domingo, 11 de noviembre de 2012

La mediocridad del que da siempre lo mínimo.

Era un joven brillante, hábil para aprender, con un futuro prometedor. Pero siempre se sacaba bajas notas. No le gustaba estudiar, siempre iba a los exámenes con lo justo, con lo que se acordaba de las clases. Él sabía que si se esforzaba podría sacarse mejores notas, pero nunca lo hacía. Decía que no quería demostrar cuanto más podía hacer, porque si no siempre le pedirían que se esfuerce más.
Otro joven empezó a trabajar. Siempre llegaba casi sobre la hora. Solo hacía lo que le pedía y se trataba se esforzarse lo evitaba. Él sabía que tenía grandes capacidades, pero no quería demostrarlas porque si no siempre tendría que dar más en el trabajo.


Jesús enseñaba a la multitud: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir". Mc 12, 38-44


Hoy la lectura nos habla del dar, del compartir, de lo que nosotros damos. Y creo que cada vez damos menos, damos solamente las sobras, y no me refiero simplemente a lo económico, porque tampoco creo que Jesús se refiriera solamente al dinero. Vivimos en una sociedad cada vez más mediocre, son pocos los que están dispuestos a dar más de lo que se les pide. A menudo me encuentro con jóvenes que pueden dar más, que tienen grandes talentos y capacidades, pero que se han acostumbrado a que dando poco puedan pasar de año, o puede conseguir lo que quieren. Hace poco en un escuela nos enteramos que a los que se sacaban buenas notas, los demás compañeros le pegaban. Es así que el curso empezó a bajar su rendimiento. Los que podían dar más estaban condicionados, y solo se sacaban lo justo. A eso han llegado los jóvenes que son el reflejo de lo que somos los adultos.
Muchos de los jóvenes quieren todo servido, ni siquiera son capaces de leer la consigna de un examen. Me sorprende que se acerquen y me pregunten qué hay que hacer, y cuando uno le pregunta si leyó la consigna te dicen que no, o que no tienen ganas.
En otra ocasión estaba por tomar un examen, y unos días antes le di a mis alumnos un modelo de la prueba, por llamarla de alguna forma, ya que era en realidad la prueba que les iba a tomar. Las hicimos juntos, se explicó detalladamente, la mayoría copió. Después llegó el momento de la prueba, les dí los mismos exámenes que habíamos explicado, con los mismos ejercicios. Sin embargo  varios entregaron en blanco, algunos no sabían que hacer, la mayoría desaprobó. Casi ninguno fue capaz de sentarse un rato en casa y estudiar lo que se les dio, tenían la posibilidad de aprobar casi servida y no la aprovecharon.
Unos meses atrás en unos publicidades aparecía una frase que decía “la ley del menor esfuerzo”, quizás esa frase resume a la sociedad de hoy. Yo doy ejemplos con jóvenes, porque trabajo con jóvenes, pero estoy seguro que si ellos son así es porque sus padres o la sociedad les trasmitimos los mismos valores.
Hay gente que se acostumbró a que les den, y saben que siempre se les va a dar, por eso ya no se esfuerzan por conseguir un trabajo, ya no se esfuerzan por mejorar, ya no se esfuerzan por salir adelante.
Damos lo mínimo, incluso en nuestras relaciones de pareja, incluso a nuestros hijos. Y vuelvo a insistir que no se trata de dinero, eso no basta, se trata de tiempo, de cariño, de amor. Cuantos padres mandan a sus hijos a la escuela no para que estudien, sino para sacárselos de encima.
Nací en una casa en donde mis padres se esforzaban por darnos lo que necesitábamos. Siempre los ví trabajar, siempre los ví levantarse temprano para llegar a tiempo al trabajo. Ese fue el ejemplo que me transmitieron. Ninguno de ellos había terminado la escuela primaria, pero se esforzaba porque fuéramos a la escuela. Ellos daban todo de sí, para darnos el ejemplo de que hay que esforzarse.
La viuda que da las dos monedas, da todo lo que tiene. No es mucho, pero da todo. Dice el Padre Clemente Sobrado: “El valor de lo que damos no depende de lo que damos. El valor de lo que damos depende del corazón con que lo damos. Podemos dar mucho y no damos nada. Podemos dar poco y dar mucho.”
Estamos invitados a salir de nuestra mediocridad y empezar a esforzarnos por dar más. Debemos demostrarles a los jóvenes que vale la pena el esfuerzo, y no la avivada. No quejamos mucho de los políticos, pero en nuestros hogares se repite en pequeña escala lo que se vive a nivel nacional. Para sacar adelante al país no basta con marchas, hay que empezar a esforzarnos más.  

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