viernes, 4 de marzo de 2011

El reflejo...

Había una vez un hombre que sentía una gran sed. Aunque probaba con muchas bebidas, nada lograba calmar la sequedad que experimentaba.


Un día, un anciano muy sabio le dijo que esa sed que él estaba sintiendo solo se podía calmar con el agua de una laguna especial. Allí, le comentó, encontraras Agua Viva, y nunca más volverás a tener sed.

Entonces, después de pensarlo mil veces, decidió dejar todo y marchar en la búsqueda de esa agua. Lo peor de todo, era que nadie sabía muy bien donde encontrarla, y por más que preguntaba, todos estaban desconcertados. Algunos no tenían ni idea de qué hablaba ese hombre. Ni siquiera el anciano pudo orientarlo.

Partió rumbo al norte, cruzó cerros, valles y quebradas. Y en tierras lejanas empezó a encontrar pistas, señales que le marcaban el camino.

Finalmente, cuando ya no tenía más fuerza para continuar, cayó rendido. Entonces ahí, descubrió un gran lago. No podía creer que antes no lo había visto. Desesperado tomó un trago de esa agua cristalina y fresquita.

Cuando recuperó las fuerzas que había perdido se acercó nuevamente y se miró en el reflejo del lago. Entonces vio una imagen distinta, una imagen horrorosa, deforme. Asustado se echó hacia atrás. No era esa su imagen, se dijo. Él era distinto, era bello y sin defecto. Volvió a mirarse por las dudas de que hubiese visto mal, pero solo veía a alguien distinto, extraño.

De pronto lo asaltó el miedo, se le ocurrió pensar que a lo mejor esa imagen que veía en el lago era su verdadera imagen. Pero no, no podía ser. Negándolo salió corriendo. Cuando estuvo lejos, volvió a sentir sed. Deseaba volver, pero temía enfrentarse con esa imagen horrenda que reflejaba el lago. Entonces se le ocurrió que podía beber con los ojos cerrados. Se acercó lo más que pudo a la orilla, cerró los ojos, y se agacho para beber. Pero algo había cambiado, el agua era amarga, distinta a la primera vez. El agua ya no saciaba su sequedad.

Desesperado abrió los ojos, y el reflejo del agua lo volvió a impactar, causándole mucho más dolor. Sin poder aguantarlo se alejó corriendo nuevamente. Hasta que de pronto tropezó con otras personas. Entonces se dio cuenta que las mismas llevaban unos cantaros repletos de agua.

Pensó que podías pedirles de beber, ya que el agua de estos cantaros también provenían del mismo lago. Las personas lo más amable extendieron su brazos y le ofrecieron de sus aguas. Pero cuando iba a tomar, nuevamente, veía en cada una de ellas un reflejo diferente. Disgustado, no podía tomar de ninguna de ellas.

Pasaron los días y la sed se hizo mucho más aguda. Hasta que no aguanto más y resignado marchó rumbo al lago. Esta vez no intentaría ningún truco y enfrentaría esa imagen extraña y desconocida.

Respiro profundo y se miró en el reflejo. En algunos momentos veía a un hombre orgulloso, en otros veía un hombre solo y triste, después el agua le ofrecía la imagen de un hombre egoísta. Pero la imagen que más le dolía, era la de un hombre miedoso. Ya no podía seguir negándolo, esas eran sus imágenes, ese era él, era su realidad. Entonces se hecho a llorar. Las lágrimas salían de sus ojos como un gran río y caían precipitadamente en el lago.

Con los ojos empapados, volvió a mirar hacia el agua y aunque seguía viendo esas imágenes horrorosas, observó en el fondo un pequeño brillo. Tal descubrimiento lo llenó de alegría, porque se dio cuenta que todo en él no era malo. Aceptó que aunque tuviera muchas cosas malas, había en él cosas bellas. Entonces volvió a llorar, pero esta vez de emoción, pues no podía estar más que agradecido con ese lago que le había mostrado su verdadera imagen.

Cuando paró de llorar, miró nuevamente hacia el agua y entonces descubrió a un hombre completamente nuevo. Tomó del Agua Viva, que ahora también tenía un poco del agua de sus lágrimas. Y hasta se zambulló en ella, y quedó todo mojado.

De pronto volvió a pensar en todas esas personas que no conocían ese gran lago y sobre su agua especial, y que ni siquiera sentía la sed verdadera porque la ahogaban con bebidas momentáneas. Entonces sintió que el agua en un profundo arrullo le pedía que trajera a sus orillas a muchas personas que andan por el mundo sedientas del Agua Viva. Entonces con miedo aceptó la misión, pero esta vez sabía que dentro de él también había un pequeño brillo y también había Agua Viva.
Andrés Obregón

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