Que Dios sea nuestro Todo.
Valentín es un joven que hace poco hizo un retiro espiritual. Fue la experiencia más extraordinaria de su vida. Se encontró cara a cara con Jesús. Entonces lloró, como nunca antes había llorado. Y las lágrimas fueron sanadoras. Venía cargando en su corazón mucha mugre, mucha suciedad, demasiada podredumbre. El Espíritu Santo lo abrazo y actuó en él. Se sintió renovado. Cayó de rodillas agradecido infinitamente por tanto perdón. Jesús fue presencia y vida, vida en abundancia que lo rescató de la muerte del pecado. Se sintió lleno de colores, de gracia, de bendiciones. Por momentos pensó que estaba en el cielo.
Los días pasaron y Valentín volvió a ser el mismo de siempre. Parecía que nada había cambiado…
“Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y a no encontrarlo, piensa: ´Volveré a mi casa, de donde salí'. Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio” Lucas 11, 24-26
Muchas veces nos preguntamos por qué después de un encuentro tan íntimo con Dios, volvemos a ser los mismos de siempre como si nada hubiese cambiado en nosotros. La respuesta es sencilla: porque no nos hemos llenado de Dios.
Imaginemos una casa limpia, ordenada, con riquezas incomparables, y hasta desconocidas. Imaginemos que nadie la cuida, que nadie la ocupa, que está vacía. ¿No será tentadora para cualquier ladrón? ¿No será fácil de ser usurpada?
Esa casa somos nosotros cada vez que hacemos un retiro o nos encontramos con Dios. Él nos sana, nos limpia. La presencia del Señor hace un milagro en nosotros, dejándonos nuevo. Entonces el espíritu impuro sale de nosotros, pero pronto dice “volveré a mi casa”. El mal nos reclama como suyos, dice “Mi” casa. Y cómo no nos va a reclamar como suyos si pasamos más tiempo haciendo el mal, que el bien, pecando que amando.
Nosotros somos esa casa con riquezas incomparables y hasta desconocidas. No nos damos cuenta cuánto valemos y nos dejamos poseer por todo lo que es malo.
Debemos dejar que Dios habite en nosotros, debemos permitir que Dios ocupe el lugar que dejó vacío el espíritu malo. Debemos proclamar a Dios como Señor de nuestra vida. No sólo con palabras, sino con acciones concretas: con oración, con la reflexión de la Palabra de Dios, con la celebración de nuestra fe con nuestras comunidades de creyentes. Incluso en las cosas cotidianas, en la música que escuchamos, en las lecturas que leemos, o las películas que miramos, o en la gente con la que hablamos. Debemos hacer un cambio de raíz, radical, sin prisa pero sin pausa. Si todo en nuestra vida empieza a girar en torno de Dios ¿qué espacio tendrá el mal para volver a nuestra vida?
“Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio”. Así termina la lectura, peor que el comienzo. Nosotros no queremos terminar así. Vos no querés terminar así. Y por sobre todo, Dios no quiere que todo termine para vos así.
Empecemos por las cosas cotidianas. Dios nos ha dado muchas herramientas para que la usemos, no para que la guardemos. Y sobre todo nos dio a su Espíritu Santo. Pidamos que el Espíritu haga morada en nosotros, y nos renueve constantemente.
Andrés Obregón
.............................................................................................................................................................
- Preguntas para reflexionar con los jóvenes antes de la Lectura:
- ¿Qué tiempo le dedicamos a Dios en nuestra vida?
- ¿Vemos películas que hablen o me acerquen más a Dios?
- ¿Escuchamos temas musicales que hablen de las cosas de Dios?
- ¿ Leímos últimamente algún libro que me ayudó a crecer espiritualmente?
- Preguntas para reflexionar con los jóvenes después de la Lectura:
- ¿Que voy a hacer a partir de ahora para que Dios haga de nuestra vida "Su" casa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por el comentario!!!