
Hoy los ojos le arden, le pesan, lo queman. Hoy su corazón está en angustia y no sabe cómo demostrarlo.
La ropa oscura y una música con alaridos lo acompañan en su habitación. Al verlo aparenta ser una persona dura, que no siente, que no sufre. Pero el siente, siente que en algún momento va a estallar, y todos los sentimientos lo desbordaran de la forma más violenta.
Y Jesús Lloró. Jn. 11,35
Cascaras. Llevamos mascaras obligados por el mundo. Un mundo que deja al costado a los débiles, que los margina, que los aplasta. Un mundo en donde no se pueden expresar los sentimientos, en donde nos acostumbramos a preguntar cómo andás y responder con un simple “bien”, sin involucrarnos, sin mostrar lo que verdaderamente nos pasa. Un mundo centrado tanto en el placer, que no deja espacio para los sentimientos.
Pero cuántos, cuántos que lloran en silencio, sin lágrimas, sin llanto, solo silencio. Hay que mostrarse fuerte, nos dicen todos. Si no sos fuerte te llevarán por delante, te pisarán.
Demostrar los sentimientos no tiene nada que ver con ser débil o fuerte, con ser hombre o no serlo. Demostrar los sentimiento tiene que ver con ser humano. Si sientes, si duele, si llorás es porque estás vivo, porque la vida fluye en ti como un rio.
Demostrar los sentimiento tiene que ver con abrirse a otros, con confiar en la bondad del otro. No se trata tampoco de ir llorando por la vida, sino de estar abierto a las sensaciones y sentimientos que nuestro interior quiere expresar a través de nuestro cuerpo. Y nuestro cuerpo pide abrazos, pide un hombro en donde descargar la pena.
Tenemos necesidad de expulsar fuera de nosotros nuestra angustia, y llorar a veces es la mejor forma. Si no, todo se va acumulando y de alguna forma se transforma en violencia. Mirá sino a una persona violenta, y pregúntate hace cuánto no llora, hace cuánto no expresa sus sentimiento, hace cuánto no encuentra un pecho en el que acurrucarse como un niño y llorar a moco tendido.
Dicen que los hombres no lloran pero Él lloró. Dicen que los hombres no tienen que sentir, sin embargo Jesús se conmovió hasta las lágrimas por la muerte de su amigo.
Contemplemos a este Cristo que llora, y permitámonos unir nuestras lágrimas con la suyas. Contemplemos a ese Cristo que llora, y dejemos abrazarnos por ese Dios tan humano. Contemplemos a ese Cristo que llora, y salgamos a prestar nuestro hombro a tantos jóvenes que lloran en silencio.