«Mi Padre trabaja
siempre, y yo también trabajo». Jn 5, 17
Era su primer trabajo. No pensó
que sería la experiencia más traumática de su vida. Simplemente tenía que
atender llamados en un call center. Se dio cuenta enseguida con todos los
problemas que tenía que lidiar, entre ellos el soportar las locuras de la gente
que llamaba gritando indignada por el mal servicio que brindaba la empresa. Tenía
un contrato temporal, y para no perder el empleo debía hacer horas extras que
nunca se pagaban. Después vinieron los turnos rotativos, luego se tenía que
quedar trabajando los francos. Todo siempre por el mismo precio. Más tarde
había que aumentar la eficiencia, atender una cantidad mínima que era imposible
de cumplir. Por eso ya no podía ir ni tomar un baso de agua, ni pensar en
desayunar o comer algo, y pronto se llegó al extremo de no poder ir al baño. Él
pudo renunciar porque sus padres lo apoyaron y podían mantenerlo todavía, pero
otros jóvenes como él tenían que soportar todos los maltratos porque no les
quedaba otra.
“Les ordenamos, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que se
aparten de todo hermano que lleve una vida ociosa, contrariamente a la
enseñanza que recibieron de nosotros. Porque
ustedes ya saben cómo deben seguir nuestro ejemplo. Cuando estábamos entre
ustedes, no vivíamos como holgazanes, y nadie nos regalaba el pan que comíamos.
Al contrario, trabajábamos duramente, día y noche, hasta cansarnos, con tal de
no ser una carga para ninguno de ustedes. Aunque teníamos el derecho de
proceder de otra manera, queríamos darles un ejemplo para imitar. En aquella
ocasión les impusimos esta regla: el que no quiera trabajar, que no coma.
Ahora, sin embargo, nos enteramos de que algunos de ustedes viven ociosamente, no
haciendo nada y entrometiéndose en todo. A estos les mandamos y los exhortamos
en el Señor Jesucristo que trabajen en paz para ganarse su pan.” 2 Tesalonicenses
3, 6-12
¿Por qué trabajamos? ¿El trabajo
es un derecho, una obligación o un castigo? Desde el origen del mundo, es Dios
mismo el que realiza un trabajo creativo en todo lo que respecta a la creación
(Gén. 1, 1) y da como primer primer mandato a Adán y Eva el trabajar (Gén. 1, 28)
en armonía con lo creado. Es el Dios Creador quien hace coopartícipe al ser
humano de su obra creadora para que esta perdure por siempre.[1]
El trabajo cumple dos misiones:
plenificarnos como personas y brindarnos
el sustento para vivir. Por eso, el trabajo debería ser un derecho, aunque no
todos lo entiendan de ese modo. Aunque aumente la desocupación, el trabajo en
negro, la sobreocupación, las condiciones precarias de trabajo, etc.
“El que trabaja merece su salario”
Lc. 10,7. Y no solo eso sino que ese salario debe ser justo, de acuerdo a la
actividad que se realice. Aunque todos tenemos un mismo derecho, y “no hay ninguna diferencia entre el que
planta y el que riega; sin embargo, cada uno recibirá su salario de acuerdo con
el trabajo que haya realizado.” 1 Cor. 3,8. Por otro lado, es triste
ver que a veces son los mismos
cristianos los que explotan a otros cristianos, los que a la hora de pagar no
pagan lo que corresponden, o tardan en pagar, o pagan de a poco. Decir que lo
anterior es un derecho debería ser suficiente, pero habría que agregar que es
un mandato dejado por Jesús nos guste o no.
Todo trabajador merece descansar.
Seis días trabajó Dios en la creación del mundo, en el séptimo descansó. “Y acabó Dios en el día séptimo su obra que
hizo, y reposó el día séptimo de toda su obra que había hecho.” Gn 2, 2
Frente a esto tenemos la realidad del mundo que obliga a muchas personas a
trabajar día corridos sin parar, sin descansos, sin francos. El descanso es un
derecho.
Por otra parte, hoy el
clientelismo político obliga a muchas personas a depender de subsidios, y en
muchos casos se promueve una cultura del facilismo, de la pereza, del menor
esfuerzo. No responsabilizo de esto a las personas que con pocos recursos no
les queda otra que aceptar lo que se les ofrece, sino a aquellos que se
aprovechan de las necesitadas de la gente para mantener los votantes cautivos.
Hay gente a la que no le gusta
trabajar, que se esfuerza el mínimo y se convierte en una carga para otros. Hay
otros que ocupan lugares importantes para sacar provecho de los privilegios que
tienen, tal es el caso de muchos políticos: cuántos de estos aumentan su
patrimonio enormemente productos de grandes negociados. Para ellos las palabras
de Pablo son más que elocuentes: “El que robaba, que deje de robar y se ponga a
trabajar honestamente con sus manos, para poder ayudar al que está necesitado.”
Ef 4, 28.
Hoy en el día del trabajador,
deberíamos recordar que el propósito de Dios, era que el hombre con su trabajo continúe
con su obra creadora. Por esos no podemos dejar de reclamar mejores condiciones
para los trabajadores, salarios dignos, descansos y jornadas de trabajados más
cortas. Por esos no podemos dejar de reclamar que queremos para el pueblo
empleos y no planes. Por eso no debemos dejar de denunciar aquellos que roban,
que privan a la gente los derechos que les corresponden.
Hoy es el día del trabajador, por
eso no podemos dejar de decirle gracias a todos aquellos que se esfuerzan día a
día por logran una realidad mejor. Gracias.
ME PARECE GENIAL ESTE ARTICULO. PARA COMPRENDER LA IMPORTANCIA DEL TRABAJO DESDE UN PUNTO DE VISTA CRISTIANO. AMEN!
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