sábado, 22 de junio de 2013

"¿Quién dice la gente que soy yo?"











De niño le dijeron que se portara bien porque si no Dios lo iba a castigar. En la Iglesia le dijeron que Dios tenía anotados todos sus pecados para reclamárselo en el día del juicio. En la escuela le dijeron que Dios no existía, que era una idea inventada. Cuando preguntó quién era entonces Jesús, le dijeron que era un loco, que no era el hijo de Dios y que nunca había resucitado. En un documental en la tele, escuchó que el cristianismo fue un invento de un emperador romano hace mucho tiempo. En otras religiones le dijeron que Jesús era solamente un maestro espiritual. Otros les dijeron que fue un simple profeta. Otros le dijeron que Jesús se le había aparecido a los aborígenes de América, antes de la llegada de Colón. También le dijeron que Dios da y quita, que pone pruebas a aquellos que lo siguen, que para que te de algo había que hacer un sacrificio…

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado". "Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro, tomando la palabra, respondió: "Tú eres el Mesías de Dios". Y él les ordenó terminantemente que no lo anunciaran a nadie, diciéndoles: "El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". Después dijo a todos: "El que quiera seguirme, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí, la salvará". Lc 9, 18-24


¡Cuántas cosas se escuchan sobre Dios! ¡Cuántas más se escuchan sobre Jesús! ¿Se pusieron a pensar alguna vez en todo lo que se dice? Nuestros tiempos no son muy diferentes a los tiempos de Jesús. Él les pregunta a los discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Hoy también hay muchas voces que intentan confundirnos, que intentan convencernos que estamos equivocados. Parece que nunca vamos a poder librarnos de ellas y tendremos que aprender a convivir con todas esas voces. Pero no importan tanto lo que la gente piense o diga. Lo importante es lo que nosotros creamos, por eso Jesús vuelve a hacer una pregunta pero esta vez más personal: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?".
Claro está que muchos de nosotros, que ya recibimos formación religiosa, diríamos sin dudar como Pedro: “Tu eres el mesías”.  Aunque la pregunta de Jesús encierra mayor profundidad. Nos está preguntando qué imagen de él transmitimos con nuestras acciones cotidianas, con nuestros actos, con nuestras actitudes. 
Cuando vemos un edificio bien construido, enseguida pensamos en el buen arquitecto que lo construyó. Cuando vemos a una persona bien educada, pensamos en los padres que lo criaron. Cuando nos mostramos como cristianos que se viven peleando, viven discutiendo y nunca se ponen de acuerdo: ¿Qué Dios pensará la gente que tenemos? Entonces ¿Qué imagen transmitimos de dios? ¿Cuándo la gente nos mira, que Dios se trasluce a través de nuestras acciones?
¿Cuándo vemos pastores, sacerdotes, maestros espirituales que nunca se acercan a la gente, que nunca están junto al pueblo, que esperan que vayamos hacía ellos, que predican desde sus lugares en donde esta bien acomodados y pasan una buena vida, qué imagen de Dios muestran?
El mensaje de Jesús es fácil: si aceptas lo bueno que tiene seguirlo también tenés que aceptar lo negativo. Nos repite: si aceptas la gloria, no te olvides que hay que pasar por la cruz. Lo que no es fácil es ponerlo en práctica. Nos acostumbramos rápidamente a las cosas buenas de la iglesia, de cierta forma nos sentimos cómodos y protegidos. Y eso está muy bien. Pero eso solo no es ser cristiano, debemos denunciar todo lo que esté mal, aunque nos persigan. Debemos reclamar los derechos de quienes no pueden reclamar. Debemos estar con los que sufren, con los que están solos, con los que no pueden ir a la iglesia, con los que no quieren ir a la iglesia, con los que quedaron fuera de la iglesia. Todo eso es ser cristiano, y si Dios quiere en un momento de nuestra existencia dar la vida por Cristo. Todo eso es ser cristiano. Aunque no nos guste. 
Nos gusta estar cómodos en nuestras iglesias esperando que las ovejas perdidas vuelvan solas. Aunque cualquier pastor sabe, que es muy difícil que una oveja que se perdió vuelva sola, y que si no se la busca inmediatamente se las come el lobo.
Pero antes de vivir todo esto, debemos primero acercarnos a Jesús, porque se podrán decir muchas cosas acerca de Dios o de Jesús, pero es obligatorio que nosotros mismos hagamos nuestro camino de descubrimiento, es necesario que tengamos nuestra propia experiencia. No les pasó algunas veces que alguien le contó acerca de una película, y cuando por fin la pudieron ver no era ni parecida a lo que les habían contado. Nuestra experiencia es importantísima. Quien no tiene experiencia de Dios solo hablará de él en forma teórica. Estamos invitados a encontrarnos cara a cara con Dios. Pero ojo, cuando nos acercamos a Él que es luz, será inevitable que se vean cosas que no queremos ver, será inevitable que tengamos que enfrentarnos primero cara a cara con lo que verdaderamente somos, con nuestras debilidades y miseria, con nuestros dones y cualidades.  
En esta oportunidad Jesús no se define, no dice como en otros casos "Yo soy...", sin embargo aclara cual es su misión, porque es su misión lo que lo define: será su sacrificio, su muerte en Cruz y su resurrección el sello de su identidad más profunda. Y ese debe ser también la marca de nuestra identidad como cristianos. Aquellos que prometen solamente un Dios de la abundancia y la prosperidad que lejos están del verdadero Jesucristo, aquellos que hacer de solamente un show de luces y sonido, que lejos están. 
Esta es la invitación de este domingo acercarnos cada vez más, para conocer a Dios cada vez más: con la mente, y sobre todo con el corazón. Y algún día podamos decir con nuestros testimonio: Dios es amor!

Andrés Nicolás Obregón

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