lunes, 30 de abril de 2012

Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo

«Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo». Jn 5, 17

Era su primer trabajo. No pensó que sería la experiencia más traumática de su vida. Simplemente tenía que atender llamados en un call center. Se dio cuenta enseguida con todos los problemas que tenía que lidiar, entre ellos el soportar las locuras de la gente que llamaba gritando indignada por el mal servicio que brindaba la empresa. Tenía un contrato temporal, y para no perder el empleo debía hacer horas extras que nunca se pagaban. Después vinieron los turnos rotativos, luego se tenía que quedar trabajando los francos. Todo siempre por el mismo precio. Más tarde había que aumentar la eficiencia, atender una cantidad mínima que era imposible de cumplir. Por eso ya no podía ir ni tomar un baso de agua, ni pensar en desayunar o comer algo, y pronto se llegó al extremo de no poder ir al baño. Él pudo renunciar porque sus padres lo apoyaron y podían mantenerlo todavía, pero otros jóvenes como él tenían que soportar todos los maltratos porque no les quedaba otra.

“Les ordenamos, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa, contrariamente a la enseñanza que recibieron de nosotros.  Porque ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre ustedes, no vivíamos como holgazanes, y nadie nos regalaba el pan que comíamos. Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de no ser una carga para ninguno de ustedes. Aunque teníamos el derecho de proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar. En aquella ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma. Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan.” 2 Tesalonicenses 3, 6-12

¿Por qué trabajamos? ¿El trabajo es un derecho, una obligación o un castigo? Desde el origen del mundo, es Dios mismo el que realiza un trabajo creativo en todo lo que respecta a la creación (Gén. 1, 1) y da como primer primer mandato a Adán y Eva el trabajar (Gén. 1, 28) en armonía con lo creado. Es el Dios Creador quien hace coopartícipe al ser humano de su obra creadora para que esta perdure por siempre.[1]
El trabajo cumple dos misiones: plenificarnos como personas y  brindarnos el sustento para vivir. Por eso, el trabajo debería ser un derecho, aunque no todos lo entiendan de ese modo. Aunque aumente la desocupación, el trabajo en negro, la sobreocupación, las condiciones precarias de trabajo, etc.
“El que trabaja merece su salario” Lc. 10,7. Y no solo eso sino que ese salario debe ser justo, de acuerdo a la actividad que se realice. Aunque todos tenemos un mismo derecho, y “no hay ninguna diferencia entre el que planta y el que riega; sin embargo, cada uno recibirá su salario de acuerdo con el trabajo que haya realizado.” 1 Cor. 3,8. Por otro lado, es triste ver  que a veces son los mismos cristianos los que explotan a otros cristianos, los que a la hora de pagar no pagan lo que corresponden, o tardan en pagar, o pagan de a poco. Decir que lo anterior es un derecho debería ser suficiente, pero habría que agregar que es un mandato dejado por Jesús nos guste o no.
Todo trabajador merece descansar. Seis días trabajó Dios en la creación del mundo, en el séptimo descansó. “Y acabó Dios en el día séptimo su obra que hizo, y reposó el día séptimo de toda su obra que había hecho.” Gn 2, 2 Frente a esto tenemos la realidad del mundo que obliga a muchas personas a trabajar día corridos sin parar, sin descansos, sin francos. El descanso es un derecho.
Por otra parte, hoy el clientelismo político obliga a muchas personas a depender de subsidios, y en muchos casos se promueve una cultura del facilismo, de la pereza, del menor esfuerzo. No responsabilizo de esto a las personas que con pocos recursos no les queda otra que aceptar lo que se les ofrece, sino a aquellos que se aprovechan de las necesitadas de la gente para mantener los votantes cautivos.
Hay gente a la que no le gusta trabajar, que se esfuerza el mínimo y se convierte en una carga para otros. Hay otros que ocupan lugares importantes para sacar provecho de los privilegios que tienen, tal es el caso de muchos políticos: cuántos de estos aumentan su patrimonio enormemente productos de grandes negociados. Para ellos las palabras de Pablo son más que elocuentes: “El que robaba, que deje de robar y se ponga a trabajar honestamente con sus manos, para poder ayudar al que está necesitado.” Ef 4, 28.
Hoy en el día del trabajador, deberíamos recordar que el propósito de Dios, era que el hombre con su trabajo continúe con su obra creadora. Por esos no podemos dejar de reclamar mejores condiciones para los trabajadores, salarios dignos, descansos y jornadas de trabajados más cortas. Por esos no podemos dejar de reclamar que queremos para el pueblo empleos y no planes. Por eso no debemos dejar de denunciar aquellos que roban, que privan a la gente los derechos que les corresponden.
Hoy es el día del trabajador, por eso no podemos dejar de decirle gracias a todos aquellos que se esfuerzan día a día por logran una realidad mejor. Gracias.


[1] http://www.angelfire.com/pe/jorgebravo/sermon120.htm

1 comentario:

  1. ME PARECE GENIAL ESTE ARTICULO. PARA COMPRENDER LA IMPORTANCIA DEL TRABAJO DESDE UN PUNTO DE VISTA CRISTIANO. AMEN!

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Gracias por el comentario!!!

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