Cierto día Jesús iba caminando, entonces se le dijo a uno: “Sígueme”.
El respondió: “Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre”. Pero Jesús le
respondió: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, tú ve a anunciar el
Reino de Dios”. Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero permíteme antes
despedirme de los míos”. Jesús le respondió: “El que ha puesto la mano en el
arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Lucas 9, 59-61
Existen en nuestra vida grandes
experiencias de Dios. Experiencias en las que sentimos a Dios en toda su
plenitud, experiencias transformadoras. Después de ellas sentimos que ya nada
será lo mismo. Y entonces sucede lo que nunca tendría que suceder, empezamos a
comparar todo en función de esa experiencia, en función de lo que sentimos esa
vez. Pero como todo momento es diferente nos desilusionamos, pensamos y
sentimos que tenemos que vivirlo como la vez anterior. Es así que muchos optan
por dejar de vivir nuevas experiencias, se cierran por miedo a defraudarse.
También existen las malas
experiencias, aquellas que nos marcan negativamente, y también nos llenan de
temor, nos atan a las sensaciones de vacíos y frustración que no queremos
volver a repetir. Entonces nos cerramos
a las nuevas experiencias.
En los dos caso, nos encontramos
atados a los recuerdo, recuerdo que son esos muertos que impiden seguir el
camino. Conozco muchas personas que se quedan estancadas, ancladas en el
pasado, que vivieron grandes experiencias o muy fuertes desilusiones y no se
atreven a vivenciar otras manifestaciones de Dios.
Encontrar a Dios, significa
seguir buscándolo, ¿por qué quién puede decir ya conozco a Dios? ¿Ya lo viví
completamente? Dios es diverso e infinito, se manifiesta de distintas maneras.
Hay tantas maneras de experimentarlo: ya sea misionando, ya sea orando, ya sea
alabando, ya sea en lo cotidiano, en distintos retiros, en encuentros.
¿No hay que mirar hacia atrás?
Hay recuerdos que nos atan, recuerdo que podemos llamar “recuerdos muertos”
porque simplemente no nos dan vida, y hay recuerdos “vivos” que nos impulsan
hacia adelante. Cuando pongamos la mano en el arado solo servirán estos “recuerdos
vivos”, que nos darán la fuerza para seguir a Aquel que nos está llamando.
No nos va alcanzar la vida para descubrir a Dios, por eso existe la Eternidad.
No nos va alcanzar la vida para descubrir a Dios, por eso existe la Eternidad.
Andrés Nicolás Obregón