domingo, 21 de octubre de 2012

Dios también es Madre.

Alberto no conoció a su madre. Ella murió cuando él nació. Su padre siempre fue una persona dura, autoritaria, fría y nunca le mostró un poco de ternura. 
Cuando era pequeño la imagen de su padre fue la primera aproximación a la imagen de Dios. Así,  para él Dios era un ser lejano, todopoderoso, omnipotente, que castigaba a los pecadores...

Una de las primeras experiencias de Dios que tuvo el pueblo de Israel, fue la de liberación. Dios era aquel que con mano poderosa los había sacado de la esclavitud del faraón de Egipto. Por eso, la imagen que más caló profundo en sus corazones fue la del Dios guerrero, el Señor de los Ejércitos, un Dios capaz de castigar a los enemigos, y con el que podían ganar una y más batallas.
Pero Dios recién comenzaba en su tarea de revelar su rostro, un rostro diverso, múltiple, un rostro que no solo contemplaba la dureza sino también la ternura. Difícil fue para un pueblo machista contemplar un nuevo rostro que quería surgir con todo su esplendor. No es que Dios jugara a la escondida, sino que respetaba nuestros tiempos sabiendo que no podríamos entender todo desde el principio.
Y en el susurro de la briza, en los oídos de los profetas, Dios los invitó a caminar por una nueva senda. Debían anunciar que un  Dios dador de vida, un Dios que dio a luz a toda la creación no solo era padre, también era madre. Así nos mostrarían a un Dios que no solo liberaba, sino que era capaz de brindar consuelo,  y que decía a su pueblo: "Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes” (Is 66,13). Un Dios que como una madre no se olvida de sus hijos: “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide yo no te olvidaré!”(Is. 49, 15)
Sería el profeta Oseas el encargado de pintar en palabras una hermosa descripción de un Dios que adquiría todas las características maternales: “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuando más los llamaba, más se alejaban de mí… ¡Y yo lo había enseñado a caminar Efraím, lo tomaba de los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los  atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer” (Os. 11, 1-4)
Un Dios que amaba, que demostraba ternura no era muy popular, muchas veces se imponía la imagen del Dios que aplastaba a los pecadores con brazo fuerte. Los años y los siglos pasaron, hasta que aquel, el único que conocía el rostro de Dios se hizo carne y nos revelo el verdadero rostro de Dios.
En todas sus enseñanzas, Jesús también se atrevió a mostrar el rostro maternal de Dios, comparándolo en las parábolas sobre el Reino de los Cielos con una mujer que mezcla un poco de harina con levadura hasta que fermenta toda la masa. Mt. 13, 33. Para Jesús, Dios también se parecía a una mujer que tenía diez monedas y pierde una, que enciende la lámpara, barre toda la casa y busca con cuidado hasta encontrarla. (Lc. 15, 8)
Para Jesús, Dios es padre y también madre. Pero por sobre todo para Jesús, Dios es Amor.
Quizás en estos tiempos de violencia, de odio y de tanta muerte debemos anunciar no a un Dios que castiga a los pecadores, sino un Dios que es madre y sufre por los hijos de sus entrañas. El mundo necesita que le anunciemos aun Dios que quiere reunir a sus hijos, como una gallina que reúne bajo sus alas a los pollitos. (Lc 13, 34)
Como el pueblo de Israel fue descubriendo la imagen verdadera de Dios, cada uno de nosotros debemos ir pasando por el mismo proceso. A menudo la primera imagen que tenemos de Dios, está muy relacionada a la imagen que tenemos de nuestros padres. No podemos quedarnos con esa imagen de la infancia, debemos ir madurando en la fe e ir haciendo un camino de descubrimiento de Dios. Quién dice que ya conoce a Dios, miente. Siempre hay algo nuevo para descubrir, siempre hay más Dios para que nos encontremos. 
Debemos anunciar al mundo que no estamos huérfanos, que tenemos un Dios que es padre y madre.

Feliz Día a todas las madres, en especial a mi mamá y a mi esposa en su primer día de la madre!!
Dedicado a ellas...
Andrés Nicolás Obregón

domingo, 14 de octubre de 2012

Una cosa te falta


Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible". Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna". Mc 10, 17-30


Una cosa te falta. Es la frase que me resuena del evangelio. Ante la respuesta de este joven que casi era perfecto, que había cumplido todos los mandamientos, que parece que ya no tiene nada más que cumplir, Jesús le dice: “Una cosa te falta”. Ante esta afirmación solo me queda preguntarme: y a mí ¿Cuántas cosas me faltan?
Para Jesús ser bueno no significa no hacer el mal. Hay muchos que se contenta diciendo: "Si yo no mato, yo no robo, yo no le hago mal a nadie". Pero no hacer el mal no basta, hay que hacer el bien. Estamos llamados a hacer siempre un poco más. Estamos llamados a ser siempre un poco más. Pero hoy vivimos en un mundo que promueve la mediocridad, la ley del menor esfuerzo.
Por ejemplo en las escuelas cada vez se brinda a los jóvenes más oportunidad para que aprueben las materias. Sin embargo estas oportunidades son desaprovechadas por la falta de estudio. Muchos se presentan a los exámenes sin saber nada, ni siquiera lo que se les está por tomar, y de alguna forma esperan aprobar.
Hay jóvenes que llegan a la secundaria sin saber leer y escribir. Ante la pregunta de cómo hicieron para llegar a la secundaria, la respuesta es fácil, se los hizo pasar. Se ha acostumbrado a muchos jóvenes a obtener cosas, sin el menor esfuerzo. Semejante ejemplo, es una invitación para que los que se esfuerzan abandonen todo sacrificio ya que igual de una forma u otra pasaran de año. Al parecer en vez de nivelar para arriba, cada vez les pedimos menos a los jóvenes. Luego nos asombramos se la masivos fracasos en la universidad, luego comprobamos que muchos son incapaces de mantener un trabajo porque no les gusta esforzarse. Ante la pregunta a algunos de mis alumnos sobre qué les gustaría ser cuando sean grandes ellos responden: “nada”, o a veces ser “cartonero”, otras tantas “mis padres me seguirán manteniendo.”
Por eso si nos decimos ser cristianos, nos está faltando un poco más. Debemos saber que Dios siempre nos pide más, nunca más de lo que podemos dar, pero siempre más de lo que damos. Lo que ocurre es que estamos acostumbrados a dar siempre lo mínimo, por eso cuando viene Dios y nos pide aquello que es acorde a nuestras fuerzas, nos parece mucho. 
Debemos salir de nuestra mediocridad, es urgente. No sé si se dieron cuenta pero cuántos espacios estamos perdiendo los cristianos, cuantas luchas estamos perdiendo porque solo nos limitamos a ser cristianos en Facebook, y no en la vida cotidiana, y no en la calle en donde se juega la vida.
Hoy la invitación es a revisar en tu vida que más te está pidiendo Dios, qué paso debemos dar para seguir creciendo en nuestro camino de fe. Si sos bueno, si ya cumplís con los mandamientos, la invitación es a hacer un esfuerzo aún mayor. Siempre se puede dar un poco más. Él joven rico podía dar un poco más, pero se quedó limitado, los bienes materiales representaban para él su seguridad. ¡Qué difícil es abandonar nuestras seguridades y aferrarnos a Cristo! También la pregunta es a qué cosas debemos renunciar que no nos permiten seguir a Cristo, que cosas nos atan y no podemos abandonar, a veces son cosas las que nos limitan, otras veces hasta hay personas impiden que avancemos, impiden que sigamos adelante.
Si este es un tiempo en el que sentís que Dios te está pidiendo nuevos pasos, no tengas miedo Él no dejará de acompañarte. Si sentís que hay que dar un gran salto, no temás Él estará con los brazos abiertos esperándote para recibirte.
Y si no sientes nada, si estas estancado o paralizado pide a Dios que te ayude, pide a Dios su Santo Espíritu para que venga en tu ayuda. Hay que continuar la carrera.

domingo, 7 de octubre de 2012

Un niño llamado matrimonio...


Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". Él les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?". Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, 'Dios los hizo varón y mujer'. 'Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne'. De manera que ya no son dos, 'sino una sola carne'. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquélla; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio". Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos. Mc 10, 2-16
La lectura de hoy comienza con una pregunta, una pregunta que simplemente se realiza para poner a prueba a Jesús: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?" Pero no pensemos que "se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino que refleja la realidad de la mujer judía dentro del matrimonio, controlado por el varón. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.
La respuesta de Jesús sorprende a todos. No discute con los fariseos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley "machista", en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la "dureza de corazón" de los varones que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad."(1) Jesús pone al hombre y a la mujer en el mismo lugar, en la misma condición de igualdad, no para que se separen, sino para que se amen. Porque el proyecto original de Dios es que varón y mujer, mujer y varón, sean una sola carne. Sin embargo vemos cada día lo lejos que estamos de este proyecto, en una sociedad que aplica sobre el matrimonio los mismos principios del consumismo: lo que no sirve se tira, y hay que comprar uno nuevo. En una sociedad que promueve todo lo light, no nos debe sorprender que también las relaciones humanas sean light.
Hoy no voy a hablar del divorcio. Sino de cómo mantener vivo el matrimonio. Uno de los mayores errores de la pareja es pensar que el enamoramiento va a durar toda la vida. Pero incluso se ha comprobado científicamente que el enamoramiento dura un par de meses. Por eso cuando muchas parejas después de unos meses de estar juntos, ya no sienten lo mismo que al principio, se desilusionan y lo abandonan. Lo real es que el enamoramiento debe dar paso al amor verdadero, porque al principio de una relación no se ven las cosas muy claras. Cuando nos enamoramos de una persona solamente vemos las cosas más lindas, y esto es así porque la otra persona que busca conquistarnos, incluso nosotros mismos, mostramos las cualidades que más nos enorgullecen. Sin embargo con el correr de los meses es muy difícil mantener esta situación, no se puede estar mostrando siempre lo mejor, porque nosotros no somos solamente eso, sino que somos un montón de realidades incluso a veces contradictorias. Yo cuando me puse de novio, siempre me mostraba estudioso, aplicado, y no es que estuviera mintiendo, sino que lo era. Pero también era un poco vago y distraído. Con el tiempo mi esposa fue descubriendo estas otras cualidades que yo tenía. Y tuvo que tomar una decisión, una decisión que también tuve que tomar yo, la decisión de amarnos. Porque amar es más que un sentimiento, amar es una decisión.
Debemos tener en cuenta también que dentro de una pareja se viven tres momentos importantes: Ilusión, desilusión y júbilo. El noviazgo es la etapa llena de ilusiones, pero pronto vienen las desilusiones, es normal que esto pase y no se debe querer evitarlo. Ya que a menudo idealizamos a nuestros novios o novias, pero con el correr de los días surge su verdadera imagen. Esa es la imagen que debemos amar, no la que nosotros nos hicimos en nuestra cabeza. Muchas personas se separan porque dicen: “ella no era como yo me la había imaginado”. Y es claro que nadie es como uno se lo imagina. Pero después de esta desilusión, debemos volver a ilusionarnos, debemos tomar la decisión de amar para volver a ilusionarnos con nuevos proyectos, con nuevos sueños.
Y para volver a ilusionarse hay que pasar tiempo juntos, hay que dedicarle a la otra persona un tiempo de calidad, un tiempo que ayude al dialogo, que nos ayude a comunicar a nuestras parejas lo que nos está pasando, lo que estamos sintiendo. Y dedicarse este tiempo, no es mirar juntos una película, ni ir al cine juntos, es tomarse un tiempo para hablar, para escuchar, incluso para mirarse a los ojos. Aunque en lo cotidiano, con el correr de cada día no abunden este tiempo, para que tener el valor de planificar este espacio, un espacio tan necesario para encontrarse. A nadie les sobre el tiempo, pero menos nos va sobrar si no planificamos en que usarlos. Si conseguimos tener ese tiempo debemos cuidarlo  y protegerlo, no podemos superponer actividades, no podemos dejarlo para después. Este tiempo tiene que ser una prioridad. Ninguna pareja puede subsistir si no se dan un tiempo el uno al otro.
Por otro lado si como matrimonio estamos pasando por un periodo de crisis debemos buscar ayuda, debemos buscar gente capacitada que pueda acompañarnos. A veces nuestros amigos, pueden ser nuestros peores consejeros, porque muchos ante las dificultades lo primero que te dicen es: “déjalo, no vale la pena, ni te calientes”.  Hay muchos grupos dentro y fuera de la iglesia capacitados para acompañar a las personas en esos tiempos de desilusión. Y si recién estás de novio, también busca personas o grupos que te ayuden a crecer en el noviazgo, esta es una etapa para ir adquiriendo herramientas como el dialogo que serán imprescindibles para el matrimonio.
Por último, la lectura cierra con la imagen del niño. Así es el matrimonio, frágil, con muchas necesidades de cuidados, amenazado por muchos factores. Así como protegemos a los niños, de esa manera debemos proteger a los matrimonios. Si no trabajamos como cristianos por proteger y acompañar a los novios, y luego a los matrimonios, después no vengamos a querer defender a la familia. Hay que empezar por los cimientos. 

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