Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y
fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las
manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos
en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos
al cielo, suspiró y le dijo: "Efatá", que significa:
"Ábrete". Y en seguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y
comenzó a hablar normalmente. Jesús les mandó insistentemente que no dijeran
nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo
de la admiración, decían: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos". Mc 7, 31-37
Hoy la lectura nos invitan a
fijar la mirada y la reflexión en dos personajes: El sordomudo y Jesús. El primero
es la imagen del hombre esclavizado, de la persona marginada: no oye, no habla,
no se puede comunicar. Signo de una verdadera esclavitud. Jesús es la imagen de
la libertad, pues tocándoles las orejas y la lengua, lo libera.
Cristo toca la realidad del
sordomudo. No se limita a decir alguna que otra palabra. Que importante habrá sido
para ese sordomudo que alguien tuviera la compasión y el amor de tocarlo. Hasta
los animales necesitan ser tocados, con muchas caricias. Quien tuvo alguna vez
una mascota se habrá dado cuenta que se enloquecen buscando el contacto físico.
Pensar que hay muchas personas que no tocan a sus hijos, que nunca les hacen
una caricia o le dan un abrazo, o se detienen a darles un beso. Cuantos adultos
que sufren esa carencia de la niñez, que tienen problemas para relacionarse con
los demás, que fracasan en sus noviazgos o en sus matrimonios, porque no han
sido sanados de la falta de afecto físico. Y ante esta realidad Cristo nos
demuestra que tenemos que superar los miedos, que tenemos que acercarnos a
nuestro prójimo venciendo esta barrera. ¡Qué necesitados los niños de la calle
de un afecto físico sincero, sin dobles intenciones! ¡Qué terrible que algunos
solo reciben cachetadas, golpes, o violaciones!
Jesús nos demuestra que es a todo
el hombre al que hay que salvar; alma y cuerpo, corazón y espíritu,
trascendencia y temporalidad. Lamentablemente, vivimos en una sociedad que nos
obliga a ser individualista y a una religión que nos educa solo espiritualmente.
Donde se nos enseñaba: que había que salvar nuestra alma y no que no nos importe
lo demás. Le decimos al que sufre: "Paciencia, sufre ahora y ya vendrá el
cielo". ¡No!, no puede ser eso, eso no es salvar, no es la salvación que Cristo
trajo. La salvación que Cristo trae es la salvación de todas las esclavitudes
que oprimen al hombre. Debemos trabajar
para romper las cadenas de estas personas que viven bajo tantas opresiones y
esclavitudes: como el miedo que esclaviza los corazones; la enfermedad que
oprime los cuerpos, la tristeza, la preocupación, el terror que oprime nuestra
libertad y nuestra vida. ¡Por ahí hay que comenzar!...
Hay muchas esclavitudes que
romper, pero hoy quiero hacer hincapié en una: la esclavitud del clientelismo político.
Hay que romper con la esclavitud de aquel que se humilla para que un político
le de un poco de comida, o un trabajo, o algunas chapas para su casita. Y que
luego tenga que vivir esclavizado yendo a marchas y actos políticos, obligado a
participar para pagar todo lo que se le dio, cuando muchas de esas cosas son un
derecho que tienen como ciudadanos. ¿No
les parece una esclavitud, que verdaderamente humilla?
Pero para liberar a las personas
debemos repetir el gesto humilde de Jesús, Él levanta la mirada al cielo, sabe
que su fuerza y su poder vienen de lo alto. Nos enseña que para liberar debemos
recordar que no somos nosotros los que liberamos, que no somos nosotros los que
sanamos, que es Dios el que actúa a través nuestro.
Para liberar no hace falta
grandes shows, no hace falta grandes espectáculos de música y luces. Así nos
enseña Jesús, al llevarse a solas al sordomudo. Jesús no necesita propaganda,
no necesita que la gente vea que hace grandes obras, no necesita cadenas
nacionales para demostrar que puede hacer tanto bien. Jesús respeta la
intimidad del sordomudo, no lo expone ante la gente. Sin embargo la gente sabe
reconocer y termina diciendo: "Todo lo ha hecho bien: hace oír a los
sordos y hablar a los mudos". Debemos aprender de esta actitud. No hace
falta divulgarlo, ni anunciar a los
cuatro vientos el bien que se hace, si somos buenos, si hacemos grandes obras
la misma gente sabrá reconocerlo, sabrá valorarlos, porque aunque no nos
parezca la gente es agradecida.
Esta semana se hablo mucho de
esos líderes espirituales que andan dando vueltas. Debemos dudar de todo aquel
que hace un show de las sanaciones o liberaciones que promueven. Debemos saber
que el verdadero y sabio maestro es aquel capaz de dar la vida por los demás.
Esa persona que sea capaz de tanto verdaderamente es digna de admiración. Por eso
no debemos confundirnos con modas pasajeras, con supuestos maestros
espirituales.
Hoy la lectura también nos invita
a poner la mirada en nuestras vidas. Debemos preguntarnos que necesitamos que
nos sane Jesús hoy. Debemos preguntarnos
que quiere Dios que escuchemos, y no oímos porque estamos sordos. Hoy Dios quiere
hablarnos pero primero quiere sanar nuestro oídos. También debemos preguntarnos
que nos envía a anunciar Jesús, que cosas nos callamos como mudos y no estamos
diciendo, que verdades están atragantadas en nuestra garganta y no nos
atrevemos a anunciar por miedo.
Hoy señor Jesús te pido que me
sanes porque muchas veces no te escucho, porque muchas veces no te anuncio. Hoy
te pido señor que me sanes de mi individualismo porque muchas veces no escucho
a los necesitado y a veces ni a mi propia familia, porque también muchas veces
tengo la boca cerrada para decir un te quiere, un te amo, un te necesito a
nuestros hijos, a nuestros padres o esposa. Hoy Jesús te pido que me liberes de
todos esos ruidos que no me dejan escucharte, te pido también que me liberes de
todas esas personas que me hacen mal y ahogan mi voz, y no me dejan ser libre
para poder expresarme. Sáname Señor solo vos podés hacerlo. Sáname Señor quiero
escuchar tu voz diciéndome: Efatá, ábrete!!
Andrés Nicolás Obregón
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