jueves, 27 de diciembre de 2012

Entre la Navidad y la Pascua


El primer día de la semana, de madrugada, María Magdalena corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto". Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto la cabeza de Jesús; éste no estaba caído con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Jn 20, 1-8



Hoy la liturgia de la Palabra nos sorprende con un pasaje de la Resurrección. Quizás para que caigamos en la cuenta, que en un mismo periodo, en un mismo mes, incluso en un mismo día nuestra vida puede pasar por muchos momentos. También para atrevernos a mirar que a pesar de que nosotros estemos festejando hay muchos que están sufriendo.
También porque la Navidad y la Pascua tienen mucho de parecido. Acaso la pascua no es un nuevo nacimiento, acaso la navidad no es comienzo de la pascua de Cristo. Por eso si queremos nacer en esta navidad, debemos recordar que hay que morir. Morir a nuestras viejas actitudes, morir a nuestros pecados, morir a nuestras miserias.  
Los dos discípulos encuentran el sepulcro vacío, solo quedan las vendas. Jesús ya no está ahí, Jesús ya no está muerto, ha resucitado. Jesús ya no sufre, ya no muere, ya no nace, sino que vive y un día vendrá con gloria a juzgar a vivos y a muertos. No debemos perder nunca de vista todo eso, porque si no nos perdemos como cristianos. La alegría del recuerdo del nacimiento de Jesús, debe traducirse en alegría del encuentro con el hermano, en la alegría de ayudar a los que necesitan, de la alegría de reconciliarse con los que estamos peleados.
Es tiempo de ponernos en marcha y salir a la búsqueda de nuestros hermanos, esa es nuestra misión porque Cristo ya no está en el sepulcro, Cristo ya no está en el pesebre, sino que nos espera en cada hermano que sufre. 

Feliz Navidad, Feliz Resurreción, Feliz Encuentro con el que Sufre!!

Andrés Nicolás Obregón

domingo, 23 de diciembre de 2012

Partió y fue sin demora


“...Se encaminó presurosa..”

María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas ésta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su vientre, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: "¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi vientre. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor". Lc 1, 39-45

Juan tiene 18 años, está enfermo. La noticia lo ha destrozado. Se ha encerrado en si mismo. No quiere contárselo a nadie. Pasa largas horas en su pieza frente a la computadora.


Carla tiene 15 años, es fanática de Facebook, se hace todos los test que haya, consulta la galleta de la suerte, tiene una ciudad  y una huerta virtual en donde cosecha tomates y otras plantitas. Su vida personal y su familia es un desastre.

Aldo vive de noche, y duerme de día.  Tiene 17 años. Le gusta chatear en el MSN, visitar páginas en Internet y jugar a los juegos online.

María era una joven como vos. No estaba entre sus planes próximos quedar embarazada. Estaba de novio, nada más. Pero eran otros tiempos. Pronto recibe un anuncio: “…Darás a luz un hijo”.

¿Cómo explicarle al mundo lo que le había pasado? ¿Cómo contarles a todos que ese hijo era obra de Dios? ¿Cómo explicárselo a su novio José?  Según las leyes de esa época, si una mujer tenía relaciones antes de estar casada podía ser apedreada. Uno a uno los hombres del pueblo le tirarían piedras hasta matarla. María tiene miedo… pero en su miedo sólo se acuerda de su prima Isabel que ya es mayor y espera un hijo. Por eso, sin pensarlos dos veces, parte “sin demora” a la casa de su pariente.

Actualmente parece que cada joven está encerrado en sus propios problemas. Que cada uno hace la suya. Que nos desconectamos de la realidad, y nos conectamos a un mundo virtual, a un mundo imaginario, pero que al parecer es seguro.

La sociedad nos obliga a encerrarnos, tenemos miedo a la inseguridad, a la delincuencia, a los problemas del mundo. Y somos cada vez más individualistas. No sabemos lo que les pasa a los demás. A veces nos enteramos que le pasa al otro, cuando en su nick del Messenger pone su estado de ánimo. Pero no nos hacemos un tiempo para acercarnos a compartir con el otro.

¿Cómo es posible que nos pasemos tantas horas haciendo test, sembrando plantitas virtualmente, jugando juegos de lo más violentos en Internet?

La imagen de María que parte rápidamente a la casa de su prima, tiene que servirnos de ejemplo. Ésta deja de lado sus preocupaciones, que verdaderamente son graves, y se ocupa de los demás. No se encierra en sus propios problemas, sino que se abre a los demás. Sabe de la violencia de su mundo, pero se pone en manos de Dios, y hace su voluntad.

La visita de María, que lleva a en su vientre al Salvador, hace saltar de felicidad a su prima Isabel y también su vientre se llena de gozo. María comparte su alegría, comparte su tiempo, se comparte.

¿Y nosotros los jóvenes? En este tiempo de Adviento estamos invitados a salir de nuestro individualismo, estamos invitados a recordar a aquellos que necesitan nuestra compañía y servicio.

A María no la mueven motivos humanos, se ha llenado del Espíritu Santo y es la primera anunciadora de que las promesas de Dios se han cumplido.

Pidamos a Dios que nos llene de su Espíritu para romper las cadenas de la Pereza y el Egoísmo. Sólo Él lo puede hacer … “¿Crees esto?” (Jn 11,26)...

“Feliz de ti por haber creído...” (Lc. 1,45)

Andrés Obregón

viernes, 14 de diciembre de 2012

Palabras de Pescador



1- Una Voz en el Desierto

En estos días que parecen finales, en estos días en que estamos tan cerca de la vuelta de mi Señor, quiero contarte mi historia desde esta cruz, en la que me ha tocado entregar mi vida.

Fueron solo tres años, pero que intensos e inolvidables. 

Soy Andrés. Soy judío, aunque mi nombre es de origen griego. Nací en un pueblo llamado Betsaida, a orillas del lago de Galilea.

Me encuentro tan lejos de casa. Tan lejos de todos. Quizás te preguntes cómo llegué hasta acá. Hoy puedo decir que por amor. 

Sé que mis días están contados. Pero aun así cómo olvidar esas palabras. Cómo olvidar esa mirada me que invitaba a seguirlo. Cómo callar lo que sentí y todavía después de tanto tiempo siento. Por eso desde aunque me ves sufriendo, estoy contento porque a pesar de todo todavía puedo anunciar al Cristo y contarte esta historia, para dar testimonio que una vez el amor vino a este mundo, pero el mundo no lo conoció…

Las ansias por Dios crecían en mí continuamente. La sensación de un vacío inexplicable, y una soledad que no acababa me movían a la búsqueda de aquel que me devolviera a una vida plena.

Había recorrido gran cantidad de kilómetros en la búsqueda. Ríos, montañas, quebradas y hasta en la orilla de los mares, y aquello que prometía ser mi salvación dejaba traslucir lo que es puramente humano. 

Mi hermano, mi padre y mis parientes me desanimaban. Insistían en que debía conformarme con mi destino, con mi trabajo y mi religión. Pero como silenciar esa voz que irrumpía  en mi interior y me decía: “Andrés, no te canses de buscarme”.

Fue así que descubrí en el camino señales de algo maravilloso y nuevo. En el desierto se alzaba la palabra de un hombre que parecía hablar en nombre de Dios. Se llamaba Juan y su popularidad crecía día a día. Aunque sonaba duro, todo lo que decía guardaba la esperanza del cambio.

Tardaba tres día de viaje para llegar hasta un río llamado Jordán. Allí eran muchos los que escuchaban, pero también éramos muchos los que teníamos dudas. ¿Cómo confiar si ya habían venido otros y todos terminaban defraudando al pueblo?
Una tarde en que yo escuchaba sentado en una piedra, se abrió entre la multitud una comitiva venida desde Jerusalén, conformada por sacerdotes y levitas (1). Ellos también dudaban, no porque les interesara creer, sino que tenían miedo ante quien se hiciera popular en el pueblo.
Juan los miró y siguió hablando, pero ellos lo interrumpieron preguntándole si él era Elías. En ese momento el silencio fue absoluto, todos prestamos atención, quizá porque queríamos escuchar de su boca esa declaración tan esperada. Entonces respondió: “No lo soy”. Nosotros nos desilusionamos, ellos se alegraron, pero no acabaron con sus cuestionamientos: “¿Eres el profeta?”. Juan fue sincero y volvió a responder con un no. Sin embargo no quedaron conformes y volvieron a insistir:

- ¿Quién eres? Tenemos que llevar una respuesta a quienes nos enviaron ¿Qué dices de ti?

Juan dejó de mirarlos y hablo ya no para ellos sino para todos los que escuchábamos:

- Yo soy la voz del que grita en el desierto: Enderecen el camino del Señor, según dice el profeta Isaías.

Entonces, muchos se alejaron porque esperaban algo más, esperaban que se cumpliera en Juan la promesa que el pueblo guardaba en lo profundo de su corazón. Yo también me levanté para irme, pero me detuve cuando escuche que alguien hacía una nueva pregunta:

- Si no eres el Mesías ni Elías ni el profeta ¿Por qué bautizas?

- Yo Bautizo con agua. Pero entre ustedes hay alguien a quien no conocen, que viene detrás de mí, y yo no soy digno de soltarle la correa de su sandalia. Yo bautizo con agua, pero él los bautizará con fuego y con espíritu.
Eso fue lo último que Juan dijo ese día, luego se alejó caminando por la orilla del río Jordán. Creo que él también esperaba que llegase el Mesías. Pero él creía verdaderamente y tenía el coraje de anunciarlo a los cuatro vientos. Por eso muchos lo seguían y se hacían bautizar. Llevaba un manto hecho de pelo de camello, con un cinturón de cuero en la cintura y comía saltamontes y miel silvestre(2).


--------------------------------------------------------------

(1) Juan 1, 19-28

(2) Marcos 1, 6

domingo, 2 de diciembre de 2012

¿Y si hoy fuese el fin?


Jesús dijo a sus discípulos: "Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre". Lc 21, 25-28. 34-36

¿Y si hoy fuera el día? ¿Y si hoy se colapsarán las estrellas, y llegara el fin? ¿Qué haría si hoy se terminara todo? ¿Y si hoy se precipitaran esas señales del cielo? ¿Y si hoy rugiera el mar con violencia? ¿Y si todo esto pasara, qué me encontrará haciendo el fin? ¿En que me encontrará gastando la vida?
Todas las películas que he visto sobre el fin del mundo, muestran la tragedia, el temor, la locura de los que se desesperan sabiendo que ya no habrá un mañana. Pero ¿esa es la actitud que debemos tener como cristianos ante el posible fin del mundo?
Cuándo se le pregunta a una persona qué haría si supiera que llega el fin del mundo, la respuesta no varía, muchos dicen: “Haría todo lo que no hice hasta ahora”. Y yo me pregunto, por qué no aprovechar el día de hoy como si  todo acabara, como si no hubiese mañana. ¿Tenemos que esperar hasta el fin para decirle a la persona que tenemos a nuestro lado cuanto la amamos? ¿Tenemos que esperar hasta el fin para pedir perdón y perdonar? ¿Tenemos que esperar a que ya no haya vuelta a tras para empezar a vivir a pleno la vida?
Pero no, vivimos la vida como si tuviésemos comprado y asegurado el mañana, pero nadie tiene la seguridad de que habrá un mañana. Vivimos la vida como si fuésemos eternos y dejamos todo para después, más adelante tendremos tiempo nos decimos. Pero no, no somos eternos, no tenemos seguro de un mañana. Debemos tomar conciencia de este hecho, no para desesperar, sino para vivir la vida de una forma diferente.
Los primeros cristianos creían que el fin llegaría pronto, hasta el apóstol Pablo creía que vería la segunda venida de Jesús, y vivían cada día como si fuese único, como si fuese el último. Pablo vivía siempre expectante, preparado, siempre con la lámpara encendida por si llegara el final, se  atrevió a ser luz, y nunca se preocupó de que lo pasaría el mañana, confiaba en que Dios le renovaría las fuerzas cada nuevo día.  Gracias a esta actitud el mensaje de Cristo se extendió, rápidamente. Hoy los cristianos necesitamos tener esa misma actitud, esa misma conciencia de que somos finitos.
Jesús cuando habla del fin lo describe como un ladrón que entra a una casa, y nos pregunta ¿alguno sabe cuando vendrá el ladrón a robarnos? Nadie. Por eso debemos estar atentos, porque el fin se desliza lentamente como un ladrón en la noche. ¿Y si hoy llegara el ladrón? ¿Estamos preparados para rendir cuentas? ¿Estamos preparados para decirle a nuestro señor en qué gastamos nuestros talentos? Y si hoy fuese el fin ¿seríamos como esa higuera que no daba frutos?
 Y si hoy fuese el fin ¿cuantas ovejas habría en nuestro rebaño?  Y si hoy fuese el fin ¿por cuantas ovejas que se nos extraviaron tendríamos que rendir cuenta?
Hoy es el tiempo de venderlo todo y jugarnos por esa piedra valiosa que hemos encontrado. Cuántos se pasan la vida dudando, sin darse cuenta que Cristo es la piedra valiosa por la que vale la pena jugársela. Hoy es el tiempo de las oportunidades, no de los excesos.
Hoy es tu tiempo, no lo gastes en preocupaciones que no valen la pena. Cuanta gente se pone mal porque internet le funciona lento, o porque no tiene señal, o porque no se puede comprar lo que vio en la propaganda. Cuantas personas se molestan porque le llegan invitaciones para eventos por Facebook que no le interesan, y hacen todo un drama de esto. ¿Me pregunto si todos ellos se preocupan de la misma forma por los chicos que están en la calle, o por aquellos que no tienen para comer?
Lectura de hoy nos pide que tengamos cuidado de las cosas que nos aturden en la vida. Yo creo que nunca en la historia de la humanidad el hombre estuvo tan aturdido por el mundo. Estamos aturdidos, por eso pocos pueden escuchar a Dios, por eso parece que Dios ya no habla al mundo, pero somos nosotros que ante tanto ruido no podemos escuchar. El mundo, o mejor dicho esta sociedad de consumo, nos quiere aturdidos, para poder manejarnos a su antojo, para decirnos que comer, que vestir, y hasta como amar.
Pero hoy es el tiempo para levantar la cabeza y mirar el cielo. Hoy es el tiempo para cambiar. Cuantas cosas hay que cambiar, que vemos como naturales pero nada más alejado de lo natural. Debemos cambiar muchos malos hábitos, debemos cambiar la forma en que comemos, la forma en que nos movemos, hasta la forma en que caminamos.
El fin no es el fin, sino es la llegada de la liberación. Cuando llegue el fin, llegará con ella la tan esperada liberación. Por eso no debemos temer, sino que debemos estar expectantes y preparados. Debemos demostrar con nuestra vida que queremos estar en la otra vida con Cristo, debemos demostrar desde ahora que queremos abrazar a Cristo con todas nuestras fuerzas, para que en la otra vida se cumpla. La otra vida será la plenificación de lo que hayamos vivido en esta vida. Por eso todo lo que queramos vivir en el más allá, lo debemos empezar a vivir en el más acá. Por eso debemos preocuparnos por vivir una mejor vida, y hacer que los demás vivan una mejor vida. Si yo hago de esta vida un infierno para mi y para los demás, cómo puede esperar un cielo.
Finalmente la lectura nos llama a la oración. Que nuestra vida sea una oración de alabanza hacia el Dios que nos espera con los brazos abiertos, para hacer una gran fiesta.

Andrés Nicolás Obregón

martes, 20 de noviembre de 2012

¿Parar el país o Parar de robar?


Ezequiel se levantó como todas las mañanas para ir a trabajar. Pero hoy tenía miedo de salir a la calle. No era un día como cualquier otro, había paro "nacional". Sentía temor de que le pasara algo, simplemente por elegir trabajar, simplemente por no sumarse al paro. No había transporte por lo que tuvo que usar su bicicleta. Nadie le traería el pan a su familia si él no salía, nadie le devolvería la plata que él perdería si no iba a trabajar. Era la primera vez que se sentía de esa forma, raro, presionado, obligado , sin libertad de hacer lo que a él le parecía mejor. Finalmente llegó a su trabajo, pero un piquete impedía que alguien pudiera pasar. 
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más".Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Lc 19, 1-10
Creo que para que el país salga hacia adelante, no hay que parar el país  sino que hay que dejar de robar. No quiero prohibir el derecho a realizar huelgas. Todos tenemos derecho a hacer huelgas, los sindicatos tienen la obligación de defender los derechos de los trabajadores. Pero, nadie tiene el derecho a obligar a otros a que paren, nadie tiene derecho a ejercer violencia para que los que quieran ir a trabajar puedan hacerlo.
 En la lectura de hoy, Zaqueo se encuentra con Jesús. Creo que lo que este país necesita para mejorar es encontrarse con Jesús, y si no creemos en Jesús, por lo menos necesitamos reencontrarnos con algunos valores que hemos perdido. Valores como la honestidad y el servicio al prójimo, son los que hacen falta.Lo que este país necesita es que alguna vez por lo menos un político o un sindicalista diga como dijo Zaqueo: "Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más". Sin embargo no dejamos de escuchar que cada día aumentan su patrimonio, cada día vemos como los que están en el poder se aumenta descaradamente el suelo, o reciben jubilaciones de privilegios.  ¡¡¡Es tiempo que dejen de robar!!!
Como siempre es el pueblo que queda en el medio, es el pueblo el que tiene que pagar los platos rotos, es el pueblo al que se manipula para ver quién tiene más poder. Que interesante sería ver cómo los políticos, los empresarios, los gremialistas, salen al encuentro de Jesús y se suben al árbol para poder verlos.
Quizá estoy pidiendo mucho. Pero quiero recordarles a los que gobiernan, a los que representan al pueblo, que están para servir, no para ser servidos. Cuando vea a un sindicalista pobre, recién ahí creeré que lucha por los trabajadores. Cuando vea a un político pobre, recién ahí creeré que quiere que todos y todas las personas de este país estén mejor. Y nosotros como cristianos que nos decimos ser, es hora que empecemos a dar el ejemplo. Es hora que nos encontremos de nuevo con Cristo para que transforme nuestras vidas. Él quiere entrar a nuestras casas, a nuestras familias, a nuestras escuelas, a nuestros gobiernos, para salvarnos, para devolvernos la vida que habíamos perdido.
Me puedo quejar de todos, pero si yo soy igual, si en las pequeñas cosas también soy igual, que sentido tiene, debería considerarme un hipócrita, como esos que se sorprenden de que Jesús vaya a comer a casa de Zaqueo.Todos y todas, debemos unirnos por sacar el país adelante, con propuestas, con honestidad, con coherencia, con respeto hacia los que piensan distinto. 
Quizá se me acuse de hacer política con la Palabra de Dios. No es mi intención, pero ¿No debemos iluminar la realidad con la palabra de Dios? Pido a Dios que algun día podamos ver a uno, tan solo uno, de esos que viven a costa del pueblo diciendo esas hermosas palabras que dice Zaqueo. Ese día también diremos como dijo Jesús: "Hoy la Salvación ha llegado a esta casa, a este País"Andrés Nicolás Obregón

domingo, 11 de noviembre de 2012

La mediocridad del que da siempre lo mínimo.

Era un joven brillante, hábil para aprender, con un futuro prometedor. Pero siempre se sacaba bajas notas. No le gustaba estudiar, siempre iba a los exámenes con lo justo, con lo que se acordaba de las clases. Él sabía que si se esforzaba podría sacarse mejores notas, pero nunca lo hacía. Decía que no quería demostrar cuanto más podía hacer, porque si no siempre le pedirían que se esfuerce más.
Otro joven empezó a trabajar. Siempre llegaba casi sobre la hora. Solo hacía lo que le pedía y se trataba se esforzarse lo evitaba. Él sabía que tenía grandes capacidades, pero no quería demostrarlas porque si no siempre tendría que dar más en el trabajo.


Jesús enseñaba a la multitud: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir". Mc 12, 38-44


Hoy la lectura nos habla del dar, del compartir, de lo que nosotros damos. Y creo que cada vez damos menos, damos solamente las sobras, y no me refiero simplemente a lo económico, porque tampoco creo que Jesús se refiriera solamente al dinero. Vivimos en una sociedad cada vez más mediocre, son pocos los que están dispuestos a dar más de lo que se les pide. A menudo me encuentro con jóvenes que pueden dar más, que tienen grandes talentos y capacidades, pero que se han acostumbrado a que dando poco puedan pasar de año, o puede conseguir lo que quieren. Hace poco en un escuela nos enteramos que a los que se sacaban buenas notas, los demás compañeros le pegaban. Es así que el curso empezó a bajar su rendimiento. Los que podían dar más estaban condicionados, y solo se sacaban lo justo. A eso han llegado los jóvenes que son el reflejo de lo que somos los adultos.
Muchos de los jóvenes quieren todo servido, ni siquiera son capaces de leer la consigna de un examen. Me sorprende que se acerquen y me pregunten qué hay que hacer, y cuando uno le pregunta si leyó la consigna te dicen que no, o que no tienen ganas.
En otra ocasión estaba por tomar un examen, y unos días antes le di a mis alumnos un modelo de la prueba, por llamarla de alguna forma, ya que era en realidad la prueba que les iba a tomar. Las hicimos juntos, se explicó detalladamente, la mayoría copió. Después llegó el momento de la prueba, les dí los mismos exámenes que habíamos explicado, con los mismos ejercicios. Sin embargo  varios entregaron en blanco, algunos no sabían que hacer, la mayoría desaprobó. Casi ninguno fue capaz de sentarse un rato en casa y estudiar lo que se les dio, tenían la posibilidad de aprobar casi servida y no la aprovecharon.
Unos meses atrás en unos publicidades aparecía una frase que decía “la ley del menor esfuerzo”, quizás esa frase resume a la sociedad de hoy. Yo doy ejemplos con jóvenes, porque trabajo con jóvenes, pero estoy seguro que si ellos son así es porque sus padres o la sociedad les trasmitimos los mismos valores.
Hay gente que se acostumbró a que les den, y saben que siempre se les va a dar, por eso ya no se esfuerzan por conseguir un trabajo, ya no se esfuerzan por mejorar, ya no se esfuerzan por salir adelante.
Damos lo mínimo, incluso en nuestras relaciones de pareja, incluso a nuestros hijos. Y vuelvo a insistir que no se trata de dinero, eso no basta, se trata de tiempo, de cariño, de amor. Cuantos padres mandan a sus hijos a la escuela no para que estudien, sino para sacárselos de encima.
Nací en una casa en donde mis padres se esforzaban por darnos lo que necesitábamos. Siempre los ví trabajar, siempre los ví levantarse temprano para llegar a tiempo al trabajo. Ese fue el ejemplo que me transmitieron. Ninguno de ellos había terminado la escuela primaria, pero se esforzaba porque fuéramos a la escuela. Ellos daban todo de sí, para darnos el ejemplo de que hay que esforzarse.
La viuda que da las dos monedas, da todo lo que tiene. No es mucho, pero da todo. Dice el Padre Clemente Sobrado: “El valor de lo que damos no depende de lo que damos. El valor de lo que damos depende del corazón con que lo damos. Podemos dar mucho y no damos nada. Podemos dar poco y dar mucho.”
Estamos invitados a salir de nuestra mediocridad y empezar a esforzarnos por dar más. Debemos demostrarles a los jóvenes que vale la pena el esfuerzo, y no la avivada. No quejamos mucho de los políticos, pero en nuestros hogares se repite en pequeña escala lo que se vive a nivel nacional. Para sacar adelante al país no basta con marchas, hay que empezar a esforzarnos más.  

domingo, 4 de noviembre de 2012

Amar a Dios y al hermano


Julián no se enteró que la peregrinación se había suspendido. Le pareció raro que no hubiera gente, pero no le importó. Tenía que cumplir con la promesa que había hecho. Tenía que sacrificarse y llegar por más que costara. Así estuvo caminando toda la noche. Para cuando llegó al lugar ya estaba amaneciendo y no pudo creer lo que estaba viendo, estaba todo inundado. No podría alcanzar su misión, no podría llegar exactamente al lugar. Angustiado se echó a llorar, luego lo atacó la bronca. Tanto esfuerzo en vano. Volvería resignado sintiendo que le había fallado a Dios. Pero de pronto algo pasó. Vio a muchas personas acampando. Eran evacuados que tuvieron que dejar sus casas por el agua. De pronto lo entendió, ese era el sacrificio que Dios le pedía, ayudar a sus hermanos, amarlos en esta hora de crisis.

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?". Jesús respondió: "El primero es: 'Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas'. El segundo es: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. No hay otro mandamiento más grande que éstos". El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Mc 12, 28b-34

Levanten la mano los que saben que el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas. Seguro que lo levantaron todos. Levanten la mano aquellos que saben que el segundo mandamiento más importante es el de amar al prójimo. Seguro que también varios la levantaron. Ahora levanten las manos aquellos que aman al prójimo igual que se aman a si mismos…
Hay muchos que creemos amar a Dios. Pero somos incapaces de amar al hermano. Hay muchos que hablamos tanto con Dios que lo tenemos mareado. Pero luego somos incapaces de hablarnos con nuestro prójimo. Hay muchos que estarían dispuestos a darlo todo por Dios. Pero luego somos incapaces de dar una limosna al que nos pide para comprar un pan.[1]
El amor a Dios y al prójimo es más importante que cualquier sacrificio. Equivocados estamos si solamente peregrinamos y no somos capaces de ayudar a nuestros hermanos. Equivocados estamos si al salir de nuestras celebraciones nos encerramos en nuestro mundo, y no le prestamos atención a nuestra familia. Equivocados estamos si son más importantes las prácticas religiosas que el amor al prójimo.  Equivocados estamos si le dedicamos tanto tiempo a ensayar con nuestra banda de música cristiana, y nos olvidamos de ayudar, de servir, de compartir con los que más sufren.
En este último tiempo cuantas frases ofensivas he escuchado, cuanto odio le demostramos a los que piensan distintos. Nos quejamos de aquellos que gobiernan porque los tildamos de intolerantes, pero no permitimos que nadie nos haga una crítica. Tildamos a los jóvenes de incapaces, de drogadictos, de tontos que pueden ser utilizados. Que errados que estamos, la juventud necesita que les demostremos amor, que le demostremos que creemos en ellos. Criticamos y hasta decimos que odiamos a los negros que andan con gorritas. Y luego vamos a la iglesia. ¡Qué ejemplo para aquellos que no creen! ¡Qué testimonio para aquellos que no conocen a cristo!
Vemos por televisión la incapacidad de los diputados o senadores de ponerse de acuerdo por el bien de la comunidad. La incapacidad de hablar sin gritos, de expresar opiniones sin insultos. Es ahí en donde tenemos la misión de poner el amor al prójimo, es ahí en donde tanta falta hace el amor al prójimo.
Si somos capaces de esforzarnos cada día para amar a nuestros prójimos, entonces no estamos lejos del Reino de Dios. Si todavía hay odio en tu vida, pide a Dios que te llene de su Espíritu Santo, que es el amor de Dios derramado en los corazones.

domingo, 21 de octubre de 2012

Dios también es Madre.

Alberto no conoció a su madre. Ella murió cuando él nació. Su padre siempre fue una persona dura, autoritaria, fría y nunca le mostró un poco de ternura. 
Cuando era pequeño la imagen de su padre fue la primera aproximación a la imagen de Dios. Así,  para él Dios era un ser lejano, todopoderoso, omnipotente, que castigaba a los pecadores...

Una de las primeras experiencias de Dios que tuvo el pueblo de Israel, fue la de liberación. Dios era aquel que con mano poderosa los había sacado de la esclavitud del faraón de Egipto. Por eso, la imagen que más caló profundo en sus corazones fue la del Dios guerrero, el Señor de los Ejércitos, un Dios capaz de castigar a los enemigos, y con el que podían ganar una y más batallas.
Pero Dios recién comenzaba en su tarea de revelar su rostro, un rostro diverso, múltiple, un rostro que no solo contemplaba la dureza sino también la ternura. Difícil fue para un pueblo machista contemplar un nuevo rostro que quería surgir con todo su esplendor. No es que Dios jugara a la escondida, sino que respetaba nuestros tiempos sabiendo que no podríamos entender todo desde el principio.
Y en el susurro de la briza, en los oídos de los profetas, Dios los invitó a caminar por una nueva senda. Debían anunciar que un  Dios dador de vida, un Dios que dio a luz a toda la creación no solo era padre, también era madre. Así nos mostrarían a un Dios que no solo liberaba, sino que era capaz de brindar consuelo,  y que decía a su pueblo: "Como un hombre es consolado por su madre, así yo los consolaré a ustedes” (Is 66,13). Un Dios que como una madre no se olvida de sus hijos: “¿Se olvida una madre de su criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero aunque ella se olvide yo no te olvidaré!”(Is. 49, 15)
Sería el profeta Oseas el encargado de pintar en palabras una hermosa descripción de un Dios que adquiría todas las características maternales: “Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero cuando más los llamaba, más se alejaban de mí… ¡Y yo lo había enseñado a caminar Efraím, lo tomaba de los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los cuidaba. Yo los  atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y le daba de comer” (Os. 11, 1-4)
Un Dios que amaba, que demostraba ternura no era muy popular, muchas veces se imponía la imagen del Dios que aplastaba a los pecadores con brazo fuerte. Los años y los siglos pasaron, hasta que aquel, el único que conocía el rostro de Dios se hizo carne y nos revelo el verdadero rostro de Dios.
En todas sus enseñanzas, Jesús también se atrevió a mostrar el rostro maternal de Dios, comparándolo en las parábolas sobre el Reino de los Cielos con una mujer que mezcla un poco de harina con levadura hasta que fermenta toda la masa. Mt. 13, 33. Para Jesús, Dios también se parecía a una mujer que tenía diez monedas y pierde una, que enciende la lámpara, barre toda la casa y busca con cuidado hasta encontrarla. (Lc. 15, 8)
Para Jesús, Dios es padre y también madre. Pero por sobre todo para Jesús, Dios es Amor.
Quizás en estos tiempos de violencia, de odio y de tanta muerte debemos anunciar no a un Dios que castiga a los pecadores, sino un Dios que es madre y sufre por los hijos de sus entrañas. El mundo necesita que le anunciemos aun Dios que quiere reunir a sus hijos, como una gallina que reúne bajo sus alas a los pollitos. (Lc 13, 34)
Como el pueblo de Israel fue descubriendo la imagen verdadera de Dios, cada uno de nosotros debemos ir pasando por el mismo proceso. A menudo la primera imagen que tenemos de Dios, está muy relacionada a la imagen que tenemos de nuestros padres. No podemos quedarnos con esa imagen de la infancia, debemos ir madurando en la fe e ir haciendo un camino de descubrimiento de Dios. Quién dice que ya conoce a Dios, miente. Siempre hay algo nuevo para descubrir, siempre hay más Dios para que nos encontremos. 
Debemos anunciar al mundo que no estamos huérfanos, que tenemos un Dios que es padre y madre.

Feliz Día a todas las madres, en especial a mi mamá y a mi esposa en su primer día de la madre!!
Dedicado a ellas...
Andrés Nicolás Obregón

domingo, 14 de octubre de 2012

Una cosa te falta


Jesús se puso en camino. Un hombre corrió hacia él y, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?". Jesús le dijo: "¿Por qué me llamas bueno? Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre". El hombre le respondió: "Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud". Jesús lo miró con amor y le dijo: "Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme". Él, al oír estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: "¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de Dios!". Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero Jesús continuó diciendo: "Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios". Los discípulos se asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: "Entonces, ¿quién podrá salvarse?". Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: "Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él todo es posible". Pedro le dijo: "Tú sabes que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido". Jesús respondió: "Les aseguro que el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre, hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres, hijos y campos, en medio de las persecuciones; y en el mundo futuro recibirá la Vida eterna". Mc 10, 17-30


Una cosa te falta. Es la frase que me resuena del evangelio. Ante la respuesta de este joven que casi era perfecto, que había cumplido todos los mandamientos, que parece que ya no tiene nada más que cumplir, Jesús le dice: “Una cosa te falta”. Ante esta afirmación solo me queda preguntarme: y a mí ¿Cuántas cosas me faltan?
Para Jesús ser bueno no significa no hacer el mal. Hay muchos que se contenta diciendo: "Si yo no mato, yo no robo, yo no le hago mal a nadie". Pero no hacer el mal no basta, hay que hacer el bien. Estamos llamados a hacer siempre un poco más. Estamos llamados a ser siempre un poco más. Pero hoy vivimos en un mundo que promueve la mediocridad, la ley del menor esfuerzo.
Por ejemplo en las escuelas cada vez se brinda a los jóvenes más oportunidad para que aprueben las materias. Sin embargo estas oportunidades son desaprovechadas por la falta de estudio. Muchos se presentan a los exámenes sin saber nada, ni siquiera lo que se les está por tomar, y de alguna forma esperan aprobar.
Hay jóvenes que llegan a la secundaria sin saber leer y escribir. Ante la pregunta de cómo hicieron para llegar a la secundaria, la respuesta es fácil, se los hizo pasar. Se ha acostumbrado a muchos jóvenes a obtener cosas, sin el menor esfuerzo. Semejante ejemplo, es una invitación para que los que se esfuerzan abandonen todo sacrificio ya que igual de una forma u otra pasaran de año. Al parecer en vez de nivelar para arriba, cada vez les pedimos menos a los jóvenes. Luego nos asombramos se la masivos fracasos en la universidad, luego comprobamos que muchos son incapaces de mantener un trabajo porque no les gusta esforzarse. Ante la pregunta a algunos de mis alumnos sobre qué les gustaría ser cuando sean grandes ellos responden: “nada”, o a veces ser “cartonero”, otras tantas “mis padres me seguirán manteniendo.”
Por eso si nos decimos ser cristianos, nos está faltando un poco más. Debemos saber que Dios siempre nos pide más, nunca más de lo que podemos dar, pero siempre más de lo que damos. Lo que ocurre es que estamos acostumbrados a dar siempre lo mínimo, por eso cuando viene Dios y nos pide aquello que es acorde a nuestras fuerzas, nos parece mucho. 
Debemos salir de nuestra mediocridad, es urgente. No sé si se dieron cuenta pero cuántos espacios estamos perdiendo los cristianos, cuantas luchas estamos perdiendo porque solo nos limitamos a ser cristianos en Facebook, y no en la vida cotidiana, y no en la calle en donde se juega la vida.
Hoy la invitación es a revisar en tu vida que más te está pidiendo Dios, qué paso debemos dar para seguir creciendo en nuestro camino de fe. Si sos bueno, si ya cumplís con los mandamientos, la invitación es a hacer un esfuerzo aún mayor. Siempre se puede dar un poco más. Él joven rico podía dar un poco más, pero se quedó limitado, los bienes materiales representaban para él su seguridad. ¡Qué difícil es abandonar nuestras seguridades y aferrarnos a Cristo! También la pregunta es a qué cosas debemos renunciar que no nos permiten seguir a Cristo, que cosas nos atan y no podemos abandonar, a veces son cosas las que nos limitan, otras veces hasta hay personas impiden que avancemos, impiden que sigamos adelante.
Si este es un tiempo en el que sentís que Dios te está pidiendo nuevos pasos, no tengas miedo Él no dejará de acompañarte. Si sentís que hay que dar un gran salto, no temás Él estará con los brazos abiertos esperándote para recibirte.
Y si no sientes nada, si estas estancado o paralizado pide a Dios que te ayude, pide a Dios su Santo Espíritu para que venga en tu ayuda. Hay que continuar la carrera.

domingo, 7 de octubre de 2012

Un niño llamado matrimonio...


Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?". Él les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?". Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella". Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes. Pero desde el principio de la creación, 'Dios los hizo varón y mujer'. 'Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no serán sino una sola carne'. De manera que ya no son dos, 'sino una sola carne'. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido". Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto. Él les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquélla; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio". Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos. Mc 10, 2-16
La lectura de hoy comienza con una pregunta, una pregunta que simplemente se realiza para poner a prueba a Jesús: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?" Pero no pensemos que "se trata del divorcio moderno que conocemos hoy, sino que refleja la realidad de la mujer judía dentro del matrimonio, controlado por el varón. Según la ley de Moisés, el marido podía romper el contrato matrimonial y expulsar de casa a su esposa. La mujer, por el contrario, sometida en todo al varón, no podía hacer lo mismo.
La respuesta de Jesús sorprende a todos. No discute con los fariseos. Invita a descubrir el proyecto original de Dios, que está por encima de leyes y normas. Esta ley "machista", en concreto, se ha impuesto en el pueblo judío por la "dureza de corazón" de los varones que controlan a las mujeres y las someten a su voluntad."(1) Jesús pone al hombre y a la mujer en el mismo lugar, en la misma condición de igualdad, no para que se separen, sino para que se amen. Porque el proyecto original de Dios es que varón y mujer, mujer y varón, sean una sola carne. Sin embargo vemos cada día lo lejos que estamos de este proyecto, en una sociedad que aplica sobre el matrimonio los mismos principios del consumismo: lo que no sirve se tira, y hay que comprar uno nuevo. En una sociedad que promueve todo lo light, no nos debe sorprender que también las relaciones humanas sean light.
Hoy no voy a hablar del divorcio. Sino de cómo mantener vivo el matrimonio. Uno de los mayores errores de la pareja es pensar que el enamoramiento va a durar toda la vida. Pero incluso se ha comprobado científicamente que el enamoramiento dura un par de meses. Por eso cuando muchas parejas después de unos meses de estar juntos, ya no sienten lo mismo que al principio, se desilusionan y lo abandonan. Lo real es que el enamoramiento debe dar paso al amor verdadero, porque al principio de una relación no se ven las cosas muy claras. Cuando nos enamoramos de una persona solamente vemos las cosas más lindas, y esto es así porque la otra persona que busca conquistarnos, incluso nosotros mismos, mostramos las cualidades que más nos enorgullecen. Sin embargo con el correr de los meses es muy difícil mantener esta situación, no se puede estar mostrando siempre lo mejor, porque nosotros no somos solamente eso, sino que somos un montón de realidades incluso a veces contradictorias. Yo cuando me puse de novio, siempre me mostraba estudioso, aplicado, y no es que estuviera mintiendo, sino que lo era. Pero también era un poco vago y distraído. Con el tiempo mi esposa fue descubriendo estas otras cualidades que yo tenía. Y tuvo que tomar una decisión, una decisión que también tuve que tomar yo, la decisión de amarnos. Porque amar es más que un sentimiento, amar es una decisión.
Debemos tener en cuenta también que dentro de una pareja se viven tres momentos importantes: Ilusión, desilusión y júbilo. El noviazgo es la etapa llena de ilusiones, pero pronto vienen las desilusiones, es normal que esto pase y no se debe querer evitarlo. Ya que a menudo idealizamos a nuestros novios o novias, pero con el correr de los días surge su verdadera imagen. Esa es la imagen que debemos amar, no la que nosotros nos hicimos en nuestra cabeza. Muchas personas se separan porque dicen: “ella no era como yo me la había imaginado”. Y es claro que nadie es como uno se lo imagina. Pero después de esta desilusión, debemos volver a ilusionarnos, debemos tomar la decisión de amar para volver a ilusionarnos con nuevos proyectos, con nuevos sueños.
Y para volver a ilusionarse hay que pasar tiempo juntos, hay que dedicarle a la otra persona un tiempo de calidad, un tiempo que ayude al dialogo, que nos ayude a comunicar a nuestras parejas lo que nos está pasando, lo que estamos sintiendo. Y dedicarse este tiempo, no es mirar juntos una película, ni ir al cine juntos, es tomarse un tiempo para hablar, para escuchar, incluso para mirarse a los ojos. Aunque en lo cotidiano, con el correr de cada día no abunden este tiempo, para que tener el valor de planificar este espacio, un espacio tan necesario para encontrarse. A nadie les sobre el tiempo, pero menos nos va sobrar si no planificamos en que usarlos. Si conseguimos tener ese tiempo debemos cuidarlo  y protegerlo, no podemos superponer actividades, no podemos dejarlo para después. Este tiempo tiene que ser una prioridad. Ninguna pareja puede subsistir si no se dan un tiempo el uno al otro.
Por otro lado si como matrimonio estamos pasando por un periodo de crisis debemos buscar ayuda, debemos buscar gente capacitada que pueda acompañarnos. A veces nuestros amigos, pueden ser nuestros peores consejeros, porque muchos ante las dificultades lo primero que te dicen es: “déjalo, no vale la pena, ni te calientes”.  Hay muchos grupos dentro y fuera de la iglesia capacitados para acompañar a las personas en esos tiempos de desilusión. Y si recién estás de novio, también busca personas o grupos que te ayuden a crecer en el noviazgo, esta es una etapa para ir adquiriendo herramientas como el dialogo que serán imprescindibles para el matrimonio.
Por último, la lectura cierra con la imagen del niño. Así es el matrimonio, frágil, con muchas necesidades de cuidados, amenazado por muchos factores. Así como protegemos a los niños, de esa manera debemos proteger a los matrimonios. Si no trabajamos como cristianos por proteger y acompañar a los novios, y luego a los matrimonios, después no vengamos a querer defender a la familia. Hay que empezar por los cimientos. 

domingo, 30 de septiembre de 2012

No dividir ni escandalizar...


Joaquín hace poco se incorporó a la iglesia. Es joven y tiene muchas ganas de trabajar y conocer a Cristo. Cuando los miembros de la iglesia vieron que este muchacho venía seguido, que no faltaba nunca se empezaron a disputar en qué grupo debería estar, todos quería que Juan estuviese con ellos. Él al principio se puso contento, porque por primera vez se sintió importante. Pero con el correr de los días la situación no le empezó a gustar. Se dio cuenta de cuantas divisiones había dentro de la iglesia, se dio cuenta de cuantos quería solamente aumentar el número de los integrantes de sus grupo para sobre salir, se dio cuenta que había una feroz competencia por quien tenía más autoridad.  Escandalizado, prefirió quedarse en su casa donde estaba más tranquilo y tenía menos problemas.

Juan dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que ser arrojado con tus dos pies al infierno. Y si tu ojo es para ti ocasión de pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga". Mc 9, 38-43. 45. 47-48


¡Con qué facilidad condenamos a los demás que no son de los nuestros! ¡Con qué facilidad dividimos, etiquetamos, separamos! Incluso en la misma Iglesia a la que pertenecemos, nos pasamos diciendo: “yo soy de este grupo, yo soy de este movimiento, nosotros tenemos al Espíritu Santo, nosotros si sabemos orar no como los demás, en nuestros grupos hay sanaciones, nuestro grupo hace cosas, trabaja por los que menos tienen no como los demás”. ¡Cuántas divisiones existen que son motivos de odios y rencores! Si nos diéramos cuenta que pertenecemos a la misma familia, a la familia de los hijos de Dios, que distinto sería el mundo.
En este tiempo que escuchamos hablar tanto de los monopolios, la palabra de hoy nos invita a reflexionar sobre el monopolio de la fe. Tenemos que tener mucho cuidado de aquellos que nos dicen que en su iglesia solo está Cristo. Decir esto es empequeñecer a Cristo. Tenemos que aceptar que Cristo ha venido a salvar a todos los hombres aún a aquellos que no han conocido el bautismo cristiano pero que con buena voluntad están cumpliendo su religión entendida a su manera.
Si pensamos que solamente los miembros de nuestra iglesia se van a salvar, estamos equivocados… ¿No estaremos pecando de soberbia? A los apóstoles no les importaba que los demás actuasen en nombre de Jesús, no les importa que hiciesen milagros en nombre de Jesús. A ellos lo único que les importaba es que no pertenecieran a su equipo, eran incapaces de ver que Jesús se comparte y se da a todos, que no tienen la exclusividad de Cristo. Lo importante es la relación con Jesús. Si los cristianos dejáramos de competir entre nosotros y nos uniéramos, qué distinto sería el mundo. Si alguien en nuestra iglesia divide en vez de unir, separa en vez de acercar, entonces no está viviendo el evangelio. 
¿Y cuales son los riesgos de los monopolios? El riesgo es creer que nosotros tenemos la única verdad, el riesgo es querer imponer nuestro punto de vista, el riesgo es acallar la diversidad y la voz de los demás que piensan diferentes. Por eso debemos luchar contra cualquier tipo de monopolio, sobre todo del monopolio de la fe. Toda exclusión no viene de Dios. Dios acepta a todos.
La lectura de hoy también nos habla de escandalizar a los pequeños. ¡Qué espectáculo bochornoso damos los cristianos cuando nos peleamos entre nosotros! No nos damos cuenta que con nuestras peleas estamos escandalizando a los que recién comienzan en su camino de fe, no nos damos cuenta que es un antitestimonio que en vez de acercar a las personas que están afuera, las repele y a la vez también expulsa a los que ya están dentro.  ¿Quién querrá estar en nuestra iglesia si solamente hay peleas? ¿Quién se unirá a nosotros si solamente hay competencias? Debemos cuidar la fe de los pequeños, debemos cuidar a los pequeños, debemos estar junto a los más débiles.
Por último, ¿qué sentimientos nos produce el que una persona pierda un ojo, o una mano, o una pierna? ¿Qué sentimientos nos produce si es esa misma persona la que se lastima o se arranca los miembros de sus cuerpo? Seguramente, es una imagen desagradable, repulsiva, no entra en nuestra cabeza que alguien atente de esta forma contra su propio cuerpo. En la lectura de hoy, Jesús no quiere decir literalmente que nos cortemos las manos si están son ocasión de pecado. Jesús quiere decirnos que debemos sentir ese mismo rechazo, esa misma repulsión hacia el pecado, como si nos cortáramos o perdiéramos una parte de nuestro cuerpo. ¿Sentimos lo mismo cuando pecamos? ¿Alguno se atrevería a sacarse el ojo? Sin embargo muchos de nosotros nos atrevemos a pecar sin el menor remordimiento a veces.
Pidamos a Dios que nos ayude a estar unidos, a sumar fuerzas, a trabajar juntos. Eso es lo que quiere Dios, eso es lo que pide Jesús en la última cena antes de ser crucificado: ¡Que todos sean uno para que el mundo crea!

Andrés Nicolás Obregón

domingo, 23 de septiembre de 2012

Un niño en medio nuestro


Esteban y Susana se casaron hace unos años. Sus vidas giraban en torno a sus trabajos, sus estudios y su relación. Los dos eran personas muy independientes, les gustaba viajar, hacer cosas, participar en eventos, se sentían libres. Pero a la vez tenían muchas ganas de tener un hijo, aunque la idea les provocaba muchos miedos, sobre todo tenían miedo a perder esa independencia de la que gozaban estando solo, esa libertad que se vería limitada al tener a un niño tan pequeño que les consumiría tiempo y dinero.
Pero el deseo por una nueva vida, el deseo de que su amor dé frutos fue más fuerte, y pronto Dios puso en medio de ellos, en medio de sus vidas,  un hijo. Aunque sabían que sus vidas ya no serían las mismas, aceptaron el desafío.


Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: "El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará". Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: "¿De qué hablaban en el camino?". Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: "El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos". Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo: "El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a Aquél que me ha enviado". Mc 9, 30-37

En la palabra de hoy, Jesús hace un gesto de mucha ternura. Toma un niño, lo pone en medio de todos y lo abraza. ¡Que gesto tan simple y tan profundo! En la palabra de hoy, Jesús nos invita a poner la mirada en los niños para que podamos aprender.
Hace poco con mi esposa hemos recibido a nuestra primer hija, se llama Ema. Dios la puso en medio nuestro. ¡Que frágil que es la vida! Esa es la primera enseñanza de Jesús. Aquel que quiera ser primero, antes debe aprender a cuidar la vida, a defender la fragilidad de los más débiles de los más vulnerables, de los más pobres. En estos días he escuchado y leído tantos comentarios llenos de odios acerca de las personas que tienen planes sociales, de aquellos que tienen planes de trabajos. Pero la pregunta es: ¿ellos tienen la culpa? ¿Ellos son los responsables de que en vez de un trabajo digno se les de un plan que los mantiene cautivos de los políticos de turno? ¿No deberíamos defenderlos porque ellos son los débiles que son usados, aprovechándose de sus necesidades más básicas?
Con la llegada de Ema, sentimos una gran alegría, pero también un gran desconcierto. No sabíamos muy bien qué hacer, cómo cuidarla, cómo tratarla, cómo acostarla. Era un mundo nuevo. La invitación era a no quedarnos solos, a pedir consejos, a buscar gente que nos acompañe en esta tarea. Como cristianos no podemos encarar nuestras tareas, nuestros apostolados como simples individuos, debemos trabajar juntos en comunidad. Hay muchos cristianos que no saben trabajar en grupo, cristianos que quieren hacer todo ellos solos. Debemos tener la humildad de decir: no lo sé todo, no puedo todo yo, necesito tu ayuda, necesito que estés a mi lado. Qué difícil pedir ayuda, porque nos creemos autosuficientes.
Y hablando de los niños, dicen que los únicos que dicen la verdad son los borrachos y los niños. A veces pensamos que ser humildes es menospreciarse, hacerse el pobrecito, pero nada más equivocado que esto. Ser humildes es decir la verdad, como la dicen los niños, que muchas veces no tienen filtros. Si pensamos que una persona es humilde porque dice: “yo no soy nada, no valgo para nada, yo no puedo”, eso no es ser humilde. Hay que decir la verdad: somos algo, valemos tanto que Cristo se entrego por nosotros, si nos proponemos una meta podemos alcanzarla. Eso es se humilde, saber reconocer verdaderamente lo que somos.
Cuando Ema tiene hambre llora, cuando quiere algo se hace entender, sabe reclamar incansablemente lo que desea. En ese sentido los cristianos debemos parecernos más a un niño, en reclamar sin cansarnos lo que corresponde, lo que es justo. En luchar sin cansarnos para mejorar el mundo en que vivimos.
Con la llegada de Ema nos dimos cuenta que hay momentos de grandes alegrías, pero también están esos momentos en que por ejemplo hay que cambiar los pañales, esos momentos en que se enferman, esos días en que lloran y uno no puede saber qué les duele. Debemos aprender como cristianos en que hay cosas que no nos va a gustar hacer, pero que debemos hacerlas igual. Debemos aceptar esos momentos de plenitud, pero también debemos aceptar esos momentos en que las cosas no andan bien. Pero es el amor el que nos tiene que mover, es el amor el que nos tiene que movilizar para seguir adelante.
Dice la palabra que los discípulos temían hacer preguntas. ¿Usted ha escuchado a algún niño que tema hacer una pregunta? La niñez es la etapa de la curiosidad, la etapa en donde se está descubriendo el mundo. Incluso son capaz de preguntar las cosas más difíciles, las cosas que más pudor nos causan a los adultos. Y sobre todos son capaces de preguntar aquellas cosas que nunca nos preguntamos porque están viendo el mundo por primera vez, y no se han acostumbrado a él. Como cristianos debemos saber hacernos preguntas, los discípulos no preguntaban porque no querían asumir lo que Cristo les estaba contando, no querían asumir que les esperaba el dolor y la muerte, por eso prefieren el silencio antes que ahondar en ese misterio tan profundo como es la resurrección. La actitud de Jesús es otra y él si es capaz de preguntar, los interroga diciéndoles:  “¿De qué hablaban en el camino?”
Si queremos ser los primeros, debemos comportarnos como niños. Un niño cree ciegamente en la palabra de sus padres, para ellos sus padres son como dioses. Así debemos debe ser nuestra fe en Dios. Cuando el niño crece se va desilusionando porque los padres no eran como los habíamos idealizados. Pero Dios nunca nos desilusiona, y si nos desilusionamos de Dios es porque en realidad teníamos una imagen equivocada acerca de él.
Si queremos ser los primero, debemos hacernos últimos. Esa es la invitación. Pongamos a un niño en medio de nuestras vidas, en nuestros corazones para poder aprender que significa ser humildes, que significa ser pequeños.
Cuando Ema duerme, trasmite una paz increíble. Esa paz debemos buscar los cristianos en nuestras vidas, esa es la paz que solamente nos da Dios. 

Andrés Nicolás Obregón

sábado, 15 de septiembre de 2012

Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?".



De niño le dijeron que se portara bien porque si no Dios lo iba a castigar. En la Iglesia le dijeron que Dios tenía anotados todos sus pecados para reclamárselo en el día del juicio. En la escuela le dijeron que Dios no existía, que era una idea inventada. Cuando preguntó quién era entonces Jesús, le dijeron que era un loco, que no era el hijo de Dios y que nunca había resucitado. En un documental en la tele, escucho que el cristianismo fue un invento de un emperador romano hace mucho tiempo. En otras religiones le dijeron que Jesús era solamente un maestro espiritual. Otros les dijeron que fue un simple profeta. Otros le dijeron que Jesús se le había aparecido a los aborígenes de América, antes de la llegada de Colón. También le dijeron que Dios da y quita, que pone pruebas a aquellos que lo siguen, que para que te de algo había que hacer un sacrificio…

Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos le respondieron: "Algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas". "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Pedro respondió: "Tú eres el Mesías". Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: "¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres". Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará". Mc 8, 27-35

¡Cuántas cosas se escuchan sobre Dios! ¡Cuántas más se escuchan sobre Jesús! ¿Se pusieron a pensar alguna vez en todo lo que se dice? Nuestros tiempos no son muy diferentes a los tiempos de Jesús que les pregunta a los discípulos: "¿Quién dice la gente que soy yo?" Hay muchas voces que intentan confundirnos, que intentan convencernos que estamos equivocados. Parece que nunca vamos a poder librarnos de ellas y tendremos que aprender a convivir con todas esas voces. Pero no importan tanto lo que la gente piense o diga. Lo importante es lo que nosotros creamos, por eso Jesús vuelve a hacer una pregunta pero esta vez más personal: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?".
Claro está que muchos de nosotros, que ya recibimos formación religiosa, diríamos sin dudar como Pedro: “Tu eres el mesías”.  Aunque la pregunta de Jesús encierra mayor profundidad. Nos está preguntando que imagen de él transmitimos con nuestras acciones cotidianas, con nuestros actos, con nuestras actitudes. Por eso, Pedro muestra la contradicción que muchos cristianos tenemos, por un lado hablamos de Jesús con pasión y por el otro con nuestras acciones demostramos todo lo contrario.
Cuando vemos un edificio bien construido, enseguida nos pensamos en el buen arquitecto que lo construyo. Cuando vemos a una persona bien educada, pensamos en los padres que lo criaron. Cuando nos mostramos como cristianos que se viven peleando, viven discutiendo, nunca se ponen de acuerdo: ¿Qué Dios pensará la gente que tenemos? Entonces ¿Qué imagen transmitimos de dios? ¿Cuándo la gente nos mira, que Dios se trasluce a través de nuestras acciones?
¿Cuándo vemos pastores, sacerdotes, maestros espirituales que nunca se acercan a la gente, que nunca están junto al pueblo, que esperan que vayamos hacía ellos, que predican desde sus lugares en donde esta bien acomodados y pasan una buena vida, que imagen de Dios muestran?
El mensaje de Jesús es fácil, si aceptas lo bueno que tiene seguirme también tenés que aceptar lo negativo. Nos repite: si aceptas la gloria, no te olvides que hay que pasar por la cruz. Lo que no es fácil es aceptarlo, ponerlo en práctica. Nos acostumbramos rápidamente a las cosas buenas de la iglesia, de cierta forma nos sentimos cómodos y protegidos. Y eso está muy bien. Pero eso solo no es ser cristiano, debemos denunciar todo lo que está mal, aunque nos persigan. Debemos reclamar los derechos de quienes no pueden reclamar. Debemos estar con los que sufren, con los que están solos, con los que no pueden ir a la iglesia, con los que no quieren ir a la iglesia, con los que quedaron fuera de la iglesia. Todo eso es ser cristiano, y si Dios quiere en un momento de nuestra existencia dar la vida por cristo. Todo eso es ser cristiano. Aunque no nos guste. Aunque nos gustaría hacer como Pedro, llevar a parte a Jesús y decirle: ¡Vos estás loco! ¡Qué decis! ¡Eso es imposible! Nos gusta estar cómodos en nuestras iglesias esperando que las ovejas perdidas vuelvan solas. Aunque cualquier pastor sabe, que es muy difícil que una oveja que se perdió vuelva sola, y que si no se la busca inmediatamente se las come el lobo. Lo que pasa, como dice Jesús: ¡Nuestros pensamientos no son los de Dios, sino de los hombre!
Pero antes de vivir todo esto, debemos primero acercarnos a Jesús, porque se podrán decir muchas cosas acerca de Dios o de Jesús, pero es obligatorio que nosotros mismos hagamos nuestro camino de descubrimiento, es necesario que tengamos nuestra propia experiencia. No les pasó algunas veces que alguien le contó acerca de una película, y cuando por fin la pudimos ver no era ni parecido a lo que nos contaron. Nuestra experiencia es importantísima. Quien no tiene experiencia de Dios solo hablará de él en forma teórica. Estamos invitados a encontrarnos cara a cara con Dios. Pero ojo, cuando nos acercamos a Él que es luz, será inevitable que se vean cosas que no queremos ver, será inevitable que tengamos que enfrentarnos primero cara a cara con lo que verdaderamente somos, con nuestras debilidades y miseria, con nuestros dones y cualidades.  
Esta es la invitación de este domingo acercarnos cada vez más, para conocer a Dios cada vez más: con la mente, y sobre todo con el corazón. Y algún día podamos decir con nuestros testimonio: Dios es amor!

Etiquetas

Lucas Juan amor Marcos 6 Marcos 1 embarazo juan 20 alcoholismo autoengaño desilución despreciado esclavitudes navidad paralisis resurrección Agua Viva Corintios Jeremías Juan 1 Juan 10 Lucas 9 Marcos 10 Marcos 7 Marcos 9 Mateo 25 Samuel bautismo creer en uno mismo cuentos culpa duelo fe imperfecto indiferencia intenta juan 15 lágrimas mediocres noviazgo oportunidad padre misericordioso parto pastor permanecer robo soledad testimonio tranquilidad violencia 1 Corintios 10 1 Juan 1 1 Juan 5 1 Pedro 4 2 tesalonicenses 3 Apocalipsis 22 Constanza Cordero David Deuteronomio 32 Elías Emaús Evangelio de Andrés Ezequiel Génesis Génesis 1 Hebreos 12 Hechos Hijo Prodigo Isaias 49 Isaias 66 Jesús Adrían Romero José Juan 6 Juan 16 Juan 2 Juan 6 Lacas 1 Lucas 1 Lucas 10 Lucas 13 Lucas 15 Lucas 18 Lucas 19 Lucas 21 Luz Marcos 12 Marcos 16 Marcos 2 Marcos 4 Marcos 5 Marcos 8 Mateo Mateo 13 Mateo 14 Mateo 28 Mateo 3 Oseas 11 Pedro Rey Romano 13 Romanos 2 Salmo 17 Samaritana Tomás Zaqueo aborto agradecido anuncio apocalipsis atesorar año nuevo basura cambio de aceite carrera chicos de la calle comercio comida compartir creer decisión desafío descanso deseo despedidas difícil discernimiento dolares dolor domingo de ramos droga enamoramiento enojo escandalo escuela esfuerzo espíritu estigmas fallecimiento fama filipenses fin del mundo frutos futuro gloria hambre higuera huelga humildad impureza incredulo insistencia inundados joven rico juan 12 juan 3 justicia jóvenes llamado llenarnos de Dios llorar lucas 24 madre madurar marginado matrimonio mesías miedo milagros monopolios movimiento muerte multiplicación murmurar niño noche novios oración palabras de afirmación pan pasado pasión pecado peces y panes perdon prejucios presencia profeta prostitución prójimo robar rápido sacrificio salvación samaritano sanación semilla servicio señales silencio sin sentido sindicatos sordomudo sueños suicidio talitá kum templo tocar trabajo unión vasijas vid vida vivir vocación volver a empezar última cena