jueves, 24 de diciembre de 2015

Navidad es Amor en Movimiento

Cuando Dios soñó la Navidad se puso en movimiento. Y así con un Soplo hechó a andar la historia. Como una onda expansiva la noticia fue recorriendo desde el cielo hasta los rincones de la tierra. Estremecidos de gozo fueron los profetas los primeros en percibir que algo nuevo estaba por ocurrir. En sus visiones Isaías lo vería, como si estuviera ahí, y puso en movimiento la pluma sobre el papel: “Una joven está embarazada y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel” Is. 7,14. Entonces las palabras fueron vida que movieron desde adentro las esperanzas de los más pobres y olvidados. Y aunque lenta y casi perezosa la buena nueva se fue transmitiendo de boca en boca, pasaron los meses, anduvieron los años, hasta llegar al momento indicado. Y cuando llegó  la hora, Dios puso en movimiento a su mensajero, que bajó de inmediato a dar el anuncio a la joven, una muchacha llamada María. Al conocer la gran noticia y saber que su prima Isabel también estaba embarazada, María se levantó y se puso en movimiento hacia la casa de su prima. Y al encontrarse las dos madres, el gozo fue tan fuerte que hasta puso en movimiento al fruto de su vientre.  
A José la noticia lo dejó inmóvil, sin saber qué hacer pensó en abandonar a María, su prometida, en secreto. Pero el Ángel, una vez más, mensajero incansable, lo sacó de las dudas y lo puso nuevamente en camino. Y apenas José despertó de su sueño hizo lo que el ángel le había ordenado y siguiendo el movimiento recibió a María como esposa.
Nada se quedaría quieto ante semejante noticia, y por decreto del emperador Augusto, todo el imperio se puso en movimiento para realizar un censo. Acudirían todos a inscribirse, cada uno en su ciudad. Y aunque faltaba muy poco para el nacimiento, María y José se pusieron en marcha.
Entre tanto alboroto, en el cielo una estrella también se empezó a mover, para que con su movimiento unos magos se pusieran a su vez en movimiento. Y aunque estaban muy lejos, por oriente, sin prisa y sin pausa deseaban de corazón encontrarse con el Rey que nacería en Belén.
Y cuando todo el mundo estaba ocupado festejando y haciendo compras, nadie quiso recibir ni a María ni a José. Solo hubo para ellos un pesebre. Y en la quietud de la noche, la estrella se apagó para que brillara el Rey.
Los pobres y olvidados que tanto tiempo esperaron, también se pusieron en movimiento. Dejaron sus ovejas, dejaron su trabajo, sus preocupaciones y se pusieron en movimiento. Así fue como los pastores llegaron hasta el lugar indicado. Lo entraron envuelto en pañales, entre animales y pastos.
Y después de tanto movimiento, todo esfuerzo valió la pena, para ver al Mesías prometido. Por eso no te olvides nunca que Navidad es ponerse en movimiento, es poner el amor en movimiento para que los pobres y olvidados no pierdan las esperanzas y deseen conocer al niño que nació en Belén.

Andrés Nicolás Obregón

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