sábado, 21 de abril de 2012

Tocar y ver al Resucitado...

Lc 24, 35-48


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas.

Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: "La paz esté con ustedes". Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué están turbados y se les presentan esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo tengo. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer. Pero Jesús les preguntó: "¿Tienen aquí algo para comer". Ellos le presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió delante de todos. Después les dijo: "Cuando todavía estaba con ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos". Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender las Escrituras, y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de todo esto".

Palabra del Señor.



Lo miró con desprecio, como quien se creía más. De arriba a bajo. De abajo arriba. Se fijó en lo sucio de su ropa y no pudo evitar sentir el olor que lo asfixiaba. Se alejó rápidamente, queriendo olvidar aquel lamentable encuentro. No podía entender qué se le había cruzado por la cabeza cuando aceptó ayudar en ese centro de rehabilitación para adictos a la droga. No podría olvidar esas marcas en el brazo producto de las jeringas. No volvería más a ese lugar, en la iglesia se encontraba mejor.

¿Qué pasa con el otro? ¿Qué siente cuando es marginado? ¿Qué pasa con aquel que es despreciado? En nuestra sociedad cada vez son más los que quedan al margen, que no pueden hacer frente a esta dinámica del consumo. ¿Qué le pasa al otro cuando no puede comprar todos esos productos que la televisión le refriega y que nunca podrá tener? Entonces se convierte en una alternativa la compra de lo trucho, y en muchos casos hasta el robo.

Esos otros son portadores de rostros. Son aquellos de gorritas. De piel oscura. Esos que nos pueden hacer algo, aunque no estemos del todo seguros. Pero cuando se nos acercan se nos eriza la piel, y nos alejamos cruzando a la otra vereda por las dudas. El otro se convierte en alguien al que tememos. La desconfianza crece y a su par crece el aislamiento. Cada día estamos más solos. Temerosos de encontrarnos con el otro, de que el otro nos lastime.

Y el otro espera en la calle, luciendo los estigmas de una sociedad que lo desprecia. El otro es el niño que pide monedas, el otro es el que limpia vidrios, el otro es el que cuida coches. El otro también es el enfermo al que nadie visita. Hay enfermos pobres, y también los hay ricos que también son abandonados para que los cuide otro, para no hacernos cargo. El otro es el anciano al que ya nadie soporta porque siempre repite las mismas cosas o porque solo vive del pasado.

¿Que haríamos con esos otros si esto fuera como gran hermano? Los iríamos nominando uno por uno. ¿Y si la realidad fue como Facebook? Los eliminaríamos de mi lista de amigos, o le pondría no me gusta si eso se pudiera ¿Qué haríamos con el otro si esto fuera televisión? Cambiaríamos de canal inmediatamente, y quizás hasta borraríamos el canal para no encontrarlo nuevamente al hacer zapping. Pero el otro sigue ahí, mostrando, luciendo, exhibiendo descaradamente esos estigmas que no quisieran pero que deben padecer.

¿Y que pasa cuando nosotros somos el otro? Porque es bueno saberlo: yo soy para el otro, otro. ¿Qué pasa cuando yo soy el despreciado? Grito a los cuatro vientos que me discriminan por ser distinto, lloro porque no merezco ser marginado.

Jesús aparece en medio de la comunidad. Una comunidad que se parece un tanto a la sociedad actual. Desaminada, casi dividida, temerosa, que parece morir poco a poco. Rodeada de muerte. Y Jesús aparece y trae la paz.

Jesús muestra sus pies y sus manos. Los estigmas son su carta de presentación. La identidad del Jesús resucitado se resume en esas marcas. Hoy se nos invita también a nosotros a tocar y mirar las heridas y los estigmas de esos otros, que son nuestros hermanos. Victimas de la exclusión y la pobreza, victimas de la opresión y del clientelismo políticos. Ellos no tienen lugar en nuestras sociedades e incluso no tienen lugar en nuestras iglesias, porque cuando se acerca mostrando sus marcas reaccionamos como los apóstoles que creían ver un fantasma.

Durante mucho tiempo no hemos querido mirar las manos y los pies de tantos que sufren la vergüenza de ser considerados extraños a nuestras puertas. Somos invitados también a tocar y ver manos y pies heridos por la enfermedad y por el abandono social y familiar. Estamos invitados a acercarnos, a escuchar en el silencio la voz de Jesús que nos dice: “Este despreciado soy yo, no me busqués más, aquí está el crucificado, aquí también está el resucitado”.

Y si yo hoy me siento herido, abatido, luciendo las marcas de las injusticias, de las discriminación, ten la certeza que Jesús quiere también aparecer en medio de tu vida, quiere hacerse uno con vos, quiere lucir tus heridas, y reflejar lo nuevo, la oportunidad de comenzar de nuevo, de resucitar. Porque eso significa resucitar, significa levantarse de la muerte en donde te encontrás y empezar a caminar.

Hermanos Jesús no se aparece en otras realidades, sino que se aparece en nuestra realidad, en esa realidad adversa, en esa comunidad desanimada, en esa sociedad enferma. En medio de ella está el resucitado luciendo las heridas y pidiendo un trozo de pan o un pedazo de pescado.

Pidamos a Dios que nos habrá la cabeza, para que podamos entender. Pidamos a Dios que nos abra el corazón para que podamos amar.

Es en nuestra realidad en la cual se revela Dios y nos anuncia paz. La paz que nace de recobrar la utopías, de poder volver a soñar que el Reino de Dios es posible y que está en medio de nosotros. Los estigmatizados, aquellos y aquellas que nos muestran las marcas de la exclusión, revelan la naturaleza de un Dios que no queremos ver: Dios que está con el que sufre.

La iglesia puede ser un lugar tranquilo para pasarla bien, o puede ser signo del amor de cristo que pide esfuerzo, que pide salir, que pide cruzar la calle, que pide ir por el mundo.

Ahora y a pesar de temores y asombros, a pesar de puertas atrancadas y de espantos tenemos una misión: “en su nombre se predicará la conversión para el perdón de los pecados a todas las naciones. Empezando por Jerusalén. Ustedes son testigos de todo esto".

Este es el desafío, está es la manera de resucitar.



Bibliografia:

http://www.pastoralsida.com.ar/desafios_de_la_palabra/b_3pascua.htm

1 comentario:

  1. muy buen articulo Nicolas! me encanta leer tu blog. te animo a seguir escribiendo! bendiciones! Marilyn.

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Gracias por el comentario!!!

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