sábado, 6 de abril de 2013

¿Dónde está Tomás?


Cuando se fue de la iglesia nadie lo notó. Pensó que vendrían a buscarlo. Pensó que lo extrañarían y que alguien lo visitaría para preguntarle si estaba bien. Los días pasaron y parecía que nadie lo echaba de menos. Entonces sintió una enorme tristeza. Nunca más volvió. Nunca nadie lo visitó.


“Al atardecer del primer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: "¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes". Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: "Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan". Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: "¡Hemos visto al Señor!". Él les respondió: "Si no veo la marca de los clavos en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré". Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: "¡La paz esté con ustedes!". Luego dijo a Tomás: "Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe". Tomás respondió: "¡Señor mío y Dios mío!". Jesús le dijo: "Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!". Jesús realizó además muchos otros signos en presencia de sus discípulos, que no se encuentran relatados en este Libro. Éstos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre. Jn 20, 19-31”


Acabo de escuchar esta lectura, ya la he escuchado tantas veces, pero hoy me quiero detener en una parte. No voy a analizar lo que dice, sino lo que no dice. Tomás no estaba con ellos cuando apareció Jesús. ¿Dónde estaba Tomás? ¿Por qué no estaba en su comunidad? ¿Por qué no estaba reunido junto a los demás apóstoles? La lectura no nos da respuesta, pero podemos imaginar a Tomás vagando desorientado por el camino tal como les ocurre a los discípulos de Emaús.
¡Qué momento crucial habrá sido la muerte de Jesús en la vida de cada uno de los apóstoles! Todo aquello en lo que habían creído, parecía haber desaparecido por completo. Sin líder, sin maestro, sin guía todo parecía más que confuso. Eso sería lo que le pasaba a Tomás por el corazón, era un hombre lleno de confusión.
Muchos se imaginan a los apóstoles rezando lo más tranquilos en comunidad después de la muerte de Jesús. Yo me imagino todo lo contrario, me imagino a un grupo totalmente fragmentado, lleno de culpas, culpándose unos a otros. ¿Cómo seguir si la mayoría había negado a Jesús? Los evangelios solo nos cuentan la negación de Pedro, ¿pero los otros que no estuvieron junto a la cruz no lo negaron también al huir?
Me imagino que para Tomás tampoco había una razón buena para continuar en ese grupo, si eran todos traidores, si ninguno se jugó por su maestro. El único que estuvo al pie de la cruz fue Juan, el más joven de todos, pero los demás no valían nada… y él tampoco, no había sido valiente para defender aquello en lo que creía.
La otra pregunta que me surge es: ¿Ninguno de los apóstoles se preocupó por saber dónde estaba Tomás? ¿Alguno lo buscó? Nadie, porque también estaban llenos de temor. Ninguno se expondría a abandonar la seguridad del lugar en donde estaban por miedo a los judíos, por miedo al afuera.
Este panorama tan devastador, parece tan actual. Es un reflejo de lo que vive nuestra iglesia en este tiempo, es casi una visión profética de las comunidades cristianas del siglo XXI. Hoy al reflexionar esta lectura deberíamos todos preguntarnos ¿Dónde están los que se fueron? ¿Dónde están los demás que estaban en nuestras comunidades y ya no están? Son muchos los que se fueron heridos, lastimados, ignorados, vencidos, agotados, desilusionados. Algunos hasta se han ido llenos de odio. ¿Alguien se tomó el trabajo de irlos a buscar? Creo que este es el tiempo de empezar a salir, de caminar, de abandonar la seguridad del templo y salir a las calles. Quizás alguno no vuelva más, pero si no vuelve que por lo menos no pueda decir que nadie se preocupó por él, que por lo menos no pueda decir que su comunidad lo abandonó.
Tomás vuelve solo. Pero vuelve sediento de pruebas, sediento de señales de que algo en la comunidad cambió, de que algo en la comunidad mejoró. Hoy son muchos los sedientos de signos de un cambio profundo en la iglesia. Hoy son muchos los que esperan ver en la iglesia las marcas del resucitado. Incluso muchos de los que no creen esperan signos, señales, gestos de una iglesia que transparente lo que predica. La mirada del mundo esta puesta en la iglesia, esta es una gran oportunidad para que los cristianos podamos volver a ser luz para los pueblos. 
Jesús no se enoja con Tomás, sino que lo invita a tocarlo, lo invita a poner sus manos en sus heridas. Por eso nosotros no debemos enojarnos con aquellos que nos piden gestos, signos de que un cambio se está dando en nuestras comunidades.
Qué pena sería que la gente que se fue, volviera y viera que todo sigue igual. Qué pena sería si nosotros como iglesia no pudiéramos mostrar al Resucitado que vive en medio nuestro.
Y si vos sos uno de los que se fue, también hay una pregunta para vos ¿Dónde estás Tomás? ¿En qué caminos de las dudas y las incertidumbres te encontrás perdido? ¿En qué laberintos de las heridas que no cierran por la falta de perdón te encontrás? ¿En qué iglesia creías verdaderamente? ¿En una iglesia ideal en donde solo había santos? No, ni siquiera el grupo de los 12 apóstoles que armó el propio Jesús fue perfecto. Es tiempo de que vuelvas a casa, es tiempo de volver al padre. Espero que alguno de nosotros salga a buscarte, pero si no es así espero que veas un signo de que el Espíritu santo está renovando la iglesia. Te esperamos Tomás, la comunidad sin vos no es la misma. 

Andrés Nicolás Obregón

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