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Más tarde se le sumaron a sus
miedos los miedos de los otros. Le dijeron que no iba a poder, que su cuerpo
era muy chiquito, le dijeron que mejor la cesárea para no sufrir, le dijeron
que no dilataba, le dijeron que era primeriza y no tenía experiencia…
Ustedes
estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a
dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño,
se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre
al mundo. Jn. 16, 20b-21
El embarazo
siempre es una situación que produce muchos temores. A veces pensamos que
aquellas mujeres que ya no son primerizas dejan de tener miedos, lo cual es falso,
porque cada nuevo embarazo es una situación totalmente distinta a la anterior.
También los padres tenemos
miedos, miedos que muchas veces callamos para mostrarnos duros y brindarles
nuestra fortaleza a las mujeres en ese momento de tantas fragilidades. Los
miedos están presentes y no dejaran de estarlos, porque vivimos un periodo de
mucha vulnerabilidad, de mucha susceptibilidad. No podemos dejar de tener
miedo. Por eso lo que tenemos que preguntarnos es qué hacemos con esos temores.
La mejor herramienta para vencer el temor es conocer, saber más. Ya que muchas
veces el miedo es producto del desconocimiento. Por otro lado, se dicen muchas
cosas sobre el embarazo, hay muchos mitos, por eso debemos saber a quiénes
consultamos, nuestra primer misión es buscar un acompañamiento que nos brinde
la confianza necesaria para atravesar más fácilmente este periodo.
¿Y porque Dios nos dio el dolor?
¿Se trata de una maldición? La función del dolor, aunque parezca increíble, es
proteger el cuerpo, enviándole señales de alarma, como advertencia y nos invita
a actuar. Por eso frente al dolor lo más importante es el movimiento, aunque en
muchos caso, en hospitales y clínicas se las acuesta a las mujeres que van a
parir y se las inmovilizas, cuando la libertad de movimiento le permite a la
mujer asumir instintivamente las posiciones más analgésicas, menos dolorosas.
De esta manera, la mujer se protege a sí misma de los daños a su pelvis, su
cuello uterino y su periné, mientras que, al mismo tiempo, protege al bebé de posiciones
poco convenientes que pueden causar excesiva presión en su cabeza. Actuando de
esta forma, la mujer puede reducir los niveles de stress de su bebé, así como
también su propio dolor.
Tenemos en nuestra cabeza la
imagen de que los dolores de partos son continuos, idea equivocada cuando el
parto se va produciendo sin intervenciones de medicamentos. El dolor en el
parto está dado por un ritmo que se produce como oleadas en el cuerpo de la
mujer: dado por altos y bajos, contracción y expansión, movimientos de
aceleración y desaceleración.
El dolor es causante de la
producción de diferentes hormonas que la ayudaran a atravesar los diferentes
momentos del parto. Cuando se interviene el trabajo de parto con drogas, se
altera ese proceso natural que debería de darse, lo cual hace que a la vez se
demanden nuevas intervenciones médicas innecesarias.
En muchos casos se privilegia la
voz del medico por sobre la voz de la mujer, que es desvalorizada, tratada como
una enferma, menospreciada. Pocas veces se escucha lo que siente, lo que le
dice su cuerpo, pocas veces se respetan sus deseos. En muchos casos, se ve al
parto como una ganancia que produce más dinero cuando se realizan cesarías, que
en muchos casos son innecesarias.
También debemos hacer una
diferenciación que resulta importante: existe una diferencia entre el dolor y
el sufrimiento. El parto es una situación de dolor, pero de un dolor que cumple
una función especifica, no es un fin en si mismo, sino un medio para lograr un
bien mayor: el de dar a luz. Cuando nos duele una muela por ejemplo, ese dolor
no es medio, no tiene un propósito especifico por eso se transforma fácilmente en
un sufrimiento. Cuando el dolor del parto se transforma en sufrimiento, es
porque hemos perdido el sentido de ese dolor.
Dios nos ha creado de una manera
perfecta, el cuerpo de la mujer está capacitado para a travesar ese momento por
el que atravesaron infinidades de mujeres desde el comienzo de la historia de
la humanidad. Por eso debes confiar en vos, Dios te dio la vida y la fuerza
para salir adelante. Dios también te acompaña en este momento por el que te toca
a travesar. Él también quiere estar presente en este momento de tu vida, y
verás cuando recibas ese niño en tus brazos que ese dolor se transformará en un
gran gozo.
Andrés Nicolás Obregón
Más información en: http://palabradediosparalosjovenes.blogspot.com.ar/2010/12/el-significado-y-las-funciones-del.html
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