domingo, 3 de junio de 2012

La Presencia de Jesús


Una noche tuve un sueño... soñé que estaba caminando por la playa con el Señor y, a través del cielo, pasaban escenas de mi vida. Por cada escena que pasaba, percibí que quedaban dos pares de pisadas en la arena: unas eran las mías y las otras del Señor. Cuando la última escena pasó delante nuestro, miré hacia atrás, hacia las pisadas en la arena y noté que muchas veces en el camino de mi vida quedaban sólo un par de pisadas en la arena. Noté también que eso sucedía en los momentos más difíciles de mi vida. Eso realmente me perturbó y pregunté entonces al Señor: "Señor, Tu me dijiste, cuando resolví seguirte, que andarías conmigo, a lo largo del camino, pero durante los peores momentos de mi vida, había en la arena sólo un par de pisadas. No comprendo porque Tu me dejaste en las horas en que yo más te necesitaba". Entonces, Él, posando en mi su mirada infinita me contestó: "Mi querido hijo. Yo te he amado y jamás te abandonaría en los momentos más difíciles. Cuando viste en la arena sólo un par de pisadas fue justamente allí donde te cargué en mis brazos".
Después de la Resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo". Mt 28, 16-20
Que sería del mundo si hubiésemos comprendido, si la humanidad hubiese comprendido esas palabras: yo estaré con ustedes. Hoy quiero hablar sobre esta presencia eterna que Jesús  prometió para el mundo.
Es en los momentos de gran tristeza en donde desearíamos sentir esa presencia infinita que nos cure el dolor, que nos calme la amargura. Pero nos sentimos solos, y caemos en la depresión, en la desesperación. Pero más que sentirnos solos, nos quedamos solos, no buscamos la compañía, deseamos de alguna forma estar solos, nos aislamos del mundo. Hay gente que quiere sentir a Dios en los momentos de dificultades, pero en los momentos de alegría nunca le hizo un lugar a Dios. Hay gente que quiere pasar todo la eternidad en el cielo, junto a Jesús, pero durante toda su vida se cerró al encuentro con cristo, durante toda su vida no fue capaz de dedicarle una hora de su vida para encontrarse con él.
Hay personas, que cuando están solas se acercan a Dios, pero cuando se ponen de novios o encuentran al hombre o a la mujer de su vida se apartan automáticamente de él, no dejan un espacio para que en su relación también los acompañe Jesús.
Queremos sentir la presencia de Dios, en los momentos que nos conviene. Después,  el resto del tiempo queremos a Dios lejos, lejos de nuestros hogares, lejos de nuestras escuelas, lejos de nuestros hospitales, lejos de la política, lejos de todo. Queremos sentir la presencia de Dios en todos los momentos de nuestra vida y lo encerramos en la iglesia, para ir a visitarlo una hora por semana.
Queremos que Dios nos hable, y no somos capaces de leer la biblia. Queremos que Dios nos escuche cuando a nosotros se nos antoja, solo cuando nosotros queremos… ¿Y el resto del tiempo qué hacemos con Dios? Lo escondemos en un lugar poco visible, porque nos da vergüenza.
Queremos estar con Dios, pero lo alejamos de nuestra música y miramos con malos ojos a aquel que escucha música que hable de Jesús, porque nos parece un fanático. Queremos que Dios se ocupe del mundo, pero no le hacemos lugar en el mundo.
¿Si no dejamos que Dios este en los momentos cotidianos, como esperamos verlo en los momentos de mayor dificultad? ¿Nos acordamos de él en nuestras bodas, o estamos más preocupados en el vestido que usaremos, en la comida que comeremos, en el color de la tarjeta? ¿Cuánto de los que nos decimos cristianos pasaríamos una canción que hable de Jesús en nuestras fiestas? 
Hay padres que cuando ven que sus hijos se acercan mucho a la iglesia, los apartan, no los dejan ir. Y después cuando se desvían por caminos incorrectos, se pregunta por qué Dios no los acompañó. Queremos que Dios nos indique el camino, pero cuando nos dice que hacer no le hacemos caso. Porque lo que nos indica Dios no se ajusta a nuestros planes.
Jesús está siempre, somos nosotros los que no le hacemos lugar, somos nosotros los que no le abrimos la puerta de nuestro corazón. Cuando dejes que Jesús entre en todos los momentos de tu vida, entonces aprenderás a verlo en los momentos de más dificultad.
Joven, Jesús quiere acompañarte en el camino, quiere estar con vos. Quiere cargar tu cruz, quiere llevar tu peso. Joven, siente la presencia de Dios. El está ahí a tu lado, él lo prometió. No te deja solo, no te quedes solo.
Hoy Jesús quiere decirte: “El mundo tendrá problemas, pero no tengan miedo yo he vencido al mundo.  Yo soy la luz el que camino conmigo no estará en tinieblas. Yo soy la paz y te la dejo no como el mundo la da, sino como yo la sé dar. Yo soy la vida el que crea en mí la tendrá. Yo soy la resurrección el que crea en mi no morirá.
Y yo te prometo que estaré contigo todo los días hasta el fin del mundo. Todos los días, Lo días en que salga el sol, en que se nuble. Los días en que estés bien o te sientas mal. Los días en que te sientas acompañado o solitario. Los días en lo que creas y en los que no creas. Los días en los que te acompañe el dolor o la alegría.  Los días en que te olvides de mí o me tengas presente. Los días de cercanía o lejanía. De nacimiento o de muerte. Yo te lo prometo, yo estaré contigo todos los días hasta el fin, hasta el fin  del mundo. Hasta el fin del mundo.”1


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1- Martín Vlverde.



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