Cuando Dios soñó la Navidad se puso en movimiento. Y así con un
Soplo hechó a andar la historia. Como una onda expansiva la noticia fue
recorriendo desde el cielo hasta los rincones de la tierra. Estremecidos de
gozo fueron los profetas los primeros en percibir que algo nuevo estaba por
ocurrir. En sus visiones Isaías lo vería, como si estuviera ahí, y puso en movimiento
la pluma sobre el papel: “Una joven está
embarazada y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel” Is. 7,14. Entonces
las palabras fueron vida que movieron desde adentro las esperanzas de los más
pobres y olvidados. Y aunque lenta y casi perezosa la buena nueva se fue transmitiendo
de boca en boca, pasaron los meses, anduvieron los años, hasta llegar al
momento indicado. Y cuando llegó la
hora, Dios puso en movimiento a su mensajero, que bajó de inmediato a dar el
anuncio a la joven, una muchacha llamada María. Al conocer la gran noticia y
saber que su prima Isabel también estaba embarazada, María se levantó y se puso
en movimiento hacia la casa de su prima. Y al encontrarse las dos madres, el
gozo fue tan fuerte que hasta puso en movimiento al fruto de su vientre.
A José la noticia lo dejó inmóvil, sin saber qué hacer pensó en abandonar
a María, su prometida, en secreto. Pero el Ángel, una vez más, mensajero
incansable, lo sacó de las dudas y lo puso nuevamente en camino. Y apenas José
despertó de su sueño hizo lo que el ángel le había ordenado y siguiendo el
movimiento recibió a María como esposa.
Nada se quedaría quieto ante semejante noticia, y por decreto del
emperador Augusto, todo el imperio se puso en movimiento para realizar un
censo. Acudirían todos a inscribirse, cada uno en su ciudad. Y aunque faltaba
muy poco para el nacimiento, María y José se pusieron en marcha.
Entre tanto alboroto, en el cielo una estrella también se empezó a
mover, para que con su movimiento unos magos se pusieran a su vez en
movimiento. Y aunque estaban muy lejos, por oriente, sin prisa y sin pausa
deseaban de corazón encontrarse con el Rey que nacería en Belén.
Y cuando todo el mundo estaba ocupado festejando y haciendo compras,
nadie quiso recibir ni a María ni a José. Solo hubo para ellos un pesebre. Y en
la quietud de la noche, la estrella se apagó para que brillara el Rey.
Los pobres y olvidados que tanto tiempo esperaron, también se
pusieron en movimiento. Dejaron sus ovejas, dejaron su trabajo, sus
preocupaciones y se pusieron en movimiento. Así fue como los pastores llegaron
hasta el lugar indicado. Lo entraron envuelto en pañales, entre animales y
pastos.
Y después de tanto movimiento, todo esfuerzo valió la pena, para ver
al Mesías prometido. Por eso no te olvides nunca que Navidad es ponerse en
movimiento, es poner el amor en movimiento para que los pobres y olvidados no
pierdan las esperanzas y deseen conocer al niño que nació en Belén.
Andrés Nicolás Obregón