Pensó que comenzaría un nuevo año
con novedades. Deseaba que ese año fuera distinto, diferente al anterior en el
que no le había ido muy bien. Publicó en
su Facebook grandes frases inspiradoras. Pero con el correr de los días se dio
cuenta que todo seguía igual, que nada había cambiado. Tenía que levantarse temprano,
ver la cara de amargados de su jefe y compañeros de trabajos. Seguía aguantando
el mal humor de la gente que solo hace reclamos. El colectivo seguí lleno como
de costumbre y no dejaba de viajar apretada. La primera semana del nuevo año le
pronosticaban un año igual a los anteriores.
Jesús fue desde Galilea hasta el
Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. Juan se resistía,
diciéndole: “Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú
el que viene a mi encuentro!”. Pero Jesús le respondió: “Ahora déjame hacer
esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo”. Y Juan se lo
permitió. Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se
abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y
dirigirse hacia él. Y se oyó una voz del cielo que decía: “Este es mi Hijo muy
querido, en quien tengo puesta toda mi predilección”. Mt 3, 13-17
Con el correr de los días del
nuevo año te darás cuenta que todo sigue igual si no te atreves a hacer cambios
en tu vida. A menudo esperamos que las casos cambien, sin darnos cuenta que
somos nosotros los primeros que tenemos que cambiar, sin darnos cuenta que es
uno mismo el que tiene que cambiar primero.
Jesús comienza una nueva etapa de
su vida. Imaginemos ese día. Esa mañana en la que se encaminó hacia el río
Jordán. Seguramente se habrá levantado temprano orándole a su padre para que lo
acompañara en el paso fundamental que estaba por dar. O a lo mejor, lo más
probable es que haya pasado la noche en vela orando. Pero lo cierto es que no
se quedó esperando que su vida cambiara de un día para otro, no se quedó
esperando que Juan el Bautista viniera hacia él. Sino que se atrevió a ser el
protagonista de su propia vida. Se atrevió a dar los cambios en su vida para
que su vida fuera tomando sentido, para que su vida llegara a su plenitud.
El nuevo año trae 365 días, 365
oportunidades para que el mundo cambie, para que tu mundo cambie. No se trata
de grandes proezas, si queres que las casas cambien empieza por no hacer
siempre lo mismo. Como esperamos resultados distintos si siempre estamos
encasillados en las mismas cosas, si siempre probamos lo mismo, si vivimos una
vida repetitiva y monótona. El colectivo en el que viajas va a seguir lleno,
pero un buen día al colectivero, un por favor, un gracias puede hacer la
diferencia. A lo mejor te mire indiferente, a lo mejor ni te conteste. Pero
vuelve a intentarlo al día siguiente, y el siguiente, y el siguiente.
El bautismo simboliza un nuevo
comenzar. Un comenzar con un propósito firme se mejor persona, ser mejor
cristiano, ser un buen hijo de Dios. Que nuestro padre celestial al vernos
desde el cielo también diga: “Este es mi hijo muy querido”. Ten la certeza que
ya lo está diciendo al verte, porque él puede ver el potencial que tenemos,
porque él puede ver todo lo que podríamos lograr si nos atrevemos a ser
diferentes.
Este año tiene que ser un año en
el que salgamos de nosotros mismos, que salgamos de nuestras individualidades.
Un año en el que salgamos al encuentro de nuestros hermanos. Como el encuentro
entre Jesús y Juan el Bautista. Salgamos, sin pensar que somos mejores que los
demás por eso, salgamos la calle nos espera.
Digamos hoy comienza un nuevo día
y hagamos los cambios en nuestra vida para que así sea.
Pidamos a Dios su Espíritu, el
espíritu renovador, el espíritu que hace nueva todas las cosas. Ya lo veremos descender
con poder sobre cada uno de nosotros.
Andrés Nicolás Obregón
Palabra de Dios
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