sábado, 25 de diciembre de 2010

El significado y las funciones del dolor en el Parto


Extraído y resumido del libro: Acerca de la fisiología en el embarazo y el parto. La sabiduría del cuerpo al gestar, parir y maternar (Verena Schmid)
El significado y las funciones del dolor en el parto
El parto fisiológico está vinculado a la experiencia del dolor. La razón por la cual el parto fisiológico está desapareciendo hoy en día, y el por qué le tenemos tanto miedo al dolor, deben buscarse en el estilo de vida de nuestra sociedad
El ritmo de vida frenético; la presión de ser eficiente en todas las situaciones; la capacidad, el éxito como único objetivo; la necesidad de satisfacción inmediata de nuestros deseos y necesidades; la negación al sufrimiento y a la incomodidad, y a los resultados menos que perfectos: todos estos factores dejan poco espacio para la escucha, los sentimientos y para asumir una actitud proactiva para enfrentar los problemas y las dificultades.
El rápido desarrollo de la tecnología ha creado una ilusión de bienestar y seguridad, y ha favorecido una actitud de retirada frente al peligro, debilitando nuestras reacciones de adaptación. La importancia de las expresiones humanas y las relaciones ha sido descartada, olvidando que nuestras relaciones con los otros determinan nuestro estado de salud.
Las funciones del dolor
Una de las características principales del trabajo de parto fisiológico es su naturaleza rítmica. El ritmo está dado por altos y bajos, contracción y expansión, movimientos de aceleración y desaceleración. Sobre todo, es individual: esto significa que está determinado únicamente por la personalidad y las experiencias de la mujer que está dando a luz. Es, entonces, altamente impredecible. El aspecto del nacimiento en el cual la naturaleza del ritmo está mejor representada es el dolor. El dolor en el trabajo de parto es intermitente. Vale la pena tomarse un minuto para considerar el significado de este concepto en la fisiología, ya que en la intermitencia yace uno de los más grandes secretos del trabajo de parto fisiológico.
Funciones físicas del dolor
El dolor como un guía a través del nacimiento y como un protector de la madre y el bebé.
La función fisiológica del dolor es proteger el cuerpo, enviándole señales de alarma para advertirle de cualquier agresión, como un modo de poder actuar para protegernos del peligro. Por lo tanto, la acción es el punto clave.
La respuesta fisiológica más importante al dolor del parto es, como veremos, el movimiento. La libertad de movimiento le permite a la mujer asumir instintivamente las posiciones más analgésicas, aquellas donde la resistencia y la compresión son reducidas. De esta manera, la mujer se protege a sí misma de los daños a su pelvis, su cuello uterino y su periné, mientras que, al mismo tiempo, protege al bebé de posiciones poco convenientes que pueden causar excesiva presión en su cabeza. Actuando de esta forma, la mujer puede reducir los niveles de stress de su bebé, así como también su propio dolor.
El dolor como estimulador endócrino
La oxitocina necesaria para comenzar el trabajo de parto es producida primero por el bebé, y luego es producida también por la madre, siguiendo los cambios hormonales placentarios y fetales (Nathanielsz 1992). Para que el trabajo entre en su fase más activa, caracterizada por contracciones largas y poderosas, el cuerpo necesita una estimulación regular, la que el proporcional a la constate y elevada producción de oxitocina.
Esa estimulación regular está dada por el dolor intermitente. El dolor crea momentáneamente un pico de stress agudo en el organismo de la mujer. Su cuerpo reacciona incrementando la producción de catecolaminas, las cuales, si se producen en picos, provocan una respuesta oxitócica paradojal, estimulando al mismo tiempo la producción de endorfinas. Este proceso da comienzo a un incremento gradual de las contracciones, junto con un aumento progresivo de la tolerancia al dolor.
Cuando las catecolaminas, por otro lado, son producidas en forma constante (no intermitentemente) inhiben la producción de oxitocina y de endorfinas. Esto puede enlentecer el trabajo de parto.
La completa relajación entre contracciones le permite a la mujer volver a entrar momentáneamente a un estado libre de estres, de profunda calma. Este estado facilita la activación del sistema parasimpático y le permite al organismo de la mujer prepararse para otro pico de catecolaminas, con la subsecuente producción de oxitocina. La oxitocina estimula la prolactina, la que tiene un rol importante en la protección del metabolismo del bebé durante el trabajo de parto y lo ayuda en la transición hacia la vida extra uterina. La prolactina también estimula a las endorfinas. Así, la mujer tiene cuatro fuentes de endorfinas (analgésicos endógenos): catecolaminas, oxitocina, prolactina y el sistema nervioso parasimpático; todos interactúan con el organismo de la mujer durante los espacios de tiempo entre las contracciones. Como las endorfinas frenan las contracciones, son responsables del ritmo del trabajo de parto. La cooperación armónica de los dos sistemas autónomos es particularmente importante en el nacimiento.
El dolor es estimulador endócrino de la producción de endorfina. La función de éstas no es sólo la reducción del dolor, sino también la inducción, en la segunda parte de la dilatación, de un estado de conciencia alterado, similar al estado hipnótico. Este estado facilita la inhibición de la parte cortical-racional del cerebro, permitiendo que las funciones del sistema nervioso autónomo tomen el mando. Además, le permiten a la mujer abandonar completamente su ego, y sus propios límites, conduciéndola hacia la completa dilatación y apertura, habilitándola a dejar ir a su bebé y a darle la bienvenida fuera de ella con alegría. En los momentos culminantes del parto, cuando el bebé está afuera y la estimulación del dolor cesa, los niveles de endorfinas son tan altos en el cuerpo de la mujer, que experimentará intensos y placenteros sentimientos de éxtasis, con los que le dará la bienvenida al bebé y comenzará su experiencia de maternidad.
A las endorfinas también se les atribuyen las características de apego y dependencia. El apego es la tierra en la que el niño puede echar raíces, crecer y vivir. El nacimiento fisiológico sienta, de esta manera, la base para el crecimiento y la vida del bebé.
Las funciones psicológicas del dolor
El dolor como la expresión del dolor psicológico de la separación: Una de las tareas emocionalmente más desafiantes de dar a luz, para la madre, es la necesidad de separarse de su bebé. El bebé es percibido por la mujer al mismo tiempo como un individuo, y como parte de ella. Separarse de una parte de uno, o de alguien muy cercano es siempre un proceso difícil y doloroso, que frecuentemente se produce contra nuestra voluntad, sin elección.
En el nacimiento, esta separación es deseada en parte, y en parte, temida. El desconocimiento del bebé “real”contribuye con estos sentimientos mezclados. Cuanto menos se familiarice la madre con su bebé aún no nacido durante el embarazo, más difícil se volverá el proceso de separación.
En este contexto, el dolor tiene una doble función. Por un lado, empuja a la mujer hacia una separación necesaria, no dejando lugar a la duda. Dado que muchas mujeres probablemente nunca emprenderían este proceso de la separación voluntariamente, el dolor las ayuda a reconocer la inevitable necesidad de dar a luz, concentrando toda su atención en las partes de su cuerpo más involucradas en el proceso. Por otra parte, el dolor fisiológico se transforma en una expresión del dolor emocional de la separación. El dolor intermitente, el ritmo del trabajo de parto con sus aceleraciones y enlentecimientos marcan el tiempo. En procesos de separación, el tiempo es importante e individual.
El dolor como un elemento de transformación personal: Enfrentar un gran dolor físico y psicológico crea miedo y ansiedad. Soportarlo por tantas horas representa un enorme desafía para la fuerza individual de la mujer. Este proceso induce en la mujer, una crisis existencial real, donde todos sus recursos emocionales son movilizados. Al mismo tiempo, viejas cuestiones, enterradas en el subconsciente, pueden repentinamente emerger nuevamente.
Así como le brinda a la mujer la oportunidad de descargar viejas experiencias psicológicamente dolorosas, esta crisis la empuja a sus límites extremos, al punto en que ella está segura de haber agotado todos sus recursos internos. Este momento, se corresponde usualmente con “la rendición”, cuando la mujer afirma “no puedo más”. A pesar de todo es exactamente en ese momento que la mujer se vuelve finalmente capaz de abandonarse a las fuertes energías que recorren su cuerpo. Rendirse, en este caso, se traduce en ir más allá de los límites personales: representa el último paso hacia el progreso del trabajo de parto y el parto, mientras que al mismo tiempo activa nuevos recursos en la mujer. Su fuerza personal es incrementada como resultado de esta experiencia, su estatus personal y social cambió para siempre. Esta mayor fuerza personal elevará su autoestima y equipará a la mujer con los atributos necesarios para ser madre y una guía para su hijo.
Las funciones energéticas del dolor
El dolor como estimulador sexual: De acuerdo con Reich (1942), la capacidad orgiástica es la capacidad de abandonarse al flujo de energías biológicas, y de ser capaz de descargar la tensión acumulada a través de contracciones rítmicas involuntarias. Una de las grandes fortalezas del nacimiento es que es una poderosa expresión de energía sexual femenina.
Una mujer que da a luz usando todo su poder sexual, saldrá de la experiencia como una mujer más fuerte en todo sentido: su “poder orgiástico” será particularmente incrementado. El mediador de esta experiencia orgiástica durante el nacimiento es, de nuevo, el dolor intermitente.
Al mismo tiempo, las endorfinas, cuya producción es inducida por el dolor, ayudan a la mujer a “fluir con el flujo de las energías biológicas”, favoreciendo una relajación más profunda en los intervalos entre contracciones.
Cuando la tensión inducida por las contracciones alcanza cierto nivel, la mujer se prepara para descargarla a través de más contracciones involuntarias, que sacuden todo su cuerpo al principio, y en el pico de las contracciones se concentran en los músculos perineales. La presión de la cabeza fetal sobre el periné es una señal para que la mujer empiece a descargar las tensiones acumuladas, a través de contracciones más fuertes, involuntarias y peristálticas del periné y de largas expiraciones, que continuarán hasta que el parto real tenga lugar.
Después del nacimiento, toda la energía que había sido concentrada en la zona genital es re-dirigida a todo el cuerpo, provocando un sentimiento de gratificación y bienestar en la madre. Estas sensaciones, a su vez, se van rápido para dar lugar a sentimientos de ternura y gratitud, los que serán dirigidos a dar la bienvenida al bebé en las primeras horas luego del parto.
Las funciones afectivas del dolor
Los altos niveles de endorfinas producidos durante el trabajo de parto y la profunda experiencia emocional inducida por el dolor estimulan fuertemente el sistema límbico del cerebro primitivo, el cual es responsable de las funciones afectivas del cerebro. De esta manera, las endorfinas, inducen en la mujer un “estado sensible” para el nacimiento de su bebé. Gracias a este proceso, la mujer será capaz de dar la bienvenida a su bebé desde su parte profunda, inconsciente e instintiva. Esta clase de vínculo está establecida al nivel más íntimo de la psiquis de la madre y el bebé. Es instintiva, biológica e indisoluble. Esta clase de vínculo no es posible en nacimientos con analgesia.
Este “estado sensible” es muy similar a estar enamorado. La naturaleza, de hecho, ha programado a la mujer para enamorarse de su hijo, con el objetivo de asegurar el proceso de apego haciéndolo disfrutable.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Los despreciados...



/teamooooo
"Él nos amó primero..."

Camila se siente despreciada. Se siente poco valorada. Ante los demás jóvenes se siente poca cosa.
Durante su infancia su papá siempre le dijo que era una tonta, que era fea, que no valía nada. Más tarde se enteró que sus padres no habían querido tenerla, que hasta buscaron abortarla.
Ella es callada, solitaria, busca siempre pasar desapercibida. Siente que nadie la va a querer, que no se merece que la quieran.



“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.” Quería dejarles sus últimas enseñanzas, les miraba a los ojos y les hablaba con ternura: “Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros”. Juan 13, 1. 34-35.

Qué buena memoria tenemos para frases que nunca debíamos haber escuchado, pero como venía de gente importante, de gente que decía que nos quería, se quedaron muy bien guardadas en nuestro corazón.

“Tonto, estúpido, vos nunca haces nada, sos un inútil, no vas a encontrar a nadie que te quiera, sos fea… ni dios te quieres, jamás te voy a perdonar”.

Y esas frases se quedan como estacas… tan bien clavadas que cuando llega Dios y nos dice lo contrario, no es que no le creamos, es que es todo lo contrario a lo que nos han dicho.
Cuantas veces tenemos estás palabras para los jóvenes, cuantas veces humillamos con nuestras palabras a las personas, cuantas veces los despreciamos. ¿Cuántas veces les dijiste a alguien: Yo creo en vos, yo te amo, espero cosas grandes de ti, hay un sueño especial para ti…?
Debemos repetirlo, eso es el evangelio: anunciar el amor de Dios. Decirle a todo el mundo que Dios los ama, que Dios nos ama, más allá de nuestros defectos, más allá de nuestros errores.
Cuantas veces despreciamos al mundo. Grave error, debemos amarlo. Amar para transformarlo. Los jóvenes necesitan ese amor, para sanar como Camila todas tus heridas.

Recuerda: Dios te AMA. CREE en VOS, ESPERA GRANDES COSAS de VOS.

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