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“…si conocieras el don de Dios”
Claudia siente un gran vacío en su vida. Sale todas las noches en busca de nuevas sensaciones. El frenesí de la cumbia, el rock y la marcha la calman a media, pero siente que le falta algo más. Los novios no le duran mucho, no le dan lo que ella necesita. Tiene una sed indescriptible, y la trata de calmar con cervezas, vino y otras bebidas.
Sin embargo siempre es poco. Le gusta andar en su moto a toda velocidad, el viento en la cara es casi un alivio para el ardor que siente. Últimamente empezó a cortarse pequeñas heridas en la piel, y un amigo le ofreció droga.
Junto a sus discípulos, Jesús se acercó a la ciudad de Samaria. Fatigado se sentó cerca de un pozo de agua. Mientras los apóstoles fueron a comprar provisiones al pueblo. Era el mediodía.
Una mujer se acercó al pozo buscando agua, al ver a Jesús lo ignoró, pues era un hombre y extranjero y se le prohibía hablar con ellos. Pero Jesús la miró y le dijo: “Dame de beber”. La samaritana sorprendida respondió, mientras trataba de no mirar al extraño:“¡Cómo! ¿Tú que eres judío me pides de beber a mí, que soy samaritana?” Jesús le respondió: “si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘dame de beber’, tú misma se lo hubieras pedido y él te habría dado agua viva”. Intrigada la samaritana esta vez se atrevió a mirarlo, y le respondió: “Señor, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva?” Jesús respondió: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed”. La samaritana se puso contenta y contestó: “Dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla”. (Jn 4, 1-42)
Al parecer la samaritana no entiende a Jesús. Ella está concentrada en las cosas materiales, como Claudia. Pero Jesús le está ofreciendo algo distinto. La samaritana y Claudia tienen sed. Cinco maridos ha tenido la primera, cinco maridos que dejan en evidencia la búsqueda continúa de algo que falta y no se puede saciar. Búsqueda vana, cuando no se sabe por dónde buscar.
El encuentro de la samaritana con Jesús no es casual. Ella va conociendo a Jesús. Primero lo llama judío, luego señor, más adelante profeta, y casi a lo último de la lectura se atreverá a plantearse si no será el Mesías. Y a medida que lo va conociendo también ella va cambiando. Había venido a buscar agua, pero dejará todo, incluso el balde por salir a anunciar al pueblo su hallazgo. El encuentro con Jesús cambia a la samaritana, y da nuevo sentido a su vida.
Claudia busca respuesta en las cosas del mundo, en lo material, y de alguna forma escapa sin enfrentar verdaderamente el problema: Su sed de Dios…sólo Él puede calmar la sed que tenemos.
¿Te animas a beber del Agua Viva?
Andrés Obregón
jesus-te-llama@hotmail.com
Claudia siente un gran vacío en su vida. Sale todas las noches en busca de nuevas sensaciones. El frenesí de la cumbia, el rock y la marcha la calman a media, pero siente que le falta algo más. Los novios no le duran mucho, no le dan lo que ella necesita. Tiene una sed indescriptible, y la trata de calmar con cervezas, vino y otras bebidas.
Sin embargo siempre es poco. Le gusta andar en su moto a toda velocidad, el viento en la cara es casi un alivio para el ardor que siente. Últimamente empezó a cortarse pequeñas heridas en la piel, y un amigo le ofreció droga.
Junto a sus discípulos, Jesús se acercó a la ciudad de Samaria. Fatigado se sentó cerca de un pozo de agua. Mientras los apóstoles fueron a comprar provisiones al pueblo. Era el mediodía.
Una mujer se acercó al pozo buscando agua, al ver a Jesús lo ignoró, pues era un hombre y extranjero y se le prohibía hablar con ellos. Pero Jesús la miró y le dijo: “Dame de beber”. La samaritana sorprendida respondió, mientras trataba de no mirar al extraño:“¡Cómo! ¿Tú que eres judío me pides de beber a mí, que soy samaritana?” Jesús le respondió: “si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘dame de beber’, tú misma se lo hubieras pedido y él te habría dado agua viva”. Intrigada la samaritana esta vez se atrevió a mirarlo, y le respondió: “Señor, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva?” Jesús respondió: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed”. La samaritana se puso contenta y contestó: “Dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla”. (Jn 4, 1-42)
Al parecer la samaritana no entiende a Jesús. Ella está concentrada en las cosas materiales, como Claudia. Pero Jesús le está ofreciendo algo distinto. La samaritana y Claudia tienen sed. Cinco maridos ha tenido la primera, cinco maridos que dejan en evidencia la búsqueda continúa de algo que falta y no se puede saciar. Búsqueda vana, cuando no se sabe por dónde buscar.
El encuentro de la samaritana con Jesús no es casual. Ella va conociendo a Jesús. Primero lo llama judío, luego señor, más adelante profeta, y casi a lo último de la lectura se atreverá a plantearse si no será el Mesías. Y a medida que lo va conociendo también ella va cambiando. Había venido a buscar agua, pero dejará todo, incluso el balde por salir a anunciar al pueblo su hallazgo. El encuentro con Jesús cambia a la samaritana, y da nuevo sentido a su vida.
Claudia busca respuesta en las cosas del mundo, en lo material, y de alguna forma escapa sin enfrentar verdaderamente el problema: Su sed de Dios…sólo Él puede calmar la sed que tenemos.
¿Te animas a beber del Agua Viva?
Andrés Obregón
jesus-te-llama@hotmail.com
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