sábado, 19 de noviembre de 2011

Los hombres SI lloran...

“Los hombres no lloran” fue la frase que escuchó durante toda su infancia Javier. Se acostumbró a guardar sus sentimientos, los sepultó en lo más profundo de su corazón, en un abismo de donde no salieran nunca más.
Hoy los ojos le arden, le pesan, lo queman. Hoy su corazón está en angustia y no sabe cómo demostrarlo.
La ropa oscura y una música con alaridos lo acompañan en su habitación. Al verlo aparenta ser una persona dura, que no siente, que no sufre. Pero el siente, siente que en algún momento va a estallar, y todos los sentimientos lo desbordaran de la forma más violenta.

Y Jesús Lloró. Jn. 11,35

Cascaras. Llevamos mascaras obligados por el mundo. Un mundo que deja al costado a los débiles, que los margina, que los aplasta. Un mundo en donde no se pueden expresar los sentimientos, en donde nos acostumbramos a preguntar cómo andás y responder con un simple “bien”, sin involucrarnos, sin mostrar lo que verdaderamente nos pasa. Un mundo centrado tanto en el placer, que no deja espacio para los sentimientos.
Pero cuántos, cuántos que lloran en silencio, sin lágrimas, sin llanto, solo silencio. Hay que mostrarse fuerte, nos dicen todos. Si no sos fuerte te llevarán por delante, te pisarán.
Demostrar los sentimientos no tiene nada que ver con ser débil o fuerte, con ser hombre o no serlo.  Demostrar los sentimiento tiene que ver con ser humano. Si sientes, si duele, si llorás es porque estás vivo, porque la vida fluye en ti como un rio.
Demostrar los sentimiento tiene que ver con abrirse a otros, con confiar en la bondad del otro. No se trata tampoco de ir llorando por la vida, sino de estar abierto a las sensaciones y sentimientos que nuestro interior quiere expresar a través de nuestro cuerpo. Y nuestro cuerpo pide abrazos, pide un hombro en donde descargar la pena.
Tenemos necesidad de expulsar fuera de nosotros nuestra angustia, y llorar a veces es la mejor forma. Si no, todo se va acumulando y de alguna forma se transforma en violencia. Mirá sino a una persona violenta, y pregúntate hace cuánto no llora, hace cuánto no expresa sus sentimiento, hace cuánto no encuentra un pecho en el que acurrucarse como un niño y llorar a moco tendido.
Dicen que los hombres no lloran pero Él lloró. Dicen que los hombres no tienen que sentir, sin embargo Jesús se conmovió hasta las lágrimas por la muerte de su amigo.
Contemplemos a este Cristo que llora, y permitámonos unir nuestras lágrimas con la suyas. Contemplemos a ese Cristo que llora, y dejemos abrazarnos por ese Dios tan humano. Contemplemos a ese Cristo que llora, y salgamos a prestar nuestro hombro a tantos jóvenes que lloran en silencio.





jueves, 10 de noviembre de 2011

Luchar por tus sueños...


Luchando por los sueños.
¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!

Desde pequeño sueña con ser dibujante. Se pasa horas frente al papel. Pero el sueño de Daniel es casi imposible, su padre y su abuelo son abogados. Su padre y su abuelo sueñan con que él siga con esta tradición familiar.
Carlos tiene 16 años. Toca la guitarra desde hace tiempo. Todos le dicen que no sirve para eso. Todos le dicen que deje de soñar y ponga los pies sobre la tierra, que nunca será un gran músico.
Pamela quiere entregar su vida al servicio de los más necesitados, de los más humildes, curar sus heridas y acompañarlos en su sufrimiento.  Su familia le dice que con eso no va a ganar plata. Que aproveche las cualidades que tiene para ser cirujana plástica.

“Los hermanos de José lo divisaron desde lejos, y antes que se acercara, ya se habían confabulado para darle muerte. “Ahí viene ese soñador” se dijeron unos a otros. “¿Por qué no lo matamos y lo arrojamos en una de esas cisternas? Después diremos que lo devoró una fiera. ¡Veremos entonces en qué terminan sus sueños!”... Apenas José llegó al lugar donde  estaban sus hermanos, estos lo despojaron de su túnica  –la túnica de mangas largas que llevaba puesta–, lo tomaron y lo arrojaron a la cisterna, que estaba completamente vacía. Luego se sentaron a comer... mientras tanto, unos negociantes madianitas pasaron por allí y retiraron a José de la cisterna. Luego lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de planta, y José fue llevado a Egipto.” Génesis 37, 18-28

José tenía sueños, grandes sueños inspirados por Dios. Sus hermanos lo envidiaban. Tratan de matarlo, lo despojan de la túnica regalada por su padre y lo arrojan a un pozo. José cree en sus sueños aun en el fondo de ese pozo, aun estando herido. José sigue creyendo en sus sueños incluso cuando es vendido como esclavo a Egipto, incluso cuando se encuentra encarcelado. Qué habría pasado con José si hubiese perdido las esperanzas, si se hubiese resignado a ser un esclavo. Pero el Señor estaba con José y le mostró su bondad… Gn 39, 21.
Son muchas las trabas que tenemos para alcanzar nuestras metas, a veces hasta tenemos que pelear contra nuestra propia familia. Cuántos casos hay en que los padres proyectan sobre sus hijos los sueños que ellos nunca alcanzaron, y no los dejan elegir, no los dejan proyectar, no les dan posibilidades de hacer algo distinto. Cuántos jóvenes estudian una carrera solamente para darle el título a sus padres, y una vez graduados se dedican a los que tanto añoraban. Lo peor, es que hay muchos otros que toda su vida hacen los que otros proyectaron en ellos. Es por eso que a menudo vemos a personas ocupando lugares en donde no son felices, en donde no tienen vocación, en donde hacen todo con desgano porque no están a gusto en donde están. Cuántos más se acostumbran a vivir de esta forma porque tienen miedo, miedo a cambiar, miedo a probar algo distinto, algo diferente.
¿Debemos odiar a nuestros padres por eso? No, debemos entender que muchas veces nos imponen cosas porque nos quieren y piensan que es lo mejor para nosotros. Ama a tus padres, respétalos y escúchalo, pero también debes tener el valor de hacerlos entender que sos el responsable de tu vida. Que será difícil, que tendrás que llorar, discutir y hasta pelearte, puede ser. Pero tendrás la satisfacción de haber alcanzado lo que querías.
Los sueños incumplidos pueden acallarse por un tiempo, pero tarde o temprano reaparecen refregándonos en la cara aquello que no tuvimos el valor de realizar. Recuerda que los sueños reclaman con la insistencia de un niño hambriento.
La juventud es el tiempo de los intentos. Este es tu tiempo de intentarlo, de soñar y de trabajar por conseguir lo que deseas. Habrá muchos que tratarán de desalentarte. Pero encomienda tus proyectos a Dios, déjaselos en sus pies. "Aunque nadie crea en tus sueños, Él si creen vos. Dios te trajo a este mundo con un propósito. No dejés morir tus sueños."

Andrés Nicolás Obregón

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