hizo venir a David, el más pequeño de los hermanos..

Nadie creía en David, ni siquiera su padre. Pero Dios ve mucho más allá de las apariencias. Dios cree en David. Como así también cree en Esteban y en cada uno de nosotros.

Por David nadie daba nada, pero será él mismo el que derrotará a Goliat, cuando todos los demás guerreros de Saúl no pudieron hacerlo.

A diferencia de Esteban, David cree en sí mismo, no por sus habilidades, ni por sus cualidades. Sino porque confía en Dios, por eso dirá: “El Señor que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de ese filisteo” (1 Samuel 17,37)

A menudo muchos adultos no creen en los jóvenes, por eso los desalientan, los tratan como a inútiles, creen imposible que puedan cambiar, y de algún modo muchos jóvenes de tanto escucharlo por boca de los mayores lo terminan creyendo. Sin embargo, Dios cree en los jóvenes, porque puede ver más allá de lo aparente y superficial, porque puede ver el principio y el fin de una persona.

Además, Dios no sólo cree, sino que da fuerza, valor, confianza a aquellos que aceptan el riesgo de responder su llamado. Nadie puede impresionar a Dios, ni deslumbrarlo por sus cualidades o virtudes. La elección de una persona, el llamado de una persona va más allá de lo que ésta puede ser o hacer.

Dios cree en vos y te llama, golpea tu puerta y espera que atiendas. Ese es el primer paso que debemos dar, después vendrá el tiempo de empezar a cambiar!!!



Andrés Obregón

jesus-te-llama@hotmail.com

domingo, 1 de agosto de 2010

¿Dónde está Dios?

/dooondeestaaaasssss

“…¿Dónde está Dios?”



“La Palabra del Señor era rara en aquellos días”

A veces los jóvenes sentimos que Dios ya no habla, que no tiene nada que decirnos, que se ha quedado callado. Otras veces sentimos que todo lo que se nos dice de Dios es anticuado, lleno de normas imposibles de cumplir, que no tienen nada que ver con nuestro tiempo.

Muchos quieren hablarnos de Dios pero ni siquiera nos entienden, ni siquiera saben lo que nos pasa, lo que sentimos, no saben de nuestros problemas. Hay algunos que son expertos en problemas juveniles, y se llenan la boca hablando de ellos, pero nunca se atreven a meterse en la profundidad de nuestros problemas. Son muchos los que ven que estamos en el “barro” pero sólo se limitan a gritarnos desde afuera para que salgamos… ¿Alguno se atreverá a meterse en el barro, se atreverá a mancharse para sacarnos del pozo?

La Biblia nos cuenta que hubo un joven de nombre Samuel, que vivió en una época que al igual que la nuestra parecía que “la palabra de Dios era rara en aquellos días (1 Sam 3, 1). Pero, aunque Samuel no se daba cuenta, Dios le estaba hablando. El joven no entendía, porque “aún no conocía al Señor”. Recién al cuarto llamado, Samuel ya estaba preparado para responder al Señor.

Este testimonio debe servirnos de ejemplo para darnos cuenta que, aunque parece que Dios ya no habla, Él sigue llamando. Quizá, lo que muchas veces pasa es que verdaderamente no conocemos a Dios, otras veces andamos tan apurados y llenos de ruidos que no podemos escucharlo.

Dios necesitaba a Samuel para poder hablarle al pueblo. Hoy también Dios nos necesita a nosotros. Necesita de jóvenes que sepan hablar el lenguaje de los jóvenes, necesita de jóvenes que sepan de los problemas de sus hermanos para que puedan llevarle una palabra de aliento, necesita de jóvenes que estén en el barro y que ayuden a salir a otros del barro. Dios necesita de jóvenes que sean pastores de los jóvenes… pero primero debemos aprender a escuchar qué quiere Dios de nosotros. Lo primero y principal es acallar nuestros pensamientos, aprender a hacer silencio y tratar de escuchar sus palabras. Si esto falla, busquemos a alguien que pueda ayudarnos, como Samuel que siempre consultó a Elí.

Que nuestra oración de cada día sea: “Habla Señor que tu servidor escucha” (1 Sam 3, 9)

Andrés Obregón

Los chicos de la calle...

/limpiaaaavidriosssss
“…y tomándolo de la mano, lo levantó”

Agustín tiene 9 años. Todos los días se para en una esquina estratégica que le costó conseguir. Cuando el semáforo se pone en rojo se apura para dejar limpio el parabrisas de algún auto. A veces recibe buen trato, otras tantas no.

Agustín limpia vidrios. La calle es su trabajo, la calle es su hogar. No está solo, lo acompaña un grupo de otros jóvenes que son como su familia. Allí siente que pertenece, que forma parte de algo que es suyo. Pero muy en el fondo espera que pase algo, algo maravilloso, algo extraordinario. En eso piensa mientras la luz verde le da un tiempo de descanso.

En una ocasión cuando Pedro y Juan subían al templo, se encontraron a un paralítico de nacimiento, que pedía limosna a los que pasaban. Cuando él vio a los apóstoles entrar al templo, les pidió una limosna. Entonces Pedro, fijando su mirada en él, lo mismo que Juan, le dijo: “Míranos”. El hombre los miró fijamente esperando que le dieran algo. Pedro en cambio le dijo: “No tengo plata, ni oro, pero te doy lo que tengo: En el nombre de Jesucristo, levántate y camina”. Y tomándolo de la mano derecha lo levantó”. De inmediato se le fortalecieron los pies y los tobillos. Dando un salto se puso de pie y comenzó a caminar (Hch. 3,1-8)

Quizá pienses que voy a comparar al paralítico con Agustín. Pero no, Agustín no es igual que ese paralítico, porque la pelea todos los días, porque todos los días hace el esfuerzo de no ser arrastrado por una situación de la que muchos usan de justificativo para robar.

Quizá los paralíticos somos nosotros los jóvenes que estamos encerrados en nuestro propio mundo. Hemos comprado una realidad virtual que nos mantiene esclavos frente a la computadora.

Agustín necesita de un Pedro y un Juan que no se limiten a tener compasión de él dándole limosna. Agustín necesita que los miremos fijamente a la cara, que lo reconozcamos como una persona que vale, que le ofrezcamos la mano derecha para salir de esa situación de calle.

Ese es el milagro que espera Agustín, que no se construye con oro y plata, sino con jóvenes comprometidos que quieran transformar la sociedad, que den lo mejor que tiene: “su Juventud”.

Debemos empezar, debemos actuar… sin olvidar que es Cristo quien nos acompaña y respalda nuestra misión.

¿Nos atreveremos a ser Pedro y Juan o una vez más daremos una simple limosna?

Andrés Obregón

Madres Adolescentes...

/madresaaaadolescentesss

“…y darás a luz un Hijo”
Natalia tiene 15 años, como otras tantas niñas. Está de novia con Pedro, que tiene 17 años, como tantos otros jóvenes. Ella tiene un atraso de más de un mes. Siente que algo está pasando en su pequeño cuerpo. Hace poco decidió hacerse un test de embarazo que resultó positivo.

Pedro también sospechaba que algo pasaba al verla tan inquieta. Pronto Natalia le comunicó la “mala” noticia. Ninguno de los dos está contento. Han pedido consejos, a amigos y hermanos: A Pedro le han aconsejado sus “amigos” que la abandone, que cómo se va hacer cargo de semejantes obligaciones, que es muy joven para ocuparse de un niño.

A Natalia le han dicho casi lo mismo… acompañada con una amiga, decidirá abortar el niño.

María tenía aproximadamente 15 años. Estaba comprometida con José. Eran pobres. Él trabajaba de carpintero. Ninguno de los dos esperaba la noticia. Aunque no se hicieron un test, se enteraron pronto que ella estaba embarazada (Lc. 1, 31)

María tenía un montón de razones para negarse a tener ese hijo. Primero que era muy joven, segundo que esperaba casarse. Pero esto no era todo, el embarazo ponía en riesgo su vida; su religión y su cultura castigaban con la muerte a aquellas mujeres que tenían hijos antes de casarse.

José tenía un montón de razones para negarse a tener a ese hijo. La principal: estaba seguro que ese niño no era de él. Por eso, pensaba abandonarla en secreto…(Mt. 1, 19)

Sin embargo, María y José se jugaron la vida por ese niño que crecía en el vientre de la pequeña. Superaron cualquier dificultad. Sabían también que ese niño traía una gran promesa, una gran noticia, un infinito potencial.

Creo que cualquier niño guarda ese mismo infinito potencial. Con su destrucción se destruye todo eso, se niega la existencia, se borra una nueva alternativa para el mundo. Pareceré exagerado, pero no creerlo es no creer también en cada joven, en cada persona, en vos que me leés, y a la vez es no creer en mí mismo.

Como jóvenes debemos defender la vida. Ese principio debe guiar nuestras acciones y decisiones. Siempre existieron, existen y existirán un montón de impedimentos y dificultades que atenten contra la vida; así como también muchas excusas, viejas y nuevas, que pretendan justificar una muerte, pero justificarla permite justificar cualquier muerte, incluso la nuestra.

“Entonces María respondió: 'Hágase en mí, su voluntad' ” (Lc. 1,38) …”y dio a luz un hijo, y José le puso el nombre de Jesús” (Mt. 1,25)

Andrés Obregón

Terminé el Polimodal ¿Y ahora qué?




Terminé el Polimodal ¿Y ahora qué?


“Mira que Soy joven y no sé hablar”

Las clases ya terminan, muchos jóvenes dejan el Polimodal para enfrentarse a una nueva etapa de la vida. Y esa nueva etapa despierta solamente incertidumbre. Son muchas las dudas. Para algunos el dilema se debate entre qué carrera seguir estudiando, y quizá para la mayoría, el dilema es ahora encontrar trabajo.

Entonces nos enfrentamos a los diarios, a los clasificados: Grande es la desilusión, cuando nos damos cuenta que no “clasificamos” para ningún empleo. Siempre surge la condición de la experiencia… entonces uno se pregunta ¿Qué experiencia voy a tener si recién salgo de la escuela?

Muchos y exigentes son los requisitos para conseguir un empleo, y entre ellos tampoco puede faltar la buena presencia, cómo si uno fuera trabajar de “modelo”. Esto para muchos jóvenes significa una gran frustración que puede extenderse por largo tiempo. Serán varios los que quedaran al margen del mundo laboral… Pruebas, test, exámenes, controles, parece ser que alguien necesita una lista detallada de nuestras cualidades, y cuando no cumplimos con ciertas condiciones entonces lo más probable es que escuchemos: “nosotros te llamaremos si aparece algo”.

Un muchacho de nombre Jeremías, se plantea las mismas dudas, sabe que es joven, que carece de experiencia, que para muchas cosas no está preparado. Pero para alguien él sirve, no por las apariencias, ni por sus cualidades, sino por el potencial que encierra cada joven. Para alguien, Jeremías vale mucho, y ese alguien solamente es Dios. Porque sólo Él nos ama simplemente por lo que somos. Cuando para el mundo somos despreciables, sin valor, para Dios somos el bien más precioso por el cual el cielo hace fiesta.

Es en el momento en que sentimos que no podemos, que no conseguimos nada, que nos sentimos frustrados, cuando más debemos confiar en Dios. Es el momento en que debemos recordar la promesa que Dios le hizo a Jeremías: “No digas:`Soy demasiado jove' ; porque tú iras donde yo te envíe, y dirás todo lo que yo te ordene.” Entonces el Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: “Yo pongo mis palabras en tu boca” (Jr. 1, 6-9)

En esta nueva etapa, Dios tiene que ser nuestra roca, en donde pongamos toda nuestra confianza. Es tiempo que creamos que Dios puede abrir nuestro camino, por más obstáculos que encontremos.

Andrés Obregón.

Un Año más...

/unañomas


“…déjala todavía este año”

Ariel tiene 18 años. Su vida va muy rápido. Le gusta divertirse. Tiene una gran debilidad por la bebida.

Su vida también es un desastre, no consigue trabajo, discutió con su novia, en su familia siempre hay problemas.

Para año nuevo dijo que iba a “ahogar las penas”. Entonces bebió toda bebida que se le cruzó por el camino.

Producto del alcohol, no pudo reaccionar a tiempo cuando se le cruzó un auto y chocó…se salvó de milagro.

´Entonces Jesús dijo: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos en esta higuera y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”. Pero él respondió: “señor, déjala todavía este año, yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”.´ Lc.13,6-9

Cada vez que termina un año y empieza otro siempre hacemos un balance de lo vivido. Evaluamos lo bueno y lo malo. A veces también, hacemos un examen de conciencia. Es entonces que me doy cuenta de que siempre cometo los mismos errores, de que siempre cometo los mismos pecados…soy débil, somos déiles, tropezamos una y otras veces con la misma piedra… ¿Qué frutos he dado este año? ¿He dado frutos? ¿Si viene el Señor, dirá lo mismo que dijo cuando vio la higuera?

Pero un año más significa una nueva oportunidad, significa la posibilidad de cambiar las cosas, de enderezar nuestro camino torcido. El fruto que se espera de nosotros es mucho más que no hacer el mal, es hacer el bien. Es Ser un joven de Bien…

Así como con la higuera, alguien cree que se nos puede dar un año más, cree en nosotros, cree que podemos cambiar, solo falta que nosotros lo creamos. Y si te faltan fuerzas, buscá otras personas que te ayuden, ya ves que la higuera no se abonará sola. Siempre hay alguien dispuesto a ayudarnos. Y si no hay nadie, siempre está Dios para alentarte…No lo dudes Él te ayudará.

No esperemos a estar en peligro, como le pasó a la higuera y a Ariel, para darnos cuenta que tenemos que Cambiar.

“Que dolor otra vez he caído. Esta vez de muerte me han herido… viendo tus ojos en la lluvia, que me decían: vuelve a empezar, que no te derribe el miedo, que no se te apagué el fuego…el Amor olvidó mi pasado, en la cruz el borró mi pecado. Vuelve a empezar…”



Andrés Obregón

jesus-te-llama@hotmail.com

Volver a Empezar...

/volveraempezar

“…Así sabrán que Yo soy el Señor”

Todo parece perdido para Julián. Con tan sólo 15 años, ya estuvo detenido tres veces. La droga lo tiene prisionero. Haría cualquier cosa por conseguirla. Para él la vida siempre fue injusta. Sus padres le pegaron cuando era chico, hasta que creció y pudo pegarles él también. Considera que está seco y no pude dar buenos frutos. Espera que pronto llegue el tiempo de partir…

"…entonces el Señor me puso en el valle, que estaba lleno de huesos. Luego me hizo pasar a través de ellos en todas las direcciones, y vi que los huesos eran numerosos y estaban resecos. Luego me dijo: “Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?”. Yo le respondí: “Tú lo sabes, Señor”. Él me dijo: “Profetiza a estos huesos, diciéndoles: Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. Así habla el Señor a estos huesos: yo voy a hacer que un espíritu penetre en ustedes, haré crecer carne sobre ustedes, los recubriré de piel, les infundiré un espíritu, y vivirán. Así sabrán que soy el Señor”" Ezequiel 37,1-6
Cuantas veces sentimos que está todo perdido, que los problemas son insuperables, que no hay soluciones. Cuantas veces nos vemos metidos en un pozo profundo de donde no hay salida…Como Julián hay muchos: jóvenes, niños y hasta adultos.
Pero siempre, siempre hay solución… hasta para esos huesos que sin vida esperaban convertirse en polvo. Para todos Dios derrama su amor. Para todos Dios tiene su Espíritu para revivirlo y alentarlo. Volver a empezar es posible, pero hay que tener la valentía de aferrarse a Dios. Solamente podemos dar frutos si estamos unidos a la planta, a la vid Verdadera, porque separados de Dios no podemos hacer nada ( Jn 15,1-7)
Quizás, vos que me leés no pasés por esta situación. Pero quiero que prestés atención a la lectura y me digas: ¿Dios habló personalmente a los huesos?
Para vos que no pasás por esa situación otra es tu tarea, debes infundirte de ese mismo Espíritu y aceptar la tarea de ser profeta de Dios para los jóvenes, ser pastor de jóvenes, ayudar a sacar a los jóvenes del barro.
Es muy difícil que un joven que tiene tantos problemas vea la solución solo. Necesita de tu ayuda. No podrá decir como el hijo prodigo “en la casa del Padre estaba mejor”, si nunca sintió el amor del Padre. ¿Podrás mostrarle vos, el Amor que Dios quiere regalar a aquel que sufre?...
“Ven, Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que revivan” Ez 37,9

Andrés Obregón

jesus-te-llama@hotmail.com

"...Se encaminó presurosa..."


/saliendooodelidividualismo

“...Se encaminó presurosa..”

Juan tiene 18 años, está enfermo. La noticia lo ha destrozado. Se ha encerrado en si mismo. No quiere contárselo a nadie. Pasa largas horas en su pieza frente a la computadora.


Carla tiene 15 años, es fanática de Facebook, se hace todos los test que haya, consulta la galleta de la suerte, tiene una ciudad  y una huerta virtual en donde cosecha tomates y otras plantitas. Su vida personal y su familia es un desastre.

Aldo vive de noche, y duerme de día.  Tiene 17 años. Le gusta chatear en el MSN, visitar páginas en Internet y jugar a los juegos online.

María era una joven como vos. No estaba entre sus planes próximos quedar embarazada. Estaba de novio, nada más. Pero eran otros tiempos. Pronto recibe un anuncio: “…Darás a luz un hijo”.

¿Cómo explicarle al mundo lo que le había pasado? ¿Cómo contarles a todos que ese hijo era obra de Dios? ¿Cómo explicárselo a su novio José?  Según las leyes de esa época, si una mujer tenía relaciones antes de estar casada podía ser apedreada. Uno a uno los hombres del pueblo le tirarían piedras hasta matarla. María tiene miedo… pero en su miedo sólo se acuerda de su prima Isabel que ya es mayor y espera un hijo. Por eso, sin pensarlos dos veces, parte “presurosa” a la casa de su pariente.

Actualmente parece que cada joven está encerrado en sus propios problemas. Que cada uno hace la suya. Que nos desconectamos de la realidad, y nos conectamos a un mundo virtual, a un mundo imaginario, pero que al parecer es seguro.

La sociedad nos obliga a encerrarnos, tenemos miedo a la inseguridad, a la delincuencia, a los problemas del mundo. Y somos cada vez más individualistas. No sabemos lo que les pasa a los demás. A veces nos enteramos que le pasa al otro, cuando en su nick del Messenger pone su estado de ánimo. Pero no nos hacemos un tiempo para acercarnos a compartir con el otro.

¿Cómo es posible que nos pasemos tantas horas haciendo test, sembrando plantitas virtualmente, jugando juegos de lo más violentos en Internet?

La imagen de María que parte rápidamente a la casa de su prima, tiene que servirnos de ejemplo. Ésta deja de lado sus preocupaciones, que verdaderamente son graves, y se ocupa de los demás. No se encierra en sus propios problemas, sino que se abre a los demás. Sabe de la violencia de su mundo, pero se pone en manos de Dios, y hace su voluntad.

La visita de María, que lleva a en su vientre al Salvador, hace saltar de felicidad a su prima Isabel y también su vientre se llena de gozo. María comparte su alegría, comparte su tiempo, se comparte.

¿Y nosotros los jóvenes? En este tiempo de Adviento estamos invitados a salir de nuestro individualismo, estamos invitados a recordar a aquellos que necesitan nuestra compañía y servicio.

A María no la mueven motivos humanos, se ha llenado del Espíritu Santo y es la primera anunciadora de que las promesas de Dios se han cumplido.

Pidamos a Dios que nos llene de su Espíritu para romper las cadenas de la Pereza y el Egoísmo. Sólo Él lo puede hacer … “¿Crees esto?” (Jn 11,26)...

“Feliz de ti por haber creído...” (Lc. 1,45)

Andrés Obregón

lunes, 1 de marzo de 2010

En busca de la Fe

En Busca de la Fe

Cierto día, un hombre joven se acercó a su Maestro. Con toda humildad y respeto se inclinó delante de él, y de rodillas le suplicó:
- Maestro, enséñame a tener fe.

El maestro, que ya era muy anciano, lo miró con mucha ternura. Penetrando con la mirada en lo profundo de ese joven, comprobó la necesidad y angustia que éste sentía. Entonces le dijo:
- Está bien, te daré una poción mágica que te ayudará a tener fe. Pero antes que nada, tendrás que buscarme los ingredientes que yo utilizaré. Te advierto que estas cosas que te pediré no serán fáciles de conseguir....

Después de una larga explicación, el joven aprendiz, salió del templo llevando una larga lista con los ingredientes para el maestro. Así se marchó contento porque pronto podría tener la fe que tanto había deseado.

El primer ingrediente era el huevo de un ave que solo se encontraba en la cima de una montaña. El camino era empinado y peligroso. Al principio tuvo miedo, y se preguntó si valía la pena todo lo que haría, entonces recordó las palabras de su maestro y estas de alguna manera le dieron la confianza necesaria para seguir adelante. Muchas veces tropezó y rodó cuesta abajo, pero cada vez que cayó, volvió con más fuerza a levantarse. Aunque grande fue su desilusión cuando llegó a la cima y no encontró ni pájaro, ni huevo.

Miró de nuevo la lista, y se fijó el segundo ingrediente. Quizás, se dijo, el primero no es tan necesario y el maestro podrá arreglarse sin este. Al segundo componente, lo hallaría en una cueva detrás de una cascada. Para atravesarla tendría que pasar nadando. Muchos fueron sus intentos, y en muchas ocasiones casi se ahogó. Hasta que en el sexto intento logró atravesarla y entrar a la cueva. Cuando se dio cuenta de que en la cueva no había nada, se puso a llorar de la desesperación.

Después de varios meses desde que había empezado la busqueda, decidió volver al templo. Se sentía frustrado, cansado, agobiado, ya que luego de tanto andar no había logrado encontrar nada.

- Maestro, no he logrado encontrar nada de lo que me pidió, lo siento – le dijo el joven.
- ¿Estas seguro?
- Si Maestro, no encontré nada de lo que me pidió.
- Pero ¿Qué andabas buscando?
- Los ingredientes que usted necesitaba. Pero pareciera que nada de lo que usted me dijo estaba en su sitio. Lo siento mucho hice toda mi fuerza. Hasta tuve ganas de abandonar la tarea, pero siempre recordé sus palabras y creí en ellas, y me dieron mucha confianza para seguir adelante.
- Querido aprendiz, puedes irte en paz. Porque lo que andabas buscando ya lo llevabas contigo. Mira bien: en todo el camino no dejaste de creer en mi palabra aún sabiendo que quizás no podrías encontrar nada. Y después de no haber encontrado nada, seguiste hasta el final con la lista que te encomendé. Yo te envío para que vayas por el mundo con la misma aptitud, teniendo esa misma fe que te hizo creer en mis palabras, que te dio confianza y fuerza, aún sabiendo que al final del camino quizás no haya nada. Pero ten siempre presente que Dios escucha nuestros pedidos, aunque no siempre nos da las cosas de la forma en que nosotros queremos.



Andrés Obregón

Etiquetas

Lucas Juan amor Marcos 6 Marcos 1 embarazo juan 20 alcoholismo autoengaño desilución despreciado esclavitudes navidad paralisis resurrección Agua Viva Corintios Jeremías Juan 1 Juan 10 Lucas 9 Marcos 10 Marcos 7 Marcos 9 Mateo 25 Samuel bautismo creer en uno mismo cuentos culpa duelo fe imperfecto indiferencia intenta juan 15 lágrimas mediocres noviazgo oportunidad padre misericordioso parto pastor permanecer robo soledad testimonio tranquilidad violencia 1 Corintios 10 1 Juan 1 1 Juan 5 1 Pedro 4 2 tesalonicenses 3 Apocalipsis 22 Constanza Cordero David Deuteronomio 32 Elías Emaús Evangelio de Andrés Ezequiel Génesis Génesis 1 Hebreos 12 Hechos Hijo Prodigo Isaias 49 Isaias 66 Jesús Adrían Romero José Juan 6 Juan 16 Juan 2 Juan 6 Lacas 1 Lucas 1 Lucas 10 Lucas 13 Lucas 15 Lucas 18 Lucas 19 Lucas 21 Luz Marcos 12 Marcos 16 Marcos 2 Marcos 4 Marcos 5 Marcos 8 Mateo Mateo 13 Mateo 14 Mateo 28 Mateo 3 Oseas 11 Pedro Rey Romano 13 Romanos 2 Salmo 17 Samaritana Tomás Zaqueo aborto agradecido anuncio apocalipsis atesorar año nuevo basura cambio de aceite carrera chicos de la calle comercio comida compartir creer decisión desafío descanso deseo despedidas difícil discernimiento dolares dolor domingo de ramos droga enamoramiento enojo escandalo escuela esfuerzo espíritu estigmas fallecimiento fama filipenses fin del mundo frutos futuro gloria hambre higuera huelga humildad impureza incredulo insistencia inundados joven rico juan 12 juan 3 justicia jóvenes llamado llenarnos de Dios llorar lucas 24 madre madurar marginado matrimonio mesías miedo milagros monopolios movimiento muerte multiplicación murmurar niño noche novios oración palabras de afirmación pan pasado pasión pecado peces y panes perdon prejucios presencia profeta prostitución prójimo robar rápido sacrificio salvación samaritano sanación semilla servicio señales silencio sin sentido sindicatos sordomudo sueños suicidio talitá kum templo tocar trabajo unión vasijas vid vida vivir vocación volver a empezar última cena