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Al regresar de su
misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían
hecho y enseñado. Él les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto,
para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no
tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar
desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades
acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar,
Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas
sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato. Mc 6, 30-34
Podemos dividir la lectura de hoy en dos temas: uno es el descanso, el otro
es la misión. Jesús hoy nos invita a un lugar tranquilo a descansar un poco. La
invitación es a estar con él, a hacer un alto en nuestra vida y retirarnos al desierto.
Cuantos de nosotros necesitamos descansar en la presencia de Cristo. Cuantos de
nosotros necesitamos encontrarnos cara a cara con el Señor de la vida, y aunque
sea contemplarlo. Cuantos de nosotros
necesita ser sanado, venimos heridos, agobiados, necesitados de Jesús,
necesitados de su presencia transformadora, necesitados de su amor.
El mundo nos vacía, nos quita todo lo que somos, nos deja sin nada, para después
meternos todos sus productos, todas sus bebidas, todas sus comidas, todas cosas
materiales. Con quita nuestra esencia, lo que somos, para vendernos una
identidad que nos dicen que es mejor, que nos dicen que es perfecta, pero que
no es nuestra. El mundo nos apura, el reloj nos corre. Vivimos apurados,
vivimos cansados. Despertamos por la mañana pensando en la siesta. Siempre con
sueño, siempre sin tiempo. No tenemos tiempo para nada, ni para nuestros amigos
ni para nuestras familias. Nos venden el Facebook, para que nos conformemos por
lo menos con un contacto virtual. Nos dan vacaciones para descansar, y nos
organizan agendas con infinidades de tareas, nos entretienen, no quieren que
pensemos, no quieren que nos encontremos con nosotros mismos. Pero cuántas
personas se detienen a preguntar las cuestiones fundamentales de su vida,
quienes son, para qué existen, cuál es el propósito de sus vidas, que quiere
Dios de ellos. El mundo no quiere que pensemos porque si nos detuviéramos a
pensar no compraríamos todas esas cosas que nos venden.
Hoy Jesús nos invita a descansar. Yo necesito descansar en Cristo, todos
necesitamos descansar en Cristo. Necesitamos descargar todos los miedos: se ha
dado cuenta de cuantos miedos tenemos en la vida, cuantos miedos nos paralizan.
La sociedad misma nos mete miedo, para vendernos seguridad.
Hoy estamos invitados a descansar en la presencia de Cristo, a encontrarnos
con su amor, a ser tocados por su paz, a ser llenados de su Espíritu.
Pero la lectura no termina ahí, cuando los apóstoles parten con Jesús, la
gente lo sigue, la gente necesita de Jesús. El descanso parece imposible. Jesús
se compadece de ellos porque estaban como ovejas sin pastor. Jesús nos invita a
descansar, pero no nos invita a desentendernos de nuestros hermanos, no nos
invita a olvidarnos de nuestros vecinos, de nuestra familia.
Hay mucha gente que participa en grupos de oraciones, allí encuentra paz,
encuentra tranquilidad, encuentra sanación interior. Y cuando se sana, cuando
se le soluciona de sus problemas, se olvida de los otros hermanos que estaban
en el grupo, y vuelven a sus casas, vuelven a sus vidas. No piensan que los
otros hermanos necesitan oración, necesitan de alguien que los escuche, no
piensan que hay muchos necesitados de un hombro en donde llorar.
Es cierto que no podemos dar paz si no tenemos nosotros paz, no podemos dar
tranquilidad si no tenemos tranquilidad, no podemos sanar a los demás si no
estamos sanos nosotros primero. Pero muchos cuando consiguen todo esto
inmediatamente se olvidan de todos los demás y se encierran a vivir su vida. Es
como ese hombre que se fue a ese lugar tranquilo, se lo merecía, pero se había
olvidado de todos los demás.
Si nos decimos cristianos, no podemos actuar de la misma forma. No podemos
procurar encontrar un lugar tranquilo en donde pasar la vida. El cristiano debe
saber equilibrar, balancear esos dos momentos, el momento del descanso y el
momento de la misión.
Hay personas que se confunden, piensan que la iglesia tiene que ser ese
lugar tranquilo en donde pasar la vida. Y muchos se encierran en la iglesia,
pero con un propósito mediocre, con un propósito pobre, que es estar bien ellos
solos. Y nos olvidamos de los demás, nos olvidamos de los pobre, nos olvidamos
de los enfermos, nos olvidamos del resto. Cuantos están en la iglesia, y nunca
invitan a nadie para participar en la misma, somos egoístas de las cosas de
Dios, nos apropiamos de ellas. No somos pastores que salen a buscar a las
ovejas dispersas. Nos contentamos con las poquitas que están en el corral.
La iglesia ofrece esa tentación, puede ser un lugar tranquilo en donde
pasar la vida. Hay muchos jóvenes que entran en los seminarios para pasar una buena
vida, para pasarla bien, para no tener problemas. Hay muchos pastores, que
también están en la iglesia para pasarla bien. Pero el desafió es el de
llenarnos de la presencia de Dios, y una vez que eso pase debemos, tenemos la
obligación de no encerrarnos, tenemos la obligación de ocuparnos de los demás,
de hacer una opción preferencial por los pobres, de jugarnos y reclamar por las
injusticia, y llegado el caso dar la vida por los demás.
Estamos invitados a ser imagen de Cristo. Debemos tomarnos un tiempo para
descansar, sin olvidarnos que hay mucho para hacer. La iglesia, el pueblo de
Dios, no termina en las cuatros paredes silenciosas del templo. Descansemos, llenémonos
del Espíritu de Dios y luego salgamos a la misión.
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