Otro joven empezó a trabajar. Siempre llegaba casi sobre la hora. Solo hacía lo que le pedía y se trataba se esforzarse lo evitaba. Él sabía que tenía grandes capacidades, pero no quería demostrarlas porque si no siempre tendría que dar más en el trabajo.
Jesús enseñaba a la multitud: "Cuídense de los
escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en
las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que
devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán
juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro
del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en
abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas
de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que
esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han
dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que
poseía, todo lo que tenía para vivir". Mc 12, 38-44
Hoy la lectura nos habla del dar,
del compartir, de lo que nosotros damos. Y creo que cada vez damos menos, damos
solamente las sobras, y no me refiero simplemente a lo económico, porque tampoco
creo que Jesús se refiriera solamente al dinero. Vivimos en una sociedad cada
vez más mediocre, son pocos los que están dispuestos a dar más de lo que se les
pide. A menudo me encuentro con jóvenes que pueden dar más, que tienen grandes
talentos y capacidades, pero que se han acostumbrado a que dando poco puedan
pasar de año, o puede conseguir lo que quieren. Hace poco en un escuela nos
enteramos que a los que se sacaban buenas notas, los demás compañeros le
pegaban. Es así que el curso empezó a bajar su rendimiento. Los que podían dar
más estaban condicionados, y solo se sacaban lo justo. A eso han llegado los
jóvenes que son el reflejo de lo que somos los adultos.
Muchos de los jóvenes quieren
todo servido, ni siquiera son capaces de leer la consigna de un examen. Me
sorprende que se acerquen y me pregunten qué hay que hacer, y cuando uno le
pregunta si leyó la consigna te dicen que no, o que no tienen ganas.
En otra ocasión estaba por tomar
un examen, y unos días antes le di a mis alumnos un modelo de la prueba, por
llamarla de alguna forma, ya que era en realidad la prueba que les iba a tomar.
Las hicimos juntos, se explicó detalladamente, la mayoría copió. Después llegó
el momento de la prueba, les dí los mismos exámenes que habíamos explicado, con
los mismos ejercicios. Sin embargo
varios entregaron en blanco, algunos no sabían que hacer, la mayoría desaprobó.
Casi ninguno fue capaz de sentarse un rato en casa y estudiar lo que se les
dio, tenían la posibilidad de aprobar casi servida y no la aprovecharon.
Unos meses atrás en unos publicidades
aparecía una frase que decía “la ley del menor esfuerzo”, quizás esa frase
resume a la sociedad de hoy. Yo doy ejemplos con jóvenes, porque trabajo con
jóvenes, pero estoy seguro que si ellos son así es porque sus padres o la
sociedad les trasmitimos los mismos valores.
Hay gente que se acostumbró a que
les den, y saben que siempre se les va a dar, por eso ya no se esfuerzan por
conseguir un trabajo, ya no se esfuerzan por mejorar, ya no se esfuerzan por
salir adelante.
Damos lo mínimo, incluso en
nuestras relaciones de pareja, incluso a nuestros hijos. Y vuelvo a insistir
que no se trata de dinero, eso no basta, se trata de tiempo, de cariño, de
amor. Cuantos padres mandan a sus hijos a la escuela no para que estudien, sino
para sacárselos de encima.
Nací en una casa en donde mis
padres se esforzaban por darnos lo que necesitábamos. Siempre los ví trabajar,
siempre los ví levantarse temprano para llegar a tiempo al trabajo. Ese fue el
ejemplo que me transmitieron. Ninguno de ellos había terminado la escuela
primaria, pero se esforzaba porque fuéramos a la escuela. Ellos daban todo de
sí, para darnos el ejemplo de que hay que esforzarse.
La viuda que da las dos monedas,
da todo lo que tiene. No es mucho, pero da todo. Dice el Padre Clemente
Sobrado: “El valor de lo que damos no depende de lo que damos. El valor de lo
que damos depende del corazón con que lo damos. Podemos dar mucho y no damos
nada. Podemos dar poco y dar mucho.”
Estamos invitados a salir de
nuestra mediocridad y empezar a esforzarnos por dar más. Debemos demostrarles a
los jóvenes que vale la pena el esfuerzo, y no la avivada. No quejamos mucho de
los políticos, pero en nuestros hogares se repite en pequeña escala lo que se
vive a nivel nacional. Para sacar adelante al país no basta con marchas, hay
que empezar a esforzarnos más.
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