domingo, 2 de junio de 2013

¿Cuál es tu hambre? ¿Qué tienes para dar?

Jesús habló a la multitud acerca del Reino de Dios y devolvió la salud a los que tenían necesidad de ser sanados. Al caer la tarde, se acercaron los Doce y le dijeron: "Despide a la multitud, para que vayan a los pueblos y caseríos de los alrededores en busca de albergue y alimento, porque estamos en un lugar desierto". Él les respondió: "Denles de comer ustedes mismos". Pero ellos dijeron: "No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta gente". Porque eran alrededor de cinco mil hombres. Entonces Jesús les dijo a sus discípulos: "Háganlos sentar en grupos de alrededor de cincuenta personas". Y ellos hicieron sentar a todos. Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados y, levantando los ojos al cielo, pronunció sobre ellos la bendición, los partió y los fue entregando a sus discípulos para que se los sirvieran a la multitud. Todos comieron hasta saciarse y con lo que sobró se llenaron doce canastas. Lc 9, 11b-17

Hoy vemos a Jesús que levantó los ojos, y al ver al numeroso gentío que acudía a él se da cuenta del hambre del pueblo. A veces creemos que ser cristianos es estar mirando siempre al cielo, o estar leyendo siempre la biblia, o estar rezando siempre. Ser cristianos es ser como Jesús, saber equilibrar todas esas cosas. Debemos como cristianos tener puesto un oído en el evangelio y otro en el pueblo. Solo así podemos interpretar de la mejor forma la palabra de dios, porque podríamos hacer muchas interpretaciones teológicas sobre el significado de esta lectura, pero si esas interpretación no toca nuestra vida cotidiana, de nada sirve. Entonces deberíamos preguntarnos: ¿Qué necesita la gente? ¿Cuál es el hambre urgente que debemos atender?
Creo que unas de las necesidades más urgentes es que las personas desean ser escuchadas. Los jóvenes necesitan ser escuchados, los niños necesitan ser escuchados. Los mayores pocas veces escuchamos. No le ha pasado que cuando alguien le habla, ya está pensando qué decirles, qué contestarle. Creemos que no es tan importante lo que el otro tiene para decir, sino que es más importante lo que nosotros queremos decirle.  A veces no es tan importante el consejo, vale más el oído atento. A veces lo que el otro necesita es descargarse, desahogarse. Frente a esto debemos mostrarnos como personas confiable, capaces de no juzgar, capaces de no prejuzgar. No debemos menospreciar los problemas de los jóvenes, ni minimizarlos. Quizás lo que para nosotros es algo sin importancia, para ellos es asunto de vida o muerte.
Sumado a la necesidad de ser escuchados, está la necesidad de tiempo de calidad. Para poder escuchar se necesita tiempo. Nadie tiene más tiempo que otro. Nadie fabrica tiempo. Se trata de establecer prioridades, se trata de planificar. Con mi esposa los domingos a la tarde nos juntamos a compartir la vida con otros matrimonios y novios. Este tiempo, no nos sobra, pero nadie puede quitarnos este momento, porque ya lo planificamos, ya sabemos que es nuestro, para compartir. Si nuestra prioridad es compartir un tiempo con el otro, ¿Quién podrá quitárnoslo?
También la gente necesita de palabras de afirmación. Palabras que le digan lo mucho que valen, palabras que le expresen lo necesario que son. Vivimos en un mundo que nos roba las palabras. El vocabulario de los jóvenes cada vez es más pobre, pero también cada vez es mayor el empleo de palabras ofensivas. Muchas veces hasta el nombre pierden. Lo más lamentable es que si la juventud está así, es porque los adultos no damos el mejor ejemplo. Son muchas las personas que nunca escuchan un te quiero, que son tratados como basuras, como mugre, como objetos inservibles. La gente necesita que se le afirme que son importante, que son lo bueno hecho por Dios, que son a imagen y semejanza del creador.
Pero también, no podemos hacer como Felipe o Andrés, y mirar para otro lado. Hay mucha gente en Argentina que tiene hambre, que pasa hambre, que tiene una alimentación deficiente. Hay personas con hambre de que les devuelvan la dignidad. La dignidad de un trabajo, y no de un plan. La dignidad de ser reconocidas como personas y no como posibles votantes. La dignidad de un hogar, ganado con un sueldo digno. La dignidad de una educación de calidad. La dignidad de una nación con justicia para todos, no solamente para aquellos que pueden pagar buenos abogados. La dignidad de hospitales que le devuelvan la salud, y no que entren enfermos y se vayan peores o nunca salgan. Es errado el camino cuando se busca entretener a la gente, en vez de darle lo que verdaderamente necesita.
Jesús se compadece de las personas y les da lo que verdaderamente necesitan. En esa ocasión la necesidad es física. Y Jesús no pierde el tiempo haciendo especulaciones. No supone lo que necesitan. No le da palabras cuando en ese momento están hambrientos. Las palabras vendrán después, las enseñanzas las dará en el momento oportuno.
A menudo queremos dar a los demás lo que nosotros pensamos que ellos necesitan.  Y cuando no aceptan lo que les damos, se oyen frases como por ejemplo: “Encima de pobre, delicado”. Debemos darles a las personas lo que las personas necesitan. 
Es seguro que la gente necesita de Dios, seguro que la gente necesita de Jesús. Pero cuando la barriga suena, no se presta atención a otras cosas. Hoy la palabra de Dios quiere llamarnos la atención hacia ese aspecto.
Es un niño el que ofrece lo que tiene, el que trae los panes y el pescado. Con un niño, Dios quiere enseñarnos que no hay nadie, por más pequeño que sea que no tenga nada para dar. Todos podemos hacer algo para mejorar la situación de muchas personas, o aunque sea de una.
Hoy no quiero darte todas las respuestas, quiero dejarte solo estas preguntas: ¿Qué necesita la gente? ¿Cuál es el hambre urgente que debemos atender? Y sobre todo ¿Qué puedo hacer yo para saciar este hambre?

No importa que creas que sea poco lo que tienes para dar, déjalo en manos de Dios que él lo multiplicará. 

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