Julián no se enteró que la peregrinación se había suspendido. Le pareció raro que no hubiera gente, pero no le importó. Tenía que cumplir con la promesa que había hecho. Tenía que sacrificarse y llegar por más que costara. Así estuvo caminando toda la noche. Para cuando llegó al lugar ya estaba amaneciendo y no pudo creer lo que estaba viendo, estaba todo inundado. No podría alcanzar su misión, no podría llegar exactamente al lugar. Angustiado se echó a llorar, luego lo atacó la bronca. Tanto esfuerzo en vano. Volvería resignado sintiendo que le había fallado a Dios. Pero de pronto algo pasó. Vio a muchas personas acampando. Eran evacuados que tuvieron que dejar sus casas por el agua. De pronto lo entendió, ese era el sacrificio que Dios le pedía, ayudar a sus hermanos, amarlos en esta hora de crisis.
Un escriba se acercó a Jesús y le
preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?". Jesús
respondió: "El primero es: 'Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el
único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu
alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas'. El segundo es: 'Amarás a
tu prójimo como a ti mismo'. No hay otro mandamiento más grande que
éstos". El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir
que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el
corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo
como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los
sacrificios". Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le
dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a
hacerle más preguntas. Mc 12, 28b-34
Levanten la mano los que saben
que el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas. Seguro que lo
levantaron todos. Levanten la mano aquellos que saben que el segundo
mandamiento más importante es el de amar al prójimo. Seguro que también varios
la levantaron. Ahora levanten las manos aquellos que aman al prójimo igual que
se aman a si mismos…
Hay muchos que creemos amar a Dios. Pero somos incapaces de amar al
hermano. Hay muchos que hablamos tanto con Dios que lo tenemos mareado. Pero
luego somos incapaces de hablarnos con nuestro prójimo. Hay muchos que estarían
dispuestos a darlo todo por Dios. Pero luego somos incapaces de dar una limosna
al que nos pide para comprar un pan.[1]
El amor a Dios y al prójimo es
más importante que cualquier sacrificio. Equivocados estamos si solamente
peregrinamos y no somos capaces de ayudar a nuestros hermanos. Equivocados
estamos si al salir de nuestras celebraciones nos encerramos en nuestro mundo,
y no le prestamos atención a nuestra familia. Equivocados estamos si son más
importantes las prácticas religiosas que el amor al prójimo. Equivocados estamos si le dedicamos tanto
tiempo a ensayar con nuestra banda de música cristiana, y nos olvidamos de
ayudar, de servir, de compartir con los que más sufren.
En este último tiempo cuantas
frases ofensivas he escuchado, cuanto odio le demostramos a los que piensan distintos.
Nos quejamos de aquellos que gobiernan porque los tildamos de intolerantes,
pero no permitimos que nadie nos haga una crítica. Tildamos a los jóvenes de incapaces,
de drogadictos, de tontos que pueden ser utilizados. Que errados que estamos,
la juventud necesita que les demostremos amor, que le demostremos que creemos
en ellos. Criticamos y hasta decimos que odiamos a los negros que andan con
gorritas. Y luego vamos a la iglesia. ¡Qué ejemplo para aquellos que no creen!
¡Qué testimonio para aquellos que no conocen a cristo!
Vemos por televisión la incapacidad
de los diputados o senadores de ponerse de acuerdo por el bien de la comunidad.
La incapacidad de hablar sin gritos, de expresar opiniones sin insultos. Es ahí
en donde tenemos la misión de poner el amor al prójimo, es ahí en donde tanta
falta hace el amor al prójimo.
Si somos capaces de esforzarnos cada
día para amar a nuestros prójimos, entonces no estamos lejos del Reino de Dios.
Si todavía hay odio en tu vida, pide a Dios que te llene de su Espíritu Santo,
que es el amor de Dios derramado en los corazones.
TENGO UN GRUPO DE JÓVENES EN LA PARROQUIA SANTA TERESA DE JESUS DE GARÍN QUE SE ESTÁN PREPARANDO PARA SU SACRAMENTO DE LA CONFRIMACIÓN SON JÓVENES ALEGRES, LLENOS DE FE Y ESPERANZA EN EL FUTURO, QUE SEGURAMENTE, PORQUE SON DE BUENA MADERA SERÁN LOS MEJORES CON SUS PRÓJIMOS. ES UNA MARAVILLA INICIAR EN LA FE A JÓVENES PUES DE ELLOS SIEMPRE SE APRENDE Y TE CARGAN LAS PILAS. GRACIAS POR LO QUE HAN COMPARTIDO CON NOSOTROS
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