martes, 20 de noviembre de 2012

¿Parar el país o Parar de robar?


Ezequiel se levantó como todas las mañanas para ir a trabajar. Pero hoy tenía miedo de salir a la calle. No era un día como cualquier otro, había paro "nacional". Sentía temor de que le pasara algo, simplemente por elegir trabajar, simplemente por no sumarse al paro. No había transporte por lo que tuvo que usar su bicicleta. Nadie le traería el pan a su familia si él no salía, nadie le devolvería la plata que él perdería si no iba a trabajar. Era la primera vez que se sentía de esa forma, raro, presionado, obligado , sin libertad de hacer lo que a él le parecía mejor. Finalmente llegó a su trabajo, pero un piquete impedía que alguien pudiera pasar. 
Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. Él quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: "Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa". Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: "Se ha ido a alojar en casa de un pecador". Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: "Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más".Y Jesús le dijo: "Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido". Lc 19, 1-10
Creo que para que el país salga hacia adelante, no hay que parar el país  sino que hay que dejar de robar. No quiero prohibir el derecho a realizar huelgas. Todos tenemos derecho a hacer huelgas, los sindicatos tienen la obligación de defender los derechos de los trabajadores. Pero, nadie tiene el derecho a obligar a otros a que paren, nadie tiene derecho a ejercer violencia para que los que quieran ir a trabajar puedan hacerlo.
 En la lectura de hoy, Zaqueo se encuentra con Jesús. Creo que lo que este país necesita para mejorar es encontrarse con Jesús, y si no creemos en Jesús, por lo menos necesitamos reencontrarnos con algunos valores que hemos perdido. Valores como la honestidad y el servicio al prójimo, son los que hacen falta.Lo que este país necesita es que alguna vez por lo menos un político o un sindicalista diga como dijo Zaqueo: "Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más". Sin embargo no dejamos de escuchar que cada día aumentan su patrimonio, cada día vemos como los que están en el poder se aumenta descaradamente el suelo, o reciben jubilaciones de privilegios.  ¡¡¡Es tiempo que dejen de robar!!!
Como siempre es el pueblo que queda en el medio, es el pueblo el que tiene que pagar los platos rotos, es el pueblo al que se manipula para ver quién tiene más poder. Que interesante sería ver cómo los políticos, los empresarios, los gremialistas, salen al encuentro de Jesús y se suben al árbol para poder verlos.
Quizá estoy pidiendo mucho. Pero quiero recordarles a los que gobiernan, a los que representan al pueblo, que están para servir, no para ser servidos. Cuando vea a un sindicalista pobre, recién ahí creeré que lucha por los trabajadores. Cuando vea a un político pobre, recién ahí creeré que quiere que todos y todas las personas de este país estén mejor. Y nosotros como cristianos que nos decimos ser, es hora que empecemos a dar el ejemplo. Es hora que nos encontremos de nuevo con Cristo para que transforme nuestras vidas. Él quiere entrar a nuestras casas, a nuestras familias, a nuestras escuelas, a nuestros gobiernos, para salvarnos, para devolvernos la vida que habíamos perdido.
Me puedo quejar de todos, pero si yo soy igual, si en las pequeñas cosas también soy igual, que sentido tiene, debería considerarme un hipócrita, como esos que se sorprenden de que Jesús vaya a comer a casa de Zaqueo.Todos y todas, debemos unirnos por sacar el país adelante, con propuestas, con honestidad, con coherencia, con respeto hacia los que piensan distinto. 
Quizá se me acuse de hacer política con la Palabra de Dios. No es mi intención, pero ¿No debemos iluminar la realidad con la palabra de Dios? Pido a Dios que algun día podamos ver a uno, tan solo uno, de esos que viven a costa del pueblo diciendo esas hermosas palabras que dice Zaqueo. Ese día también diremos como dijo Jesús: "Hoy la Salvación ha llegado a esta casa, a este País"Andrés Nicolás Obregón

domingo, 11 de noviembre de 2012

La mediocridad del que da siempre lo mínimo.

Era un joven brillante, hábil para aprender, con un futuro prometedor. Pero siempre se sacaba bajas notas. No le gustaba estudiar, siempre iba a los exámenes con lo justo, con lo que se acordaba de las clases. Él sabía que si se esforzaba podría sacarse mejores notas, pero nunca lo hacía. Decía que no quería demostrar cuanto más podía hacer, porque si no siempre le pedirían que se esfuerce más.
Otro joven empezó a trabajar. Siempre llegaba casi sobre la hora. Solo hacía lo que le pedía y se trataba se esforzarse lo evitaba. Él sabía que tenía grandes capacidades, pero no quería demostrarlas porque si no siempre tendría que dar más en el trabajo.


Jesús enseñaba a la multitud: "Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad". Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: "Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir". Mc 12, 38-44


Hoy la lectura nos habla del dar, del compartir, de lo que nosotros damos. Y creo que cada vez damos menos, damos solamente las sobras, y no me refiero simplemente a lo económico, porque tampoco creo que Jesús se refiriera solamente al dinero. Vivimos en una sociedad cada vez más mediocre, son pocos los que están dispuestos a dar más de lo que se les pide. A menudo me encuentro con jóvenes que pueden dar más, que tienen grandes talentos y capacidades, pero que se han acostumbrado a que dando poco puedan pasar de año, o puede conseguir lo que quieren. Hace poco en un escuela nos enteramos que a los que se sacaban buenas notas, los demás compañeros le pegaban. Es así que el curso empezó a bajar su rendimiento. Los que podían dar más estaban condicionados, y solo se sacaban lo justo. A eso han llegado los jóvenes que son el reflejo de lo que somos los adultos.
Muchos de los jóvenes quieren todo servido, ni siquiera son capaces de leer la consigna de un examen. Me sorprende que se acerquen y me pregunten qué hay que hacer, y cuando uno le pregunta si leyó la consigna te dicen que no, o que no tienen ganas.
En otra ocasión estaba por tomar un examen, y unos días antes le di a mis alumnos un modelo de la prueba, por llamarla de alguna forma, ya que era en realidad la prueba que les iba a tomar. Las hicimos juntos, se explicó detalladamente, la mayoría copió. Después llegó el momento de la prueba, les dí los mismos exámenes que habíamos explicado, con los mismos ejercicios. Sin embargo  varios entregaron en blanco, algunos no sabían que hacer, la mayoría desaprobó. Casi ninguno fue capaz de sentarse un rato en casa y estudiar lo que se les dio, tenían la posibilidad de aprobar casi servida y no la aprovecharon.
Unos meses atrás en unos publicidades aparecía una frase que decía “la ley del menor esfuerzo”, quizás esa frase resume a la sociedad de hoy. Yo doy ejemplos con jóvenes, porque trabajo con jóvenes, pero estoy seguro que si ellos son así es porque sus padres o la sociedad les trasmitimos los mismos valores.
Hay gente que se acostumbró a que les den, y saben que siempre se les va a dar, por eso ya no se esfuerzan por conseguir un trabajo, ya no se esfuerzan por mejorar, ya no se esfuerzan por salir adelante.
Damos lo mínimo, incluso en nuestras relaciones de pareja, incluso a nuestros hijos. Y vuelvo a insistir que no se trata de dinero, eso no basta, se trata de tiempo, de cariño, de amor. Cuantos padres mandan a sus hijos a la escuela no para que estudien, sino para sacárselos de encima.
Nací en una casa en donde mis padres se esforzaban por darnos lo que necesitábamos. Siempre los ví trabajar, siempre los ví levantarse temprano para llegar a tiempo al trabajo. Ese fue el ejemplo que me transmitieron. Ninguno de ellos había terminado la escuela primaria, pero se esforzaba porque fuéramos a la escuela. Ellos daban todo de sí, para darnos el ejemplo de que hay que esforzarse.
La viuda que da las dos monedas, da todo lo que tiene. No es mucho, pero da todo. Dice el Padre Clemente Sobrado: “El valor de lo que damos no depende de lo que damos. El valor de lo que damos depende del corazón con que lo damos. Podemos dar mucho y no damos nada. Podemos dar poco y dar mucho.”
Estamos invitados a salir de nuestra mediocridad y empezar a esforzarnos por dar más. Debemos demostrarles a los jóvenes que vale la pena el esfuerzo, y no la avivada. No quejamos mucho de los políticos, pero en nuestros hogares se repite en pequeña escala lo que se vive a nivel nacional. Para sacar adelante al país no basta con marchas, hay que empezar a esforzarnos más.  

domingo, 4 de noviembre de 2012

Amar a Dios y al hermano


Julián no se enteró que la peregrinación se había suspendido. Le pareció raro que no hubiera gente, pero no le importó. Tenía que cumplir con la promesa que había hecho. Tenía que sacrificarse y llegar por más que costara. Así estuvo caminando toda la noche. Para cuando llegó al lugar ya estaba amaneciendo y no pudo creer lo que estaba viendo, estaba todo inundado. No podría alcanzar su misión, no podría llegar exactamente al lugar. Angustiado se echó a llorar, luego lo atacó la bronca. Tanto esfuerzo en vano. Volvería resignado sintiendo que le había fallado a Dios. Pero de pronto algo pasó. Vio a muchas personas acampando. Eran evacuados que tuvieron que dejar sus casas por el agua. De pronto lo entendió, ese era el sacrificio que Dios le pedía, ayudar a sus hermanos, amarlos en esta hora de crisis.

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: "¿Cuál es el primero de los mandamientos?". Jesús respondió: "El primero es: 'Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas'. El segundo es: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'. No hay otro mandamiento más grande que éstos". El escriba le dijo: "Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios". Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: "Tú no estás lejos del Reino de Dios". Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Mc 12, 28b-34

Levanten la mano los que saben que el primer mandamiento es amar a Dios sobre todas las cosas. Seguro que lo levantaron todos. Levanten la mano aquellos que saben que el segundo mandamiento más importante es el de amar al prójimo. Seguro que también varios la levantaron. Ahora levanten las manos aquellos que aman al prójimo igual que se aman a si mismos…
Hay muchos que creemos amar a Dios. Pero somos incapaces de amar al hermano. Hay muchos que hablamos tanto con Dios que lo tenemos mareado. Pero luego somos incapaces de hablarnos con nuestro prójimo. Hay muchos que estarían dispuestos a darlo todo por Dios. Pero luego somos incapaces de dar una limosna al que nos pide para comprar un pan.[1]
El amor a Dios y al prójimo es más importante que cualquier sacrificio. Equivocados estamos si solamente peregrinamos y no somos capaces de ayudar a nuestros hermanos. Equivocados estamos si al salir de nuestras celebraciones nos encerramos en nuestro mundo, y no le prestamos atención a nuestra familia. Equivocados estamos si son más importantes las prácticas religiosas que el amor al prójimo.  Equivocados estamos si le dedicamos tanto tiempo a ensayar con nuestra banda de música cristiana, y nos olvidamos de ayudar, de servir, de compartir con los que más sufren.
En este último tiempo cuantas frases ofensivas he escuchado, cuanto odio le demostramos a los que piensan distintos. Nos quejamos de aquellos que gobiernan porque los tildamos de intolerantes, pero no permitimos que nadie nos haga una crítica. Tildamos a los jóvenes de incapaces, de drogadictos, de tontos que pueden ser utilizados. Que errados que estamos, la juventud necesita que les demostremos amor, que le demostremos que creemos en ellos. Criticamos y hasta decimos que odiamos a los negros que andan con gorritas. Y luego vamos a la iglesia. ¡Qué ejemplo para aquellos que no creen! ¡Qué testimonio para aquellos que no conocen a cristo!
Vemos por televisión la incapacidad de los diputados o senadores de ponerse de acuerdo por el bien de la comunidad. La incapacidad de hablar sin gritos, de expresar opiniones sin insultos. Es ahí en donde tenemos la misión de poner el amor al prójimo, es ahí en donde tanta falta hace el amor al prójimo.
Si somos capaces de esforzarnos cada día para amar a nuestros prójimos, entonces no estamos lejos del Reino de Dios. Si todavía hay odio en tu vida, pide a Dios que te llene de su Espíritu Santo, que es el amor de Dios derramado en los corazones.

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