domingo, 11 de diciembre de 2011

Mirando hacia atrás...


Pamela hizo un retiro espiritual que marcó su vida. Nunca había experimentado algo igual. A partir de ese momento no quiso vivir otra experiencia nueva. Creía ya haber conocido plenamente a Dios.

Cierto día Jesús iba caminando, entonces se le dijo a uno: “Sígueme”. El respondió: “Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú ve a anunciar el Reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos”. Jesús le respondió: “El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Lucas 9, 59-61

Existen en nuestra vida grandes experiencias de Dios. Experiencias en las que sentimos a Dios en toda su plenitud, experiencias transformadoras. Después de ellas sentimos que ya nada será lo mismo. Y entonces sucede lo que nunca tendría que suceder, empezamos a comparar todo en función de esa experiencia, en función de lo que sentimos esa vez. Pero como todo momento es diferente nos desilusionamos, pensamos y sentimos que tenemos que vivirlo como la vez anterior. Es así que muchos optan por dejar de vivir nuevas experiencias, se cierran por miedo a defraudarse.
También existen las malas experiencias, aquellas que nos marcan negativamente, y también nos llenan de temor, nos atan a las sensaciones de vacíos y frustración que no queremos volver a repetir.  Entonces nos cerramos a las nuevas experiencias.
En los dos caso, nos encontramos atados a los recuerdo, recuerdo que son esos muertos que impiden seguir el camino. Conozco muchas personas que se quedan estancadas, ancladas en el pasado, que vivieron grandes experiencias o muy fuertes desilusiones y no se atreven a vivenciar otras manifestaciones de Dios.
Encontrar a Dios, significa seguir buscándolo, ¿por qué quién puede decir ya conozco a Dios? ¿Ya lo viví completamente? Dios es diverso e infinito, se manifiesta de distintas maneras. Hay tantas maneras de experimentarlo: ya sea misionando, ya sea orando, ya sea alabando, ya sea en lo cotidiano, en distintos retiros, en encuentros.
¿No hay que mirar hacia atrás? Hay recuerdos que nos atan, recuerdo que podemos llamar “recuerdos muertos” porque simplemente no nos dan vida, y hay recuerdos “vivos” que nos impulsan hacia adelante. Cuando pongamos la mano en el arado solo servirán estos “recuerdos vivos”, que nos darán la fuerza para seguir a Aquel que nos está llamando.
No nos va alcanzar la vida para descubrir a Dios, por eso existe la Eternidad.

Andrés Nicolás Obregón

sábado, 19 de noviembre de 2011

Los hombres SI lloran...

“Los hombres no lloran” fue la frase que escuchó durante toda su infancia Javier. Se acostumbró a guardar sus sentimientos, los sepultó en lo más profundo de su corazón, en un abismo de donde no salieran nunca más.
Hoy los ojos le arden, le pesan, lo queman. Hoy su corazón está en angustia y no sabe cómo demostrarlo.
La ropa oscura y una música con alaridos lo acompañan en su habitación. Al verlo aparenta ser una persona dura, que no siente, que no sufre. Pero el siente, siente que en algún momento va a estallar, y todos los sentimientos lo desbordaran de la forma más violenta.

Y Jesús Lloró. Jn. 11,35

Cascaras. Llevamos mascaras obligados por el mundo. Un mundo que deja al costado a los débiles, que los margina, que los aplasta. Un mundo en donde no se pueden expresar los sentimientos, en donde nos acostumbramos a preguntar cómo andás y responder con un simple “bien”, sin involucrarnos, sin mostrar lo que verdaderamente nos pasa. Un mundo centrado tanto en el placer, que no deja espacio para los sentimientos.
Pero cuántos, cuántos que lloran en silencio, sin lágrimas, sin llanto, solo silencio. Hay que mostrarse fuerte, nos dicen todos. Si no sos fuerte te llevarán por delante, te pisarán.
Demostrar los sentimientos no tiene nada que ver con ser débil o fuerte, con ser hombre o no serlo.  Demostrar los sentimiento tiene que ver con ser humano. Si sientes, si duele, si llorás es porque estás vivo, porque la vida fluye en ti como un rio.
Demostrar los sentimiento tiene que ver con abrirse a otros, con confiar en la bondad del otro. No se trata tampoco de ir llorando por la vida, sino de estar abierto a las sensaciones y sentimientos que nuestro interior quiere expresar a través de nuestro cuerpo. Y nuestro cuerpo pide abrazos, pide un hombro en donde descargar la pena.
Tenemos necesidad de expulsar fuera de nosotros nuestra angustia, y llorar a veces es la mejor forma. Si no, todo se va acumulando y de alguna forma se transforma en violencia. Mirá sino a una persona violenta, y pregúntate hace cuánto no llora, hace cuánto no expresa sus sentimiento, hace cuánto no encuentra un pecho en el que acurrucarse como un niño y llorar a moco tendido.
Dicen que los hombres no lloran pero Él lloró. Dicen que los hombres no tienen que sentir, sin embargo Jesús se conmovió hasta las lágrimas por la muerte de su amigo.
Contemplemos a este Cristo que llora, y permitámonos unir nuestras lágrimas con la suyas. Contemplemos a ese Cristo que llora, y dejemos abrazarnos por ese Dios tan humano. Contemplemos a ese Cristo que llora, y salgamos a prestar nuestro hombro a tantos jóvenes que lloran en silencio.





jueves, 10 de noviembre de 2011

Luchar por tus sueños...


Luchando por los sueños.
¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!

Desde pequeño sueña con ser dibujante. Se pasa horas frente al papel. Pero el sueño de Daniel es casi imposible, su padre y su abuelo son abogados. Su padre y su abuelo sueñan con que él siga con esta tradición familiar.
Carlos tiene 16 años. Toca la guitarra desde hace tiempo. Todos le dicen que no sirve para eso. Todos le dicen que deje de soñar y ponga los pies sobre la tierra, que nunca será un gran músico.
Pamela quiere entregar su vida al servicio de los más necesitados, de los más humildes, curar sus heridas y acompañarlos en su sufrimiento.  Su familia le dice que con eso no va a ganar plata. Que aproveche las cualidades que tiene para ser cirujana plástica.

“Los hermanos de José lo divisaron desde lejos, y antes que se acercara, ya se habían confabulado para darle muerte. “Ahí viene ese soñador” se dijeron unos a otros. “¿Por qué no lo matamos y lo arrojamos en una de esas cisternas? Después diremos que lo devoró una fiera. ¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!”... Apenas José llegó al lugar donde  estaban sus hermanos, estos lo despojaron de su túnica  –la túnica de mangas largas que llevaba puesta–, lo tomaron y lo arrojaron a la cisterna, que estaba completamente vacía. Luego se sentaron a comer... mientras tanto, unos negociantes madianitas pasaron por allí y retiraron a José de la cisterna. Luego lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de planta, y José fue llevado a Egipto.” Génesis 37, 18-28

José tenía sueños, grandes sueños inspirados por Dios. Sus hermanos lo envidiaban. Tratan de matarlo, lo despojan de la túnica regalada por su padre y lo arrojan a un pozo. José cree en sus sueños aun en el fondo de ese pozo, aun estando herido. José sigue creyendo en sus sueños incluso cuando es vendido como esclavo a Egipto, incluso cuando se encuentra encarcelado. Qué habría pasado con José si hubiese perdido las esperanzas, si se hubiese resignado a ser un esclavo. Pero el Señor estaba con José y le mostró su bondad… Gn 39, 21.
Son muchas las trabas que tenemos para alcanzar nuestras metas, a veces hasta tenemos que pelear contra nuestra propia familia. Cuántos casos hay en que los padres proyectan sobre sus hijos los sueños que ellos nunca alcanzaron, y no los dejan elegir, no los dejan proyectar, no les dan posibilidades de hacer algo distinto. Cuántos jóvenes estudian una carrera solamente para darle el título a sus padres, y una vez graduados se dedican a los que tanto añoraban. Lo peor, es que hay muchos otros que toda su vida hacen los que otros proyectaron en ellos. Es por eso que a menudo vemos a personas ocupando lugares en donde no son felices, en donde no tienen vocación, en donde hacen todo con desgano porque no están a gusto en donde están. Cuántos más se acostumbran a vivir de esta forma porque tienen miedo, miedo a cambiar, miedo a probar algo distinto, algo diferente.
¿Debemos odiar a nuestros padres por eso? No, debemos entender que muchas veces nos imponen cosas porque nos quieren y piensan que es lo mejor para nosotros. Ama a tus padres, respétalos y escúchalo, pero también debes tener el valor de hacerlos entender que sos el responsable de tu vida. Que será difícil, que tendrás que llorar, discutir y hasta pelearte, puede ser. Pero tendrás la satisfacción de haber alcanzado lo que querías.
Los sueños incumplidos pueden acallarse por un tiempo, pero tarde o temprano reaparecen refregándonos en la cara aquello que no tuvimos el valor de realizar. Recuerda que los sueños reclaman con la insistencia de un niño hambriento.
La juventud es el tiempo de los intentos. Este es tu tiempo de intentarlo, de soñar y de trabajar por conseguir lo que deseas. Habrá muchos que tratarán de desalentarte. Pero encomienda tus proyectos a Dios, déjaselos en sus pies. "Aunque nadie crea en tus sueños, Él si creen vos. Dios te trajo a este mundo con un propósito. No dejés morir tus sueños."

Andrés Nicolás Obregón

martes, 27 de septiembre de 2011

Amor o Deseo

Amor o Deseo

Fabio está loco por Brenda. Sus curvas lo enloquecen. Sus ojos lo encandilan. Sólo piensa en conquistarla. Planea encuentros. Idea estrategias para poder verla. Es su compañera de escuela. Ha desplegado todos sus encantos: le envía flores, bombones, le escribe cartas, le graba canciones. En todas estas muestras de cariño le dice cuánto la ama.
A Brenda también le gusta Fabio. Está fascinada por todas las demostraciones de cariño que tiene para con ella.
Un día él la invitó a su casa para que le explicara algo de la escuela que no había entendido. Cuando ella llegó se encontró que estaban solos. Él puso música lenta de fondo. Encendió velas. Brenda se dejó llevar por los encantos de Fabio. Pronto estuvieron en la cama, llena de pétalos de rosa. Pronto se sacaron la ropa. Pronto se unieron…
A los días siguientes, él la ignoró completamente. Ella sintió morirse por dentro…

“Un tiempo después, sucedió lo siguiente. Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy hermosa, llamada Tamar, y Amnón, hijo de David, se enamoró de ella. Era tal su ansiedad, que llegó a enfermarse a causa de su hermana Tamar, porque como la joven era virgen, a Amnón le parecía imposible llevar a cabo algo con ella… Un día Amnón aconsejado por un amigo se acostó y fingió estar enfermo… Ella fue a casa de Amnón, que estaba acostado; tomó harina, la amasó y preparó las tortas delante de él, pero Amnón no quiso comerlas. Entonces Amnón dijo a Tamar: «Trae el plato al dormitorio para que coma de tu mano.» Y Tamar tomó las tortas que había preparado y se las llevó a su hermano Amnón a su habitación. Cuando ella se acercó para darle de comer, él la tomó y le dijo: «Ven, hermana mía, acuéstate conmigo.» Pero ella le respondió: «¡No, hermano mío! No me fuerces porque esto no se hace en Israel. No cometas esta infamia. ¿Adónde iría yo con mi deshonra? Y tú serías un infame en Israel. Habla ahora mismo con el rey, que seguramente no se negará a darme a ti en matrimonio.» Pero él no quiso escucharla, sino que la agarró por la fuerza y la violó. Después Amnón le tomó tanto odio que sobrepasó el amor con que la había amado y le dijo: «Levántate, márchate.» Ella respondió: «No, hermano mío, pues si me echas, éste será un mal peor que el que me acabas de hacer.» Pero él, en vez de atender a su súplica, llamó a un sirviente y le dijo: «Échamela afuera, que no quiero verla, y cierra luego la puerta.» El servidor la echó fuera y cerró la puerta.” 2° Samuel 13, 1-22

¿Qué Sentía Fabio por Brenda? ¿Qué sentía realmente Amnón por Tamar? ¿Qué sentimientos hubo detrás de estas acciones? Siendo jóvenes nos cuesta mucho diferenciar los sentimientos, aún a los adultos nos cuesta diferenciarlos. Nos educan para muchas cosas, pero no para sentir.
Fabio no estaba enamorado de Brenda. Solamente deseaba poseerla. En cambio Brenda estaba enamorada de Fabio. Pero su proceder fue equivocado. A menudo, muchas jóvenes piensan que si no se entregan físicamente a sus novios estos las van a querer menos, o se van a buscar a otras. Entonces seden a las demandas de sus novios. Luego, en muchos de los casos, las chicas terminan solas, porque lo que quería la persona que estaba a su lado era tener relaciones solamente.
Fabio deseaba a Brenda, la deseaba físicamente. Cuando una relación está basada pura y exclusivamente en la atracción física, esta relación no puede llegar a buen puerto. ¿No será fácilmente que aparezca alguien más atractivo? Por otra parte cuando el deseo ha logrado su cometido cambia rápidamente hacia otra cosa. Al deseo no le importa el otro, sino le importa satisfacerse a sí mismo. Al deseo no le importa los sentimientos del otro.  Esto no quiere decir que en una relación no puede haber deseo, pero necesita más que deseo para sobrevivir.
El deseo se vale de cualquier medio para conseguir su propósito, incluso hasta la mentira. Tanto Amnón como Fabio mintieron con tal de lograr lo que querían.
¿Cómo diferenciar si lo que siento es amor o deseo? … Continuará
Andrés Obregón

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¿Qué preguntas y dudas te surgieron después de leer la reflexión?

martes, 20 de septiembre de 2011

Jesús Adrían Romero


Jesús Adrián Romero Ibarra (HermosilloSonoraMéxico16 de febrero de 1965) es un cantante solista de música cristianacompositor y pastor.  Nació el 16 de febrero de 1965. Cursó estudios bíblicos y fue pastor por nueve años. Realizó sus labores de guía espiritual en la congregación de Iglesia de Dios, en Van Nuys, California, durante tres años, mientras asistía al seminario. Tiempo después fundó la comunidad cristiana: "Amistad y Vida" en Aguaprieta, Sonora. Actualmente Amistad y Vida está bajo la dirección del pastor Oscar Iñarritu. Jesús Adrián fue también pastor asistente en Vino Nuevo en Ciudad JuárezChihuahua por cuatro años, bajo el liderazgo del pastor Víctor Richards, donde estuvo a cargo de las células y dirigía uno de los grupos de alabanza de la congregación. Por tres años fue director de alabanza del grupoDe Hombre a Hombre con el que viajó a través de México dirigiendo la alabanza en los congresos de "De hombre a hombre". Después de haber estado orando por algunos años y considerando algunas otras ciudades de Estados Unidos, Jesús Adrián y Pecos Romero decidieron que PhoenixArizona, era el lugar en el que Dios los quería para iniciar una nueva congregación. Por ello en agosto de 2007, Jesús Adrián y su familia se mudaron a Phoenix, Arizona para "espiar la tierra" y planear el inicio de Vastago Epicentro. Después de ellos, alrededor de 20 familias se mudaron de otras ciudades de Estados Unidos y México para apoyarlos en esta visión. Tiene con su esposa Pecos, 3 hijos: Jaanai, Melissa y Adrián Roberto, que también ha iniciado su ministerio en la música cristiana. 

Que Dios sea nuestro Todo.

Que Dios sea nuestro Todo.


Valentín es un joven que hace poco hizo un retiro espiritual. Fue la experiencia más extraordinaria de su vida. Se encontró cara a cara con Jesús. Entonces lloró, como nunca antes había llorado. Y las lágrimas fueron sanadoras. Venía cargando en su corazón mucha mugre, mucha suciedad, demasiada podredumbre. El Espíritu Santo lo abrazo y actuó en él. Se sintió renovado. Cayó de rodillas agradecido infinitamente por tanto perdón. Jesús fue presencia y vida, vida en abundancia que lo rescató de la muerte del pecado. Se sintió lleno de colores, de gracia, de bendiciones. Por momentos pensó que estaba en el cielo. 
Los días pasaron y Valentín volvió a ser el mismo de siempre. Parecía que nada había cambiado…

“Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y a no encontrarlo, piensa: ´Volveré a mi casa, de donde salí'. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio” Lucas 11, 24-26

Muchas veces nos preguntamos por qué después de un encuentro tan íntimo con Dios, volvemos a ser los mismos de siempre como si nada hubiese cambiado en nosotros. La respuesta es sencilla: porque no nos hemos llenado de Dios.
Imaginemos una casa limpia, ordenada, con riquezas incomparables, y hasta desconocidas. Imaginemos que nadie la cuida, que nadie la ocupa, que está vacía. ¿No será tentadora para cualquier ladrón? ¿No será fácil de ser usurpada?
Esa casa somos nosotros cada vez que hacemos un retiro o nos encontramos con Dios. Él nos sana, nos limpia. La presencia del Señor hace un milagro en nosotros, dejándonos nuevo. Entonces el espíritu impuro sale de nosotros, pero pronto dice “volveré a mi casa”. El mal nos reclama como suyos, dice “Mi” casa. Y cómo no  nos va a reclamar como suyos si pasamos más tiempo haciendo el mal, que el bien, pecando que amando.
Nosotros somos esa casa con riquezas incomparables y hasta desconocidas. No nos damos cuenta cuánto valemos y nos dejamos poseer por todo lo que es malo.
Debemos dejar que Dios habite en nosotros, debemos permitir que Dios ocupe el lugar que dejó vacío el espíritu malo. Debemos proclamar a Dios como Señor de nuestra vida. No sólo con palabras, sino con acciones concretas: con oración, con la reflexión de la Palabra de Dios, con la  celebración de nuestra fe con nuestras comunidades de creyentes. Incluso en las cosas cotidianas, en la música que escuchamos, en las lecturas que leemos, o las películas que miramos, o en la gente con la que hablamos. Debemos hacer un cambio de raíz, radical, sin prisa pero sin pausa. Si todo en nuestra vida empieza a girar en torno de Dios ¿qué espacio tendrá el mal para volver a nuestra vida?
“Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio”. Así termina la lectura, peor que el comienzo. Nosotros no queremos terminar así. Vos no querés terminar así. Y por sobre todo, Dios no quiere que todo termine para vos así.
Empecemos por las cosas cotidianas. Dios nos ha dado muchas herramientas para que la usemos, no para que la guardemos. Y sobre todo nos dio a su Espíritu Santo. Pidamos que el Espíritu haga morada en nosotros, y nos renueve constantemente.
Andrés Obregón


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  • Preguntas para reflexionar con los jóvenes antes de la Lectura:


  1. ¿Qué tiempo le dedicamos a Dios en nuestra vida?
  2. ¿Vemos películas que hablen o me acerquen más a Dios?
  3. ¿Escuchamos temas musicales que hablen de las cosas de Dios?
  4. ¿ Leímos últimamente algún libro que me ayudó a crecer espiritualmente?

  • Preguntas para reflexionar con los jóvenes después de la Lectura:
  1. ¿Que voy a hacer a partir de ahora para que Dios haga de nuestra vida "Su" casa?

viernes, 26 de agosto de 2011

Una señal de Dios


Una señal de Dios
"Pero el Señor no estaba en el terremoto"

Carlos espera señales de Dios. Tiene que tomar una decisión importante en su vida. Cuanto le gustaría que un cartel luminoso le indicara el camino por dónde ir. Se siente perdido, paralizado, la duda no lo deja decidir. Cómo saber si lo que siente es lo que él quiere o lo que Dios le está pidiendo. Cómo saber si el camino que está por elegir es lo que Dios quiere para su vida. Necesita una señal clara de Dios.

Habiendo llegado Elías a la montaña de Dios, el Horeb, entró en la gruta y pasó la noche. Allí le fue dirigida la palabra del Señor. El Señor le dijo: «Sal y quédate de pie en la montaña, delante del Señor». Y en ese momento el Señor pasaba. Sopló un viento huracanado que partía las montañas y resquebrajaba las rocas delante del Señor. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego. Pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro con su manto, salió y se quedó de pie a la entrada de la gruta (1 Reyes 19, 9 y 11-13a).

A cuantos de nosotros nos gustaría que Dios fuera más claro, que Dios nos hablara sin vueltas y nos dijera qué quiere de nosotros, que nos diga qué hacer y por dónde ir. A cuantos nos gustaría que una señal luminosa, un trueno en el cielo o un terremoto confirmaran lo que Dios quiere de cada uno.  A cuantos nos gustaría en un momento de duda, abrir la biblia y justo nos toque la lectura que nos diga lo que tenemos que hacer.  Esperamos acontecimientos extraordinarios, pero “El Señor no estaba en el viento”.

Un auto cruza el semáforo en rojo a 120 kilometros por hora.  Choca con otro auto y su conductor muere en el instante. ¿Acaso no hubo para él una señal? ¿Acaso no estaría vivo  si se hubiese detenido con la señal de transito?

Dios continuamente nos manda señales, muchas de ellas casi imperceptibles porque son cotidianas, porque nos acostumbramos a verlas y no les prestamos atención. Dios manda señales, pero no podemos esperar a que decida por nosotros, a que tome decisiones por nosotros. Dios nos hizo libre, y respeta esa libertad.
¿Entonces cómo sabemos qué hacer con nuestra vida? Haz lo que te guste, y que eso que te guste lo hagas bien, y que al hacerlo también sea de bendición para los que te rodean.  ¿Tan simple? Sí, tan simple como el rumor de una simple briza.

Lo correcto es aquello que te da paz.  Y Dios estaba en la Paz. 

martes, 2 de agosto de 2011

El prójimo: Tan cerca, tan lejos...

El prójimo: Tan cerca, tan lejos...      
       
                  En la puerta de la iglesia una señora pide todos los días monedas.  Juan va al grupo de jóvenes, participa activamente de la misa, le gusta leer la biblia. Siempre pasa cerca de la señora que pide, nunca se animó a hablar con ella.
                Carla no va a la iglesia, pero participa en organizaciones de caridad. Pasa habitualmente en frente de la señora y cada vez que esta extiende la mano le da una moneda. Luego continúa el camino.
                Esteban, nunca participó de un grupo de jóvenes, ni de la iglesia, ni siquiera de alguna organización social, pero algo le pasó en el corazón cuando vio a la señora que pedía. Entonces, se sentó junto a ella y le preguntó su nombre. Ella, la señora, extrañada le dijo que se llamaba Ester. Así pasaron un rato largo hablando de la vida…
¿Quién de los tres se comportó como prójimo?
                Para responder a esta pregunta conviene recurrir a la palabra de Dios, ella nos iluminará para poder discernir lo correcto.
“Y entonces, un doctor de la ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: “Maestro, ¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”. Jesús le preguntó a su vez: “¿Qué está escrito en la ley?” Lc. 10,  26.
¿Qué hemos aprendido en la catequesis? ¿Qué nos dice nuestra fe?, ¿Qué leemos cada domingo en el evangelio?, “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todas tus fuerzas… y al prójimo como a ti mismo, ¡Haz esto y tendrás vida!”. Lc. 10, 27
                La mayoría de nosotros daríamos la misma respuesta, por lo menos teóricamente, pero la primera cuestión es si nos la creemos de verdad y si la vivimos. ¿Estamos convencidos que el amor a Dios y a los demás es tan importante para vivir y que nos pide que organicemos nuestra vida de acuerdo con esa convicción?
                Y, acto seguido, Jesús pide al maestro de la Ley que lo cumpla, que no se limite a formularlo. A menudo estamos convencidos que por el hecho de saber una cosa, ya la hacemos, y no es del todo cierto.
“Pero el doctor de la Ley para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: <<¿Y quién es mi prójimo>>.” Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, siguió de largo.
De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y siguió de largo.
Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos monedas, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva."
¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?»
Él dijo: «El que practicó la misericordia con él». Jesús le dijo: «Vete y haz tú lo mismo». Lc. 10, 29-37

                La respuesta de Jesús es que no debemos preguntar a quien hemos de amar, ya lo hallaremos en el camino de la vida; por tanto, hagamos como el buen samaritano. El buen samaritano es aquel que sabe descubrir la persona que lo necesita al cruzarse con ella. Es aquel que sabe descubrir con realismo y sensatez a quien lo necesita. Aquel hombre herido era un desconocido, y ahora es cercano. Era alguien marginado en el camino de la vida y, por medio de la acción del buen samaritano, se ha hecho sujeto de amor. El buen samaritano se ha convertido en alguien próximo, cercano, a quien lo necesita.
                El Señor nos anima a una compasión efectiva y práctica, que pone el remedio oportuno, ante cualquier persona que encontremos lastimada en el camino de la vida. Estas heridas pueden ser muy diversas: lesiones producidas por la soledad, por la falta de cariño, por el abandono; necesidades del cuerpo: hambre, vestido, casa, trabajo...
                La parábola nos descubre también que las exigencias del amor cristiano son ilimitadas. El amor cristiano no excluye a nadie, nos debemos a toda persona que nos necesite. Por lo tanto, reducir el amor cristiano a los límites de mi pueblo, de mi raza, mi religión, mi ideología, mi familia, mi clase social...no es una actitud cristiana. La postura verdaderamente cristiana es la de un amor universal que no excluye a nadie. Pero, ¡atención!, hablar de un amor universal, sin fronteras, no es quitar realismo, eficacia ni concreción al amor cristiano. Amar a todos los hombres se traduce, en la vida limitada de una persona, en amar totalmente a quienes están junto a mí. Puedo decir que amo a todos los hombres en la medida que amo totalmente a los que puedo amar prácticamente porque están junto a mí. Entonces puedo decir que mi amor es universal.
                Recordemos esa escena del antiguo testamento, cuando Dios le pregunta a Caín por su hermano Abel: Entonces el Señor preguntó a Caín:<<¿Dónde está tu hermano?>>. <>, respondió Cain: <>. Pero el Señor le replicó: <<¿Qué has hecho? ¡Escucha! La sangre de tu hermano grita hacía mí desde el suelo…” Gn. 4, 6. Debemos aprender entonces que somos RESPONSABLES DE NUESTROS HERMANOS. Debemos aprender que en algún momento se nos preguntará qué hicimos con nuestros hermanos, se nos preguntará dónde están!!! Y para dar el primer paso, lo primero es empezar por casa, por nuestra familia, por nuestros padres, nuestros hermanos, nuestra esposa o novia. Allí es donde a veces se nos hace más difícil en lo cotidiano, eso son los primeros que tenemos que levantar del camino, esos son los primeros que están heridos, cansados, y necesitan de nuestros cuidados. ¿Para qué irnos tan lejos cuando los necesitados están tan cerca?
                A veces de lo que estamos lejos, bien lejos es de la verdad, la sabemos pero nos cuesta tanto practicarla. Cuantas veces pasamos INDIFERENTES ante alguien que nos extiende la mano, que nos pide algo, cuantas veces hacemos oídos sordos ante los pedidos de ayuda de nuestra madre que necesita que la ayudemos en la tarea de la casa, o cuantas veces nos cuesta comprometernos en organizaciones o en la iglesia para ayudar a los más pobres.
                ¿Y cuando nosotros necesitamos? Ahí cuando nosotros necesitamos no tenemos ni el menor reparo de molestar a los demás, o de exigirles que me den. Así es que uso a las personas como objetos que sirven para saciar nuestras necesidades y nuestras pasiones. Así es que le pedimos a nuestra madre que nos planche, que nos lave la ropa. A nuestro padre que nos de plata para salir. A nuestra novia que la usamos para sacarnos las ganas… Que importante sería ver a la persona que tenemos al lado como al prójimo, y no por lo que es o tenga para poder sacarle algún provecho.
¿Cómo es posible que trate así a las personas que debería amar? ¿Cómo es posible que las siga lastimando?
Hay un dicho que dice: “No hagas a otros lo que no te gusta que te hagan”. Ahí está la clave, debemos tratar a las personas como nos gusta a nosotros que nos traten. Debemos recordar las enseñanzas de Jesús: “Amaras al Señor tu Dios y al prójimo como a ti mismo”. Si a nosotros nos gusta que nos presten atención debemos darla nosotros primero, si nos gustan que nos saluden debemos saludar primero, si nos gusta que nos sirvan debemos servir primero. Y todo esto sin importar recibir nada a cambio, sin esperan que me devuelvan los favores que hago. ¿Y a quién debo servir? ¿Solamente a los que me quieren? «Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por sus perseguidores, así serán hijos del Padre que está en los Cielos, que hace salir el sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. Porque si aman a los que los aman, ¿qué mérito tiene? ¿Acaso no hacen eso también los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacemos de extraordinario? ¿Acaso no hacen eso también los paganos? Sean entonces,  perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto.» (Mateo 5, 43-48)
            Jesús, nos manda a amar al prójimo como a mí mismo, y aún más: amar a los demás como Jesús los ama. Y Él no ama sólo a los que lo aman, sino que se preocupa de «buenos y malos,» y da su vida por «justos y pecadores.» Por eso, también yo he de querer a todos: a los que me caen mejor y a los que me caen peor; a aquellos con los que me lo paso bien, y a los que son un poco más pesados o cargosos. El verdadero amor no hace grupitos, no selecciona ni separa. El que ama sólo a los que le aman, a los que le caen bien o a aquellos con los que se divierte o le hacen favores, no deja de ser un egoísta que -casi sin darse cuenta- está calculando siempre el beneficio personal entre lo que da y lo que recibe. Recordemos que Jesús nos ha enseñado que «en esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os tenéis amor entre vosotros» Es decir, el modo propio y distintivo de comportarse del cristiano es el amor verdadero: no el «amor» egoísta, sino el que se sabe entregar por todos, el que no distingue entre amigos y enemigos. Este mismo deber se extiende a los que piensan y actúan diversamente de nosotros. La enseñanza de Cristo exige incluso el perdón de las ofensas. Extiende el mandamiento del amor que es el de la nueva ley a todos los enemigos.
                Entonces ¿Quién es mi prójimo? ¿Quién es mi hermano? ¿A quiénes debo ayudar? A todos, a los buenos, a los malos. A los que lloran por su culpa y a los que lloran por las culpas de otros. Ayudar al que perdió la fe y al que duda. Ayudar al que persevera y al que apenas inicia. Ayudar a quienes lo merecen y a quienes no, ayudar a quienes no nos agradan, a quienes no toleramos, orar por ellos, por todos. Significa: Respetar a cada prójimo como una persona humana, como hijo de Dios, como hermano de Cristo y templo vivo del Espíritu Santo: No hacerle daño en cuerpo y alma, respetar su libertad personal, sus ideas y sus tiempos; saber comprender a cada persona y aceptarla como es, con sus virtudes y defectos; ayudar a cuantos necesitan y brindar, nuestro apoyo material o espiritual: una buena palabra, una sonrisa, un consejo, una ayuda material.
Si importar que lo que hagamos se nos devuelva, notaremos en nuestra vida un cambio profundo, notaremos un crecimiento interior, una alegría y una paz que no encontraremos en otro lado. Las personas son irrazonables, inconsecuentes y egoístas: ámalas de todos modos. Si haces el bien, te acusarán de tener oscuros motivos egoístas, haz el bien de todos modos. El bien que hagas hoy será olvidado mañana, haz el bien de todos modos. Alguien que necesita ayuda de verdad puede atacarte si le ayudas, ayúdale de todos modos. Da al mundo lo mejor que tienes y te golpeará a pesar de ello, da al mundo lo mejor que tienes de todos modos.
“Busqué a Dios, y no lo encontré. Me busqué a mí mismo y no lo hallé. Busqué a mi prójimo y nos hallamos los tres.”


jueves, 28 de julio de 2011

Decir Adiós..

Decir Adiós

“No me retengas, porque todavía no he subido al Padre”
En homenaje a todos los seres queridos que partieron a la casa del Padre

Un gran vacío ha quedado en la vida de Sandino. La pérdida de su abuelo ha sido el hecho más doloroso que ha experimentado en su joven vida. Siente que el dolor lo desgarra por dentro. Tiene los ojos rojos de tanto llorar. Cada momento que pasa se reprocha no haber pasado el tiempo suficiente junto a él.  Se encierra en su cuarto a escuchar las canciones que le gustaban, a ver las fotos viejas. Quisiera verlo atravesar nuevamente la puerta de su pieza para invitarlo a tomar uno mates.

María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. María respondió: “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto”. Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció. Jesús le preguntó: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, pensando que era el cuidador del huerto, le respondió: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. Jesús le dijo: “¡María!”. Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: “¡Raboní!”, es decir, “¡Maestro!”. Jesús le dijo: “No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: ‘Subo a mi Padre y Padre de ustedes; a mi Dios y Dios de ustedes’”. María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras. Jn 20, 11-18

María sufre la pérdida del Jesús. Recuerda todos los momentos vividos, los ratos de felicidad junto a él, la esperanza que le había transmitido con todas las enseñanzas dadas por su maestro. Nadie la había mirado como Él la miró, nadie la había tratado como Él la trató, nadie la había amado como Él la amó. Entonces llora desconsoladamente, tanto que las lágrimas parecen no dejarle distinguir a Jesús que le habla.

Jesús no le dice que no llore, el llanto ayuda a que el dolor fluya, ayuda a cicatrizar la herida y a consolarnos. Hacer el duelo por los seres queridos no significa “olvidar a…”, tampoco significa “dejar de amar”, ni negarse a recordar los momentos de felicidad vividos juntos. No podemos negar el dolor, ni esconderlo. Lo único que le pide Jesús es “No me retengas, todavía no he subido al Padre”. María debe darse cuenta que la muerte no es el fin, que después de las lágrimas viene la alegría de la resurrección. María debe darse cuenta que a su alrededor hay también otras personas que la necesitan. Los demás discípulos esperan la noticia, ella tiene que atreverse a levantarse y seguir camino. Quizás este proceso que se resume en una pocas líneas a nosotros nos cueste mucho más tiempo, pero no debemos retener a nuestros seres queridos, es necesario que suban al encuentro del Padre.

La resurrección de Jesús es promesa y certeza para todos los que creemos en Él.

Tomémonos el tiempo de duelo para agradecer, perdonar, pedir perdón y despedirse. Gracias por todo lo que me diste; perdóname porque no te dedique el tiempo necesario, porque muy pocas veces te dije lo mucho que valías para mí; te perdono por todos tus errores, ya los olvidé; y adiós, es hora que subas a los brazos del Padre, te lo has ganado.

Hay gente que es Luz. Luz que al apagarse parece dejarnos sumidos en la más profunda oscuridad. Es entonces que debemos recordar la chispa que esa luz encendió en nosotros. La misión de esas personas que se atrevieron a iluminar no quedará completa hasta que nosotros tomemos la posta, hasta que nosotros a imagen de ellos también nos atrevamos a ser luz. Que lo que queda de nuestra vida sea una forma de decirle a nuestro ser querido: "Así te recuerdo". "Esto fue lo que me enseñaste". Y brillar, para que a través de nuestra luz, otras personas también vean la luz que nuestros seres queridos nos legaron.

“Y allí tampoco existirá la noche, ni les hará falta la luz de las lámparas ni la luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará” Ap. 22, 5

lunes, 18 de julio de 2011

"La niña de tus ojos..."


Lucia se mira al espejo. Le cuesta reconocerse en ese reflejo. No le gusta lo que ve. Se siente fea, horrible y  despreciable a los ojos de los demás. No está conforme con su cuerpo. Siempre fue motivo de burla. No tiene amigas. Las lágrimas recorren su rostro. Llora una pena sin consuelo. No recuerda haber escuchado de sus padres frases como: “Te quiero”, “Sos hermosa”, “Sos lo mejor que nos pasó en la vida”.
Desearía no tener que salir más a la calle, desearía que la tierra la tragase, desearía ocultarse en un rincón y desvanecerse rápidamente.
Con sólo 14 años nunca se sintió amada. Necesita un gran abrazo, el abrazo que le demuestre que vale la pena estar viva.  

“Lo halló en una tierra desierta, en la soledad rugiente del desierto. Lo abrazó y lo protegió. Lo cuidó como a las niñas de sus ojos.” Deuteronomio 32, 24.

No vamos por la vida solos, Él nos acompaña. Nos libera del desierto en el que transformamos nuestra existencia, nos quiere abrazar y proteger. Nos quiere cuidar como a las niñas de sus ojos. Nos ama, y quiere que nos dejemos amar por él.
Si el mundo no te elige, si no pasás ningun casting de televisión, si nunca lográs ser una estrella de cine, no te preocupés, él ya te eligió. Si el mundo no te ama, y te devuelve con espina todo lo que hacés, no te preocupés, Él ya te amó.  
Somos obras de sus manos, somos el brillo de sus ojos, lo más preciado para Dios, somos aquello por lo que Jesús vino al mundo.

"Guárdame como a la niña de tus ojos; Escóndeme bajo la sombra de tus alas" Salmo 17:8

¡Quién nos enseñó que somos despreciables! ¡Quién nos metió en la cabeza que no valemos nada! Dios no hace basura, no lo olvides. Dios no hace basura, recuérdalo a cada instante.
En el relato de la creación del Génesis, cuando Dios crea el mundo, ante cada creación repite “Y vio que era bueno”. Pero cuando crea a la mujer y al varón dice: “Y vio que era muy bueno” Gn 1, 31. Somos lo muy bueno creado por Dios, sos lo muy bueno creado por Dios. No dejés que te digan lo contrario.
Hay personas resentidas y frustradas que no hacen más que transmitir sus frustraciones, que nunca pudieron alcanzar sus sueños y por eso no dejan que otros los alcancen. Nos encontraremos siempre con este tipo de personas, que trataran de borrarnos la sonrisa, que trataran de lastimarnos. A cada una de ellas debemos decirle que Dios las ama. Sólo así podremos empezar a cambiar al mundo.
Si sos padre, si tenes hijos, si estás junto a los jóvenes, no dejés de decirle lo importante que son, lo hermosos que son, lo valiosos que son para vos y en especial para Dios.
Dios quiere acobijarnos en su Amor, en sus brazos de Padre. Pidámosle que nos guarde siempre, que nos proteja como a la niña de sus ojos.

Andrés Obregón

martes, 5 de julio de 2011

Volver a Casa... - El Pecado

Esta es la historia del hijo, que teniéndolo todo en la casa del padre, un día le pide la herencia y se aleja de su casa. Esta es la historia de aquel que teniéndolo todo se alejó. Es la historia del hijo que malgastó todos los bienes y cayó de apoco en un gran pozo. Es la historia de aquel que terminó tan bajo que estando hambriento decidió comer la comida de los cerdos. La historia de aquel que prefirió comer basura, vivir entre la basura, hacer de su vida una basura. Esta es mi historia, la historia de mi fracaso. Y también es la historia de mi regreso a la casa del Padre.


En mis años de juventud pensaba y me decía a mi mismo: “Yo soy libre y hago lo que quiero”. Como el hijo prodigo ansiaba la libertad lejos del “control” de mi padre, deseaba hacer lo que se me diera la gana. Por eso me alejé de la casa del padre. Muchas veces pensamos que ser libre es no tener límites, muchas veces queremos ser libres pero sentimos que la Ley nos frena. Una ley que siempre me está marcando lo que no puedo, lo que no debo. Pero si prestamos atención, todas las cosas en el mundo, en la naturaleza, en el universo están regidas por leyes. Leyes que no vemos pero que hacen posible que las cosas funcionen. Como la ley de la gravedad, ¿Dónde está escrita esta ley? ¿Por qué nos caemos para abajo y no para arriba? Sin esta ley, y sin otras el mundo sería un caos.

Esta ley natural está grabada en la naturaleza, esta ley natural es la ley que está grabada en nuestro corazón, desde el momento en que hemos sido creados (todo ser la lleva grabada en su naturaleza). Llegado el momento, Dios también quiso comunicarle al mundo, al hombre su ley. Por eso en el monte Sinaí, llamó a Moisés para entregarle sus 10 mandamientos. A veces pensamos que este es un invento de la religión, pero vemos que incluso en las culturas que no conocen a Dios existen leyes muy parecidas a los 10 mandamientos. Dice la palabra de Dios: “Cuando los paganos, que no tienen ley, guiados por la naturaleza, cumplen las prescripciones de la ley, aunque no tengan ley, ellos son ley para sí mismos, y demuestran que lo que ordena la ley está inscrito en sus corazones” Romanos 2, 14 -15

Sintiéndome libre, sin leyes que cumplir me lancé al mundo. Pero como las leyes están grabadas en mi corazón, ¿Cómo alejarme de ellas? Quería ser libre, por eso hice mi propio camino, sin entender que los mandamientos, son consejos amorosos de un padre que quiere que seamos felices en la vida. Y en todo lo que hice fracasé. El fracaso fue grande. Y me causaba tristeza, tristeza porque no podía alcanzar lo que deseaba, tristeza porque cuando lo alcanzaba, no era verdaderamente lo que me llenaba. ¡Cuánto me constó entender que Dios nos corrige para nuestro bien! Hasta que un día leí lo siguiente en la biblia: “¿Hay algún hijo que no sea corregido por su padre? Si Dios no los corrigiera como lo hace con todos, ustedes serían bastardos y no hijos. Después de todo, nuestros padres carnales nos corregían, y no por eso dejábamos de respetarlo. Con mayor razón, entonces, debemos someternos al Padre de nuestro espíritu, para poseer la Vida. Porque nuestros padres nos corrigen por un tiempo breve y de acuerdo con su criterio. Dios en cambio nos corrige para nuestro bien, a fin de comunicarnos su santidad. Es verdad que toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y no de alegría; pero más tarde, produce frutos de paz y de justicia.” Hebreos 12, 7-11.

Muchas veces decimos que pecamos porque somos hombres, porque está en nuestra naturaleza pecar. Al contrario, pecamos porque somos “poco hombre”. Otras veces decimos que pecamos porque la naturaleza nos lo pide ¡Para que tenemos la inteligencia y la voluntad! Otras veces decimos que pecamos porque los mandamientos son “imposibles de cumplir”, recordemos la promesa que Dios nos hace en su palabra: “Dios es fiel, y él no permitirá que sean tentados más allá de sus fuerzas. Al contrario, en el momento de la tentación, les dará el medio de librarse de ella, y los ayudará a soportarla. 1 Cor. 10, 13

Por eso el pecado es el rechazo de la verdad, y el rechazo del amor de Dios que nos indica cuál es nuestro verdadero bien. Directa o indirectamente es desprecio de Dios y de su amor. El pecado corta en nosotros el hilo directo con la vida y da la muerte del alma. Como la enfermedad debilita y destruye el cuerpo, así el pecado es aquel cáncer espiritual que debilita y mata la vida del espíritu.

El pecado de apoco nos vuelve esclavos, nos esclaviza, crea adicción y se agrava con cada vez que lo repetimos si no le ponemos freno. El pecado nos destruye. Nos separa de Dios. Él tiene un Sueño para cada uno, un proyecto para que seamos felices. El pecado nos aleja de ese sueño. El pecado daña a los que nos rodean, a los que queremos, pero por sobre todo nos daña a nosotros mismos. El pecado produce desorden en nuestro organismo como la gula, rebaja nuestra condición humana como cuando nos emborrachamos. El pecado nos causa un mal psíquico, nos causa irritación, nos produce tristeza, remordimiento y acusación de nuestra conciencia. El pecado es un mal social: las guerras son fruto de la ambición. El pecado es mal sobrenatural: nos quita la gracia.

¡Cuántas veces el pecado me robó la felicidad, la paz, la tranquilidad!¡Cuántas veces me encontré comiendo la comida de los cerdos, viviendo como esclavo, cuando yo había sido creado para ser hijo de Dios! Pero Dios que es fiel, no nos deja solos. Nos dio la inteligencia: un don preciado para conocerlo y amarlo, para buscarlo y descubrirlo en la grandeza de la Creación. Y cuantas veces utilice esa inteligencia para pecar de pensamiento, para planear venganzas, odios, envidias, para creerme mejor que los demás pecando de soberbia.

Dios nos dio también el Habla: para comunicarnos, para consolarnos, para propagar la gloria de Dios… y sin embargo: cuántas mentiras, chismes, críticas, calumnias, difamaciones.

Dios nos dio la vista: para ver y deleitarnos en la belleza, de la Creación. Y…¿Para qué usamos la vista? Para profanar con nuestras mirada el cuerpo de los demás, para desear los bienes de los demás.

Dios nos dio todo nuestro cuerpo: Una obra maestra salida de las manos del Creador…¡Y con qué facilidad dañamos nuestro cuerpo con las drogas, el cigarrillo, el alcohol, la lujuria!

Después de todo lo escrito, pensemos que todo lo que hacemos es pecaminoso, pero existen ciertas condiciones para que haya pecado:

• Saber: Tengo que tener claro conocimiento de lo que hago va en contra de las leyes de Dios, tengo que tener claro que me alejó del amor de Dios. Aquí entra en juego nuestra inteligencia.

• Querer: Para que haya pecado debo tener consentimiento, debo querer pecar sabiendo que lo que estoy haciendo está mal. Aquí juega su papel importante la voluntad.

Por otro lado dice la palabra de Dios: “Aunque toda maldad es pecado, no todo pecado lleva a la muerte”. 1 Juan, 5, 17. Si el pecado es grave, se dice que es un pecado mortal. Si es de poca importancia, se dice que el pecado es venial. Además existe un pecado poco conocido, es el pecado de Omisión, que consiste en dejar de hacer el bien que debo hacer. Algunos dicen: “yo no mato ni robo, no tengo pecados”. Pero la palabra de Dios dice: “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, lo hacemos pasar por mentiroso, y su palabra no está en nosotros. 1 Juan 1, 8-10. Porque cuando callamos cuando debería denunciar a los que roban, también estoy pecando, porque cuando alguien defiende el aborto y yo no digo nada, también estoy pecando. Cristo vino para que tuviéramos vida, y Vida en Abundancia (Jn. 10, 10) y pedirá cuenta en el día del juicio: “Yo tuve hambre y no me diste de comer” (Mt. 25, 31). En el día del juicio no sólo seremos examinados por el mal que hicimos, sino por el bien que dejamos de hacer.

¡Cuánto me constó darme cuenta que en la casa del Padre podía estar mejor! ¡Cuánto me constó comprender que lo tenía todo, y que lo había perdido por cosas que realmente no valían nada! ¡Cuánto me constó entender que Dios me amaba y que me había dado todas las herramientas para estar bien, para salir del pozo, del chiquero, de la basura!

¿Y cómo podemos evitar el pecado? La mejor forma es amando. Recordemos: “Sobre todo, ámense los unos a los otros profundamente, porque el amor cubre todos los pecados.” 1 Pedro 4, 8. El amor cubre todos los pecados, por eso cuando Cristo murió en la cruz nos demostró su infinito amor, y con su muerte pagó todas nuestras deudas. Desde entonces ya no somos más deudores, desde entonces ya no somos más esclavos, Cristo pagó con su sangre un gran precio, nos rescató de la muerte. Debemos vivir como salvados, debemos vivir como agradecidos que ya han sido salvados. Debemos amar, amar a Dios, amar al prójimo, amarnos a nosotros mismos. Debemos cultivar nuestra inteligencia y voluntad. Debemos huir de todas las ocasiones que nos lleven al pecado, y decir bien fuerte la oración que casi de memoria decimos en el Padre nuestro: “No nos dejés caer en la tentación, y líbranos del mal”.

Cuando me di cuenta de lo mal que estaba, emprendí viaje a la casa del padre, pensando que no iba a recibirme, que me iba a rechazar, que me iba a reprochar. Pero ahí estaba él, con los brazos abiertos, esperándome, respetando mi libertad, y deseando que yo volviera.

Aunque pensemos que los mandamientos son difíciles de cumplir, recordemos bien las siguientes palabra: “Que la única deuda con los demás sea la del amor mutuo: el que ama al prójimo ya cumplió toda la Ley. Porque los mandamientos: No cometerás adulterio, no matarás, no codiciarás, y cualquier otro, se resume en este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. El amor no hace mal al prójimo. Por lo tanto, el Amor es la Plenitud de la Ley.” Romanos 13, 8-10

Andrés Obregón

domingo, 1 de mayo de 2011

Cuando era niño pensaba como niño...

Lo que más le molesta a Miriam no es que su madre le utilice la ropa, sino que muchos de sus compañeros varones visiten su casa con la sola intención de ver a su mamá. Una de 15 y la otra de 34. La competencia muchas veces es feroz y la pelea interminable. Karina dice que quiere ser amiga de su hija, pero Miriam la mayoría de las veces preferiría que se comportara como una madre.

Carlos y Dilan salen todos los viernes. Dilan conduce a toda velocidad, a pesar de haber bebido varias cervezas. Este le dice a Carlos que tiene que ser hombre y le enseña cómo levantarse a todas las chicas que pasan a su lado. Dilan es el padre, Carlos el hijo.

Lo que no comprende Dilán, es que muchas veces Carlos se ve intimidado y apabullado por su padre. Le gustaría tener su propio espacio, en donde su padre no le robe el protagonismo.



"Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño; pero cuando llegué a ser hombre, dejé las cosas de niño." 1 Corintios 13, 11.


¡Cuántos jóvenes solos! Son muchos los jóvenes que tienen que arreglarse ellos solos con la vida, porque le faltan modelos. Son muchos los jóvenes que crecen solos y parecen huérfanos. Esta generación es una generación sin padres. Aunque parezca dura esta frase.


Muchas veces se critica a los jóvenes porque son irresponsables, porque faltan el respeto y por tantas cosas más. Pero los jóvenes siempre fueron así, siempre fueron rebeldes. Los jóvenes no cambiaron, cambiamos los adultos que dejamos de ser adultos, cambiamos los adultos que empezamos a comportarnos como jóvenes.

¿Cómo podemos recriminarles a los jóvenes por sus actitudes, si no tiene buenos modelos para imitar? ¿Somos buenos modelos?


Jóvenes, Cristo es el modelo en el que tienen que mirarse. Aprender de él, copiar sus actitudes, actuar como él actuó. Él tiene que ser tu ideal.


Y para nosotros los adultos, si bien Cristo es el modelo por excelencia, tenemos que ser reflejo de Jesús. Los jóvenes necesitan un modelo vivo y actual, un modelo que les diga que es posible seguir a Cristo, que es posible vivir como cristiano.
¡Adultos, ya somos Adultos! ¡Cuántos mayores se quedan en el tiempo! Muchos nunca crecieron, o en algunos casos quemaron muchas etapas durante su juventud y hoy quieren recuperar el tiempo perdido. ¡Cuántos adultos eternos Peter Pan!


Es tiempo que dejemos las cosas de niños y encaremos proyectos de adultos, proyectos más comprometidos, proyectos que cambien la realidad. Ya no podemos estar con niñería, podemos mucho más. Los jóvenes nos están reclamando, los jóvenes nos necesitan. Lleguemos a ser Hombres y Mujeres, con todas las letras. Pidamos al Espíritu Santo que nos de fuerzas para crecer y asumir un mayor compromiso.


lunes, 21 de marzo de 2011

El intento...

El intento

Aunque tu cuerpo se revele, tú intenta.

Aunque tus defensas te mantengan indefensa, tú intenta.

Aunque el camino sea una gran cuesta, tú intenta.

Intenta, porque no queda otra, tú intenta.

Porque el abandono no es salida, tú intenta.

Aunque se caigan los pétalos, tú intenta.

Sabiendo que no estás sola, tú intenta.

Aunque la noche sea oscura, y el día te parezca gris, tú intenta.

El universo conspira a nuestro favor, tú intenta.

El Dios de la vida, es vida, tú intenta.

Porque nada es tan definitivo y final, tú intenta.

Encuentra tu paz en la oración y el silencio, tú intenta.

En el amor, el compromiso, y la paciencia, tú intenta.

Aunque los nervios te traicionen, tú intenta.

Porque siempre hay colores en el Artista de la creación, tú intenta.

Porque la vida es continuo intento, tú intenta.

Paso a paso, despacio y sin pausa, tú intenta.

Intenta, que el intento sea el grito más fuerte que haz dado en tu vida,

Intenta, intenta y no pares de intentar.

Y cuando no quede aliento, descansa … tomando fuerzas para seguir intentando.

viernes, 11 de marzo de 2011

Jóvenes Violentos...

/violenciajuvenil

“…los Violentos intentan arrebatarlo”
Guillermo Joel Cáceres era un joven de 16 años. Vivía en Córdoba. Como cualquier otro joven tenía un fotolog en Internet. Él era flogger.

Digo “Era” porque fue asesinado el domingo 21 de diciembre del 2008, a la madrugada cuando salía con sus amigos de una disco. Un grupo de adolescentes los increpó por ser floggers. "Al salir del boliche había una barrita que nos empezó a gritar cosas. Uno de nuestros amigos les contestó, empezaron a seguirnos y corrimos. Pero a Guillermo lo tiraron al piso y lo patearon", cuenta Juan Pablo, amigo del chico asesinado.

El domingo pasado, cuando salía del boliche Fantástico de Balvanera, Jano Fernández (20) fue interceptado por tres chicos que le pegaron con un bate de béisbol en la cabeza. Murió. Dos días después, a Micaela Ferreyra (16) un balazo le perforó el cuello. La discusión empezó en otro boliche, esta vez de Quilmes, y siguió afuera. Murió. El 7 de febrero, Eduardo Esteban López fue a bailar a “El Paraíso”, en González Catán. A la salida le pegaron cinco balazos y también murió. En diciembre último, Nicolás Collazo fue a bailar a Moreno. Quedó en medio de una pelea. Lo atacaron por atrás con una botella. Murió.

“Cuando le pegás a alguien, ¿Qué sentís?” “Siento que descargo toda mi bronca, toda la furia que tengo acumulada, toda la presión, toda mi angustia”…Así o parecida sería la respuesta que nos daría un joven si tuviéramos la valentía de preguntarle, de comunicarnos y dialogar con él…

Cada día vemos con dolor, que los jóvenes son protagonistas de esta violencia… Ya de por sí, la juventud es una etapa en que la persona está cargada de una gran fuerza, de una gran energía. Entonces, un ambiente de violencia, de intolerancia, de agresión ejerce una presión adicional día a día, y esa gran fuerza se va transformando en bronca. Unas imágenes, unas palabras, unos gestos, la más pequeña provocación puede hacerlos estallar…por eso la raíz del problema es: qué hacemos con esas fuerzas, cómo ayudamos a los jóvenes para que canalicen todo lo que sienten…

Se palpitaba un clima de mucha tensión, Juan el Bautista había sido censurado, perseguido, encarcelado y luego será decapitado. El mensajero debía ser callado, como advertencia, como señal para quien quisiese recorrer el mismo camino, para quien quisiese abrir paso al nuevo Reino.


Desde la cárcel, Juan mandará a sus discípulos a preguntarle a Jesús si es Él el que debía venir. Entonces Jesús, hablaría a la multitud: “Desde la época de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos es combatido violentamente y los Violentos intentan arrebatarlo” …”Aprendan de mí, que soy manso y humilde de Corazón”. (Mateo 11, 12. 29)

La violencia se opone al Reino. La violencia terminará con la vida de Juan el Bautista, y llevará a la cruz a Jesús. Pero será el mismo Jesús el que dará la solución a la violencia: “poner la otra mejilla”(Mt 5, 39). Una locura para su época, un delirio para cualquier época. La muerte de Guillermo, es parte de esa fuerza destructiva, y ante esta misma fuerza, Jesús opone una fuerza creativa. Una fuerza que actúa con inteligencia y amor. Porque aunque el Maestro sabe que le espera una muerte violenta, no la espera pasivamente, sino que sigue con su misión, se preocupa por los que sufren, sana a los enfermos, enseña a los discípulos. Por eso para Jesús, ser manso es mucho más que ser indiferente.

Cuando un joven actúa con bronca expresa su interior, expresa lo que siente, lo que le está pasando por dentro. El desafío es transformar esa fuerza destructiva en fuerza creativa. El desafió es que los jóvenes expresen sus sentimiento a través del arte, de los deporte, de la solidaridad. El desafió para muchos jóvenes es el no tener oportunidades para realizar estas actividades. El desafío es que los mayores den respuestas reales a sus necesidades, y no que combatan la violencia con más violencia, con mano dura, con gatillo fácil. Porque la “violencia engendra más violencia”

El cristiano debe oponerse a la violencia, debe decirle ¡no! a la violencia, no puede aceptar cualquier forma de violencia, de intolerancia, de discriminación. El cristiano debe saber que la indiferencia no es la solución que propone Jesús: la solución es la solidaridad, la comprensión, el diálogo. Los jóvenes tienen que creer en eso, deben alejarse de cualquier manifestación que implique violencia, pero también deben ayudar a aquellos jóvenes que están sumergidos en realidades desfavorables con soluciones creativas donde pongan todas sus fuerzas.

La violencia es fruto de este mundo, en por eso que en nuestra oración debemos pedir para los jóvenes “los frutos del Espíritu: amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad, confianza, mansedumbre y temperancia.” (Galatas 5, 22-23)

La mansedumbre que nos propone Jesús, no es ser pasivo ante los problemas de la sociedad, la mansedumbre de Jesús es una fuerza creadora capaz de “hacer nuevas todas las cosas”.(Apocalipsis 21, 5)

El encuentro con Jesús, el encuentro con Dios es lo que los jóvenes necesitan. Dios puede transformar incluso al más violento. “¿Crees esto?” (Jn 11,26)



Andrés Obregón

jesus-te-llama@hotmail.com

jueves, 10 de marzo de 2011

Sin pelos, dominado y ...... sin identidad

Hay un cuento que dice que hace mucho tiempo un señor se caso con dos mujeres de distinta edad, una menor que él y otra mayor.

La que tenía mas edad se quejaba de que siempre la confundieran con la madre del señor (que en verdad era su esposo) y tenía cierta bronca hacia la otra esposa de su pareja, entonces cuando su esposo se iba a dormir ella se acercaba y con la intención de “peinarlo” le arrancaba los pelos de color oscuro así le quedaban las canas y no parecían de edades tan distintas.
La esposa mas joven al ver esto pensó que si su esposo tenia muchas canas la iban a confundir con una hija y por eso también se puso a “peinarlo”, arrancando todas las canas que veía.
Al poco tiempo este señor quedo pelado, y aunque sabia que le arrancaban los pelos a propósito no decidió a hacer nada porque las quería a las dos.
Este cuento fue escrito por un señor llamado Esopo hace más de 2600 años, también escribió el cuento de la tortuga y la liebre y otros más.
Todos alguna vez fuimos (o somos) como este señor, tenemos que tomar una decisión y dejamos pasar el tiempo esperando que pronto las cosas se van a acomodar solas sin intervención nuestra aunque nosotros hayamos generado en lío, situación o problema.
Hay tiempos para esperar y tiempos para actuar, los tiempos de esperar a veces son difíciles de soportar porque estamos ansiosos y queremos hacer las cosas ya, pero los tiempos de actuar son tiempos en los que nos tenemos que jugar por lo que consideremos correcto.
El señor de la historia se quedo pelado, a lo sumo no es un problema tan grande si se compara con un adolescente que esta siendo presionado para fumar, beber, drogarse o tener relaciones sexuales. Siente que algunas personas adultas le arrancan pelos para que parezca más “buenito” y simpático, mientras que algunos que se hacen llamar amigos lo tiran para otro lado presionándolo para hacer cosas que ellos mismos saben que no los va a llevar a buen fin.
Acá aparece Jesús, pegándole en la mano a los que arrancan los pelos y aceptándonos tal cual somos, con nuestras canas y pelos negros. El nos dice no te voy a arrancar ningún elemento de tu personalidad, te voy a amar y vas a crecer conmigo.
Esto es evangelio, esto es vida verdadera. Muchos cristianos se creen más cristianos que Jesús y se ponen como jueces y no como hermanos de amor que es lo que deberíamos hacer.
Al señor de la historia le falto decir: ¡no me arranquen los pelos! ¡Soy una persona con pelos negros y canas y no un muñeco de un juego!
Seamos amigos de Alguien que verdaderamente nos ama y no juguetes de las opiniones.

Lean Yñiguez

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