domingo, 25 de marzo de 2012

La gloria de Dios

Un joven está haciendo fila desde la madrugada. No es el único, la cola es larga, se extiende por varías cuadras. Están todos ansiosos, expectantes, cargan una mochila llena de ilusiones. Pronto se abrirán las puertas, y podrán hacer el casting. Deberán bailar, cantar, saltar. Harán lo que sea por salir en ese programa, incluso hasta mostrar su lado más intimo, sus sentimientos más profundos. Todos desean sus cinco minutos de fama, todos desean de alguna forma alcanzar la gloria.


Daiana no está en ese casting. Ella trabaja en una empresa, día y noche, a fulltime. Pero igual que los otros también desean alcanzar la fama, alcanzar el puesto más alto en la empresa, sin importar cuantas cabezas tenga que pisar, sin importar cual es el precio que tiene que pagar.

Había unos griegos que habían subido a Jerusalén para adorar a Dios durante la fiesta de Pascua. Éstos se acercaron a Felipe de Betsaida de Galilea, y le dijeron: "Señor, queremos ver a Jesús". Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús. Él les respondió: "Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada. ¿Y qué diré: "Padre, líbrame de esta hora"? ¡Si para eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!". Entonces se oyó una voz del cielo: "Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar". La multitud, que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: "Le ha hablado un ángel". Jesús respondió: "Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes. Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí". Jn 12, 20-33

Hoy buscan a Jesús. Su fama se ha extendido por toda la región, hasta el punto de atraer a extranjeros, a griegos que desean verlo. Seguramente se han enterado de las curaciones que hacen, de los milagros que realiza, del pan que reparte. Buscan a un Jesús que hace cosas, que da cosas. No quiero juzgarlos, a lo mejor tienen buenas intenciones. Pero me hace preguntar: ¿Cómo buscamos a Jesús? Y también ¿Dónde lo buscamos? A menudo veo gente que va y viene de una iglesia a otra buscando el bienestar, buscando que se le soluciones todos los problemas, buscando progreso económico. Y lo más triste es que hay iglesias que solo prometen eso, que se quedan simplemente con eso. No digo que hay que estar mal, digo que no podemos buscar a Dios solo por eso. La otra pregunta que me surge es ¿Cómo mostramos a Jesús? ¿Cómo respondemos ante el clamor del mundo que nos está diciendo: Queremos ver al señor?

Y que responde Jesús, ¿Se encuentra con los griegos? ¿Los griegos encuentran a Jesús? No lo sabemos, la lectura no lo aclara. Sin embargo responde con algo que parece salido de contexto, que no encuadra con la búsqueda de los griegos. Aunque si uno reflexiona en profundidad, Jesús quiere guiar nuestra búsqueda, quiere mostrarnos en donde se verá su verdadera gloria, quiere mostrarnos que esos milagros que hizo no son nada con el verdadero milagro que está por hacer.

En tres oportunidades anteriores Jesús aclara que todavía no había llegado su hora. Pero hoy, tan cerca de la pascua, Jesús aclama a los que lo escuchan que su hora ha llegado. Es la hora en que será glorificado.

¿Pero que es la gloria? Hagan el intento pregunten en la calle, en el trabajo, a sus amigos, que es para ellos alcanzar la gloria. Muy pocos coincidieran con Jesús en qué es alcanzar la gloria.

Como si Jesús supiera que no íbamos a entenderle, lo aclara con un ejemplo. “Si el grano de trigo no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.” No se trata de morir, sino de dar la vida. Parecen dos cosas iguales pero son muy distintas, se trata de dar la vida al servicio, de gastar la vida por los demás.

Jesús no busca su propia gloria, es más niega su propia gloria. Se pone en manos de Dios y se deja utilizar por Dios para que se cumpla su voluntad, tendrá que desaparecer de la vista de todos como el grano de trigo que queda cubierto por la tierra. Sabe que se aproxima la hora de la entrega, por eso se encuentra turbado. En esta escena, se manifiesta la auténtica humanidad de Jesús. Nos está diciendo, que ni siquiera para Jesús fue fácil lo que está proponiendo.

Entregar la vida por los demás no es tarea fácil, hacer el bien no fácil, cumplir con la voluntad de Dios no es fácil. Y no se trata de estar feliz o triste, Jesús no dice que los que son felices perderán la vida ni que los tristes la guardarán. Jesús dice que hay que entregar la vida.

Jesús nos quiere mostrar que el la cruz se verá su verdadera gloria. La cruz es el lugar en donde Jesús mejor se revela a sí mismo, donde Jesús mejor manifiesta el amor de Dios, donde Jesús llega a la plenitud de sí mismo. ¿Quién se atrevería a buscar a Dios en la cruz? ¿Quién se atreve a buscar a Dios en la entrega de la vida, en el servicio a los demás? ¿Quién se atreve a buscar a Dios, en esos lugares que parece imposible que Dios este: como en las cárceles, en las calles, entre los hambrientos, en las villas de emergencias? Ahí también está Dios con toda su gloria, ahí también nos espera Dios.

Muchos se pasan la vida buscando a Dios y no lo encuentran. Porque lo buscan en lugares equivocados, porque en su vida no hay entrega, no hay servicio, no hay amor al prójimo, sino solo amor a si mismos.

No podemos decirnos discípulos de Jesús pensando que todo en nuestra vida será color rosa, que solo tendremos lo mejor, que no nos pasará nada malo, que no se nos pedirá el menor esfuerzo. Si pensamos así, es porque estamos buscando al cristo equivocado. Para iluminar, la vela tiene que arder y consumirse. Para vivir, debemos entregar nuestra vida y gastar nuestras manos al servicio de los demás. Habrá momentos de alegría, pero también de turbaciones.

La gloria que ofrece el mundo, no es la gloria de la que nos habla Jesús. No alcanzaremos la gloria en un programa de tele, ni escalando en una empresa o ganando millones. Esa no es la gloria verdadera: Por eso cuando te pregunten que es la gloria, demostrá con tus acciones que alcanzar la gloria es dar la vida al servicio de los demás.

Todos nos tenemos que sentir, no solo llamados, sino empujados hacia la misma meta. Sólo cuando Jesús sea levantado en alto, atraerá a todos hacia él.

Andrés Nicolás Obregón

1 comentario:

  1. Hola Nicolás. Te felicito por este articulo. Lo leí con mucho detenimiento, reflexionando qué me quería decir el Señor con él. Y es verdad, en la vida va a haber cosas buenas y también cosas no tan felices... pero lo importante es vivir para servir al Señor.. y hacer Su Voluntad. Amen! Saludo hermano, Marilyn

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