Cuando era pequeño la imagen de su padre fue la primera aproximación a la imagen de Dios. Así, para él Dios era un ser lejano, todopoderoso, omnipotente, que castigaba a los pecadores...
Una de las primeras experiencias de Dios que tuvo el pueblo de Israel, fue la de liberación. Dios era aquel que con mano poderosa los había sacado de la esclavitud del faraón de Egipto. Por eso, la imagen que más caló profundo en sus corazones fue la del Dios guerrero, el Señor de los Ejércitos, un Dios capaz de castigar a los enemigos, y con el que podían ganar una y más batallas.
Pero Dios recién comenzaba en su tarea de revelar su rostro,
un rostro diverso, múltiple, un rostro que no solo contemplaba la dureza sino
también la ternura. Difícil fue para un pueblo machista contemplar un nuevo
rostro que quería surgir con todo su esplendor. No es que Dios jugara a la
escondida, sino que respetaba nuestros tiempos sabiendo que no podríamos
entender todo desde el principio.
Y en el susurro de la briza, en los oídos de los profetas,
Dios los invitó a caminar por una nueva senda. Debían anunciar que un Dios dador de vida, un Dios que dio a luz a
toda la creación no solo era padre, también era madre. Así nos mostrarían a un
Dios que no solo liberaba, sino que era capaz de brindar consuelo, y que decía a su pueblo: "Como un hombre
es consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes” (Is 66,13). Un Dios que
como una madre no se olvida de sus hijos: “¿Se olvida una madre de su criatura,
no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide yo no te
olvidaré!”(Is. 49, 15)
Sería el profeta Oseas el encargado de pintar en palabras
una hermosa descripción de un Dios que adquiría todas las características maternales:
“Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuando
más los llamaba, más se alejaban de mí… ¡Y yo lo había enseñado a caminar
Efraím, lo tomaba de los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba.
Yo los atraía con lazos humanos, con
ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus
mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer” (Os. 11, 1-4)
Un Dios que amaba, que demostraba ternura no era muy
popular, muchas veces se imponía la imagen del Dios que aplastaba a los
pecadores con brazo fuerte. Los años y los siglos pasaron, hasta que aquel, el
único que conocía el rostro de Dios se hizo carne y nos revelo el verdadero
rostro de Dios.
En todas sus enseñanzas, Jesús también se atrevió a mostrar
el rostro maternal de Dios, comparándolo en las parábolas sobre el Reino de los
Cielos con una mujer que mezcla un poco de harina con levadura hasta que fermenta
toda la masa. Mt. 13, 33. Para Jesús, Dios también se parecía a una mujer que
tenía diez monedas y pierde una, que enciende la lámpara, barre toda la casa y
busca con cuidado hasta encontrarla. (Lc. 15, 8)
Para Jesús, Dios es padre y también madre. Pero por sobre
todo para Jesús, Dios es Amor.
Quizás en estos tiempos de violencia, de odio y de tanta
muerte debemos anunciar no a un Dios que castiga a los pecadores, sino un Dios
que es madre y sufre por los hijos de sus entrañas. El mundo necesita que le
anunciemos aun Dios que quiere reunir a sus hijos, como una gallina que reúne
bajo sus alas a los pollitos. (Lc 13, 34)
Como el pueblo de Israel fue descubriendo la imagen verdadera de Dios, cada uno de nosotros debemos ir pasando por el mismo proceso. A menudo la primera imagen que tenemos de Dios, está muy relacionada a la imagen que tenemos de nuestros padres. No podemos quedarnos con esa imagen de la infancia, debemos ir madurando en la fe e ir haciendo un camino de descubrimiento de Dios. Quién dice que ya conoce a Dios, miente. Siempre hay algo nuevo para descubrir, siempre hay más Dios para que nos encontremos.
Como el pueblo de Israel fue descubriendo la imagen verdadera de Dios, cada uno de nosotros debemos ir pasando por el mismo proceso. A menudo la primera imagen que tenemos de Dios, está muy relacionada a la imagen que tenemos de nuestros padres. No podemos quedarnos con esa imagen de la infancia, debemos ir madurando en la fe e ir haciendo un camino de descubrimiento de Dios. Quién dice que ya conoce a Dios, miente. Siempre hay algo nuevo para descubrir, siempre hay más Dios para que nos encontremos.
Debemos anunciar al mundo que no estamos huérfanos, que tenemos un Dios que es padre y madre.
Feliz Día a todas las madres, en especial a mi mamá y a mi esposa en su primer día de la madre!!
Dedicado a ellas...
Andrés Nicolás Obregón