jueves, 12 de agosto de 2010

“Si quieres te acompaño en el Camino…”

La noche está silenciosa, el pasado se conjuga con el presente: es tiempo de hacer memoria. Un niño pregunta a su padre: “¿Por qué esta noche es tan especial?” Entonces el jefe de la familia responderá con nostalgia y con tono solemne: “Porque esta noche, Dios nos liberó de Egipto”. Mientras tanto, en otro lado del pueblo, trece hombres y algunas mujeres se preparan para la cena. Los discípulos miran extasiados a Jesús. Quieren conservar en sus recuerdos cada acción, cada palabra. Para Jesús ha llegado un momento crucial, ha llegado su hora de regreso al Padre (Jn 13,1) Entonces se sientan a la mesa, y le explica “He deseado ardientemente comer esta pascua con ustedes antes de mi Pasión” (Lc 22, 15) Sabe que el momento de la gran prueba se acerca, no solo para él, sino también para sus seguidores. Se anticipa a la traición y a la negación, se anticipa a la dispersión de todos, les anticipa el dolor, y les asegura que “van a llorar y se van a lamentar” (Jn 16, 20) Pero también promete, promete que pronto lo volverán a ver, y por sobre todas las cosas que no los dejará huérfanos, “porque rogará al Padre y el Padre nos dará otro Paráclito para que esté con nosotros: El Espíritu Santo” (Jn 14,16)

En esta noche que parece nunca acabar, por sobre todas las cosas, Jesús ora al Padre, le pide, le suplica que proteja a sus discípulos, que los mantenga unidos, “que todos sean uno para que el mundo crea” (Jn 17,21) Sin embargo los acontecimientos, las persecuciones, la triste realidad desdibujará las palabras del Maestro, y a la hora de la prueba nadie las recordará. Entonces, para todos ellos, la noche se hará larga y durará más de lo que dura una noche, porque con el correr de los días la desdicha será más grande y las esperanzas se irán agotando.

Dos discípulos cargan todo ese peso, vuelven a sus casas. El líder en quien creyeron terminó derrotado y asesinado. Pero mientras discuten, alguien sale a su encuentro y se pone a caminar junto a ellos rumbo a Emaús (Lc 24, 1) Algo les impide ver que la persona que camina a su lado es Jesús, sin embargo, el Maestro no se enoja ni reprocha tanta ceguera. Los acompaña, los escucha y pregunta. Ellos le cuentan lo sucedido, y Jesús en su infinita paciencia vuelve a explicarle todo. Luego, cuando llega la noche, le dicen al desconocido “quédate con nosotros” (Lc 24, 29). Los discípulos han vivido una noche muy larga, y solo la presencia de Jesús Resucitado podrá traerles la luz y el entendimiento que necesitaban. Para ellos ya nunca más habrá oscuridad, por más que sea de noche. “Y en ese mismo instante, se pondrán nuevamente en camino y regresaran a Jerusalén” (Jn 24, 33)

Cuaresma es ese largo proceso por el que todos debemos pasar, para cruzar la noche, y volver a ver el día. Muchos de nuestro Jóvenes viven un realidad tan brutal, que para ellos siempre hay oscuridad, y no tienen esperanza de un nuevo día. Y a nosotros que nos toca acompañarlos, muchas veces nos preguntamos cómo ayudarlos ante un contexto tan adverso. Entonces cuando vemos que ya va cayendo la tarde, y se nos avecina una larga noche, nos atrevemos a decirle a Jesús: “quédate con nosotros!!!”

Debemos hacer MEMORIA, recordando sus palabras, recordando la Historia de Salvación desde Moisés hasta los profetas, para darnos cuenta de que en todas las misiones encomendadas por Dios nunca dejó solos a los que eligió, y por eso tampoco nos deja solos a nosotros. Recordemos que Dios es fiel a sus promesas, y que Jesús prometió estar con nosotros hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Recordemos que nos quiere unidos, que seamos uno, y que una “familia dividida no puede subsistir” (Mt 12, 25) por eso nos invita a unir fuerzas, a trabajar juntos por los jóvenes.
Juntos podremos hacer que más Jóvenes puedan cruzar la noche… y un día hagan también Memoria de que Dios los liberó de sus esclavitudes.

viernes, 6 de agosto de 2010

Si conocieras el don de Dios...

/sedediiiiioooooos
“…si conocieras el don de Dios”


Claudia siente un gran vacío en su vida. Sale todas las noches en busca de nuevas sensaciones. El frenesí de la cumbia, el rock y la marcha la calman a media, pero siente que le falta algo más. Los novios no le duran mucho, no le dan lo que ella necesita. Tiene una sed indescriptible, y la trata de calmar con cervezas, vino y otras bebidas.

Sin embargo siempre es poco. Le gusta andar en su moto a toda velocidad, el viento en la cara es casi un alivio para el ardor que siente. Últimamente empezó a cortarse pequeñas heridas en la piel, y un amigo le ofreció droga.

Junto a sus discípulos, Jesús se acercó a la ciudad de Samaria. Fatigado se sentó cerca de un pozo de agua. Mientras los apóstoles fueron a comprar provisiones al pueblo. Era el mediodía.

Una mujer se acercó al pozo buscando agua, al ver a Jesús lo ignoró, pues era un hombre y extranjero y se le prohibía hablar con ellos. Pero Jesús la miró y le dijo: “Dame de beber”. La samaritana sorprendida respondió, mientras trataba de no mirar al extraño:“¡Cómo! ¿Tú que eres judío me pides de beber a mí, que soy samaritana?” Jesús le respondió: “si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: ‘dame de beber’, tú misma se lo hubieras pedido y él te habría dado agua viva”. Intrigada la samaritana esta vez se atrevió a mirarlo, y le respondió: “Señor, no tienes nada para sacar el agua y el pozo es profundo. ¿De dónde sacas esa agua viva?” Jesús respondió: “El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed”. La samaritana se puso contenta y contestó: “Dame de esa agua para que no tenga más sed y no necesite venir hasta aquí a sacarla”. (Jn 4, 1-42)

Al parecer la samaritana no entiende a Jesús. Ella está concentrada en las cosas materiales, como Claudia. Pero Jesús le está ofreciendo algo distinto. La samaritana y Claudia tienen sed. Cinco maridos ha tenido la primera, cinco maridos que dejan en evidencia la búsqueda continúa de algo que falta y no se puede saciar. Búsqueda vana, cuando no se sabe por dónde buscar.

El encuentro de la samaritana con Jesús no es casual. Ella va conociendo a Jesús. Primero lo llama judío, luego señor, más adelante profeta, y casi a lo último de la lectura se atreverá a plantearse si no será el Mesías. Y a medida que lo va conociendo también ella va cambiando. Había venido a buscar agua, pero dejará todo, incluso el balde por salir a anunciar al pueblo su hallazgo. El encuentro con Jesús cambia a la samaritana, y da nuevo sentido a su vida.

Claudia busca respuesta en las cosas del mundo, en lo material, y de alguna forma escapa sin enfrentar verdaderamente el problema: Su sed de Dios…sólo Él puede calmar la sed que tenemos.

¿Te animas a beber del Agua Viva?

Andrés Obregón

jesus-te-llama@hotmail.com

lunes, 2 de agosto de 2010

Pero Dios ve el Corazón

/shocreoenmyyyy


“…pero Dios ve el corazón”

Esteban no cree que Dios lo está llamando, aunque siente que algo en su interior está creciendo. Es como una gran duda, una sensación de que algo muy importante le falta. Su familia tampoco cree en él. Saben que es mentiroso, perezoso, mujeriego y lleva una mala vida. Esteban no cree en él mismo. Se cree poca cosa, hasta le causa gracias pensar que Dios esté precisamente fijándose en él.

Jesé tenía siete hijos, que desfilaron delante de Samuel, que buscaba por pedido del Señor al nuevo ungido. Uno a uno fueron pasando delante de sus ojos. Cual más grande, más fuerte, más virtuoso. Pero ninguno era el elegido. Dios había sido claro: “No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el Corazón”. (1 Samuel 16,7).

Entonce Samuel preguntó a Jesé: “¿Están aquí todos los muchachos?”. Él respondió: “Queda todavía el más joven, que ahora está apacentando el rebaño”. Samuel dijo a Jesé: “Manda a buscarlo”. Y Jesé hizo venir a David, el más pequeño de los hermanos..

Nadie creía en David, ni siquiera su padre. Pero Dios ve mucho más allá de las apariencias. Dios cree en David. Como así también cree en Esteban y en cada uno de nosotros.

Por David nadie daba nada, pero será él mismo el que derrotará a Goliat, cuando todos los demás guerreros de Saúl no pudieron hacerlo.

A diferencia de Esteban, David cree en sí mismo, no por sus habilidades, ni por sus cualidades. Sino porque confía en Dios, por eso dirá: “El Señor que me ha librado de las garras del león y del oso, también me librará de la mano de ese filisteo” (1 Samuel 17,37)

A menudo muchos adultos no creen en los jóvenes, por eso los desalientan, los tratan como a inútiles, creen imposible que puedan cambiar, y de algún modo muchos jóvenes de tanto escucharlo por boca de los mayores lo terminan creyendo. Sin embargo, Dios cree en los jóvenes, porque puede ver más allá de lo aparente y superficial, porque puede ver el principio y el fin de una persona.

Además, Dios no sólo cree, sino que da fuerza, valor, confianza a aquellos que aceptan el riesgo de responder su llamado. Nadie puede impresionar a Dios, ni deslumbrarlo por sus cualidades o virtudes. La elección de una persona, el llamado de una persona va más allá de lo que ésta puede ser o hacer.

Dios cree en vos y te llama, golpea tu puerta y espera que atiendas. Ese es el primer paso que debemos dar, después vendrá el tiempo de empezar a cambiar!!!



Andrés Obregón

jesus-te-llama@hotmail.com

domingo, 1 de agosto de 2010

¿Dónde está Dios?

/dooondeestaaaasssss

“…¿Dónde está Dios?”



“La Palabra del Señor era rara en aquellos días”

A veces los jóvenes sentimos que Dios ya no habla, que no tiene nada que decirnos, que se ha quedado callado. Otras veces sentimos que todo lo que se nos dice de Dios es anticuado, lleno de normas imposibles de cumplir, que no tienen nada que ver con nuestro tiempo.

Muchos quieren hablarnos de Dios pero ni siquiera nos entienden, ni siquiera saben lo que nos pasa, lo que sentimos, no saben de nuestros problemas. Hay algunos que son expertos en problemas juveniles, y se llenan la boca hablando de ellos, pero nunca se atreven a meterse en la profundidad de nuestros problemas. Son muchos los que ven que estamos en el “barro” pero sólo se limitan a gritarnos desde afuera para que salgamos… ¿Alguno se atreverá a meterse en el barro, se atreverá a mancharse para sacarnos del pozo?

La Biblia nos cuenta que hubo un joven de nombre Samuel, que vivió en una época que al igual que la nuestra parecía que “la palabra de Dios era rara en aquellos días (1 Sam 3, 1). Pero, aunque Samuel no se daba cuenta, Dios le estaba hablando. El joven no entendía, porque “aún no conocía al Señor”. Recién al cuarto llamado, Samuel ya estaba preparado para responder al Señor.

Este testimonio debe servirnos de ejemplo para darnos cuenta que, aunque parece que Dios ya no habla, Él sigue llamando. Quizá, lo que muchas veces pasa es que verdaderamente no conocemos a Dios, otras veces andamos tan apurados y llenos de ruidos que no podemos escucharlo.

Dios necesitaba a Samuel para poder hablarle al pueblo. Hoy también Dios nos necesita a nosotros. Necesita de jóvenes que sepan hablar el lenguaje de los jóvenes, necesita de jóvenes que sepan de los problemas de sus hermanos para que puedan llevarle una palabra de aliento, necesita de jóvenes que estén en el barro y que ayuden a salir a otros del barro. Dios necesita de jóvenes que sean pastores de los jóvenes… pero primero debemos aprender a escuchar qué quiere Dios de nosotros. Lo primero y principal es acallar nuestros pensamientos, aprender a hacer silencio y tratar de escuchar sus palabras. Si esto falla, busquemos a alguien que pueda ayudarnos, como Samuel que siempre consultó a Elí.

Que nuestra oración de cada día sea: “Habla Señor que tu servidor escucha” (1 Sam 3, 9)

Andrés Obregón

Los chicos de la calle...

/limpiaaaavidriosssss
“…y tomándolo de la mano, lo levantó”

Agustín tiene 9 años. Todos los días se para en una esquina estratégica que le costó conseguir. Cuando el semáforo se pone en rojo se apura para dejar limpio el parabrisas de algún auto. A veces recibe buen trato, otras tantas no.

Agustín limpia vidrios. La calle es su trabajo, la calle es su hogar. No está solo, lo acompaña un grupo de otros jóvenes que son como su familia. Allí siente que pertenece, que forma parte de algo que es suyo. Pero muy en el fondo espera que pase algo, algo maravilloso, algo extraordinario. En eso piensa mientras la luz verde le da un tiempo de descanso.

En una ocasión cuando Pedro y Juan subían al templo, se encontraron a un paralítico de nacimiento, que pedía limosna a los que pasaban. Cuando él vio a los apóstoles entrar al templo, les pidió una limosna. Entonces Pedro, fijando su mirada en él, lo mismo que Juan, le dijo: “Míranos”. El hombre los miró fijamente esperando que le dieran algo. Pedro en cambio le dijo: “No tengo plata, ni oro, pero te doy lo que tengo: En el nombre de Jesucristo, levántate y camina”. Y tomándolo de la mano derecha lo levantó”. De inmediato se le fortalecieron los pies y los tobillos. Dando un salto se puso de pie y comenzó a caminar (Hch. 3,1-8)

Quizá pienses que voy a comparar al paralítico con Agustín. Pero no, Agustín no es igual que ese paralítico, porque la pelea todos los días, porque todos los días hace el esfuerzo de no ser arrastrado por una situación de la que muchos usan de justificativo para robar.

Quizá los paralíticos somos nosotros los jóvenes que estamos encerrados en nuestro propio mundo. Hemos comprado una realidad virtual que nos mantiene esclavos frente a la computadora.

Agustín necesita de un Pedro y un Juan que no se limiten a tener compasión de él dándole limosna. Agustín necesita que los miremos fijamente a la cara, que lo reconozcamos como una persona que vale, que le ofrezcamos la mano derecha para salir de esa situación de calle.

Ese es el milagro que espera Agustín, que no se construye con oro y plata, sino con jóvenes comprometidos que quieran transformar la sociedad, que den lo mejor que tiene: “su Juventud”.

Debemos empezar, debemos actuar… sin olvidar que es Cristo quien nos acompaña y respalda nuestra misión.

¿Nos atreveremos a ser Pedro y Juan o una vez más daremos una simple limosna?

Andrés Obregón

Madres Adolescentes...

/madresaaaadolescentesss

“…y darás a luz un Hijo”
Natalia tiene 15 años, como otras tantas niñas. Está de novia con Pedro, que tiene 17 años, como tantos otros jóvenes. Ella tiene un atraso de más de un mes. Siente que algo está pasando en su pequeño cuerpo. Hace poco decidió hacerse un test de embarazo que resultó positivo.

Pedro también sospechaba que algo pasaba al verla tan inquieta. Pronto Natalia le comunicó la “mala” noticia. Ninguno de los dos está contento. Han pedido consejos, a amigos y hermanos: A Pedro le han aconsejado sus “amigos” que la abandone, que cómo se va hacer cargo de semejantes obligaciones, que es muy joven para ocuparse de un niño.

A Natalia le han dicho casi lo mismo… acompañada con una amiga, decidirá abortar el niño.

María tenía aproximadamente 15 años. Estaba comprometida con José. Eran pobres. Él trabajaba de carpintero. Ninguno de los dos esperaba la noticia. Aunque no se hicieron un test, se enteraron pronto que ella estaba embarazada (Lc. 1, 31)

María tenía un montón de razones para negarse a tener ese hijo. Primero que era muy joven, segundo que esperaba casarse. Pero esto no era todo, el embarazo ponía en riesgo su vida; su religión y su cultura castigaban con la muerte a aquellas mujeres que tenían hijos antes de casarse.

José tenía un montón de razones para negarse a tener a ese hijo. La principal: estaba seguro que ese niño no era de él. Por eso, pensaba abandonarla en secreto…(Mt. 1, 19)

Sin embargo, María y José se jugaron la vida por ese niño que crecía en el vientre de la pequeña. Superaron cualquier dificultad. Sabían también que ese niño traía una gran promesa, una gran noticia, un infinito potencial.

Creo que cualquier niño guarda ese mismo infinito potencial. Con su destrucción se destruye todo eso, se niega la existencia, se borra una nueva alternativa para el mundo. Pareceré exagerado, pero no creerlo es no creer también en cada joven, en cada persona, en vos que me leés, y a la vez es no creer en mí mismo.

Como jóvenes debemos defender la vida. Ese principio debe guiar nuestras acciones y decisiones. Siempre existieron, existen y existirán un montón de impedimentos y dificultades que atenten contra la vida; así como también muchas excusas, viejas y nuevas, que pretendan justificar una muerte, pero justificarla permite justificar cualquier muerte, incluso la nuestra.

“Entonces María respondió: 'Hágase en mí, su voluntad' ” (Lc. 1,38) …”y dio a luz un hijo, y José le puso el nombre de Jesús” (Mt. 1,25)

Andrés Obregón

Terminé el Polimodal ¿Y ahora qué?




Terminé el Polimodal ¿Y ahora qué?


“Mira que Soy joven y no sé hablar”

Las clases ya terminan, muchos jóvenes dejan el Polimodal para enfrentarse a una nueva etapa de la vida. Y esa nueva etapa despierta solamente incertidumbre. Son muchas las dudas. Para algunos el dilema se debate entre qué carrera seguir estudiando, y quizá para la mayoría, el dilema es ahora encontrar trabajo.

Entonces nos enfrentamos a los diarios, a los clasificados: Grande es la desilusión, cuando nos damos cuenta que no “clasificamos” para ningún empleo. Siempre surge la condición de la experiencia… entonces uno se pregunta ¿Qué experiencia voy a tener si recién salgo de la escuela?

Muchos y exigentes son los requisitos para conseguir un empleo, y entre ellos tampoco puede faltar la buena presencia, cómo si uno fuera trabajar de “modelo”. Esto para muchos jóvenes significa una gran frustración que puede extenderse por largo tiempo. Serán varios los que quedaran al margen del mundo laboral… Pruebas, test, exámenes, controles, parece ser que alguien necesita una lista detallada de nuestras cualidades, y cuando no cumplimos con ciertas condiciones entonces lo más probable es que escuchemos: “nosotros te llamaremos si aparece algo”.

Un muchacho de nombre Jeremías, se plantea las mismas dudas, sabe que es joven, que carece de experiencia, que para muchas cosas no está preparado. Pero para alguien él sirve, no por las apariencias, ni por sus cualidades, sino por el potencial que encierra cada joven. Para alguien, Jeremías vale mucho, y ese alguien solamente es Dios. Porque sólo Él nos ama simplemente por lo que somos. Cuando para el mundo somos despreciables, sin valor, para Dios somos el bien más precioso por el cual el cielo hace fiesta.

Es en el momento en que sentimos que no podemos, que no conseguimos nada, que nos sentimos frustrados, cuando más debemos confiar en Dios. Es el momento en que debemos recordar la promesa que Dios le hizo a Jeremías: “No digas:`Soy demasiado jove' ; porque tú iras donde yo te envíe, y dirás todo lo que yo te ordene.” Entonces el Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: “Yo pongo mis palabras en tu boca” (Jr. 1, 6-9)

En esta nueva etapa, Dios tiene que ser nuestra roca, en donde pongamos toda nuestra confianza. Es tiempo que creamos que Dios puede abrir nuestro camino, por más obstáculos que encontremos.

Andrés Obregón.

Un Año más...

/unañomas


“…déjala todavía este año”

Ariel tiene 18 años. Su vida va muy rápido. Le gusta divertirse. Tiene una gran debilidad por la bebida.

Su vida también es un desastre, no consigue trabajo, discutió con su novia, en su familia siempre hay problemas.

Para año nuevo dijo que iba a “ahogar las penas”. Entonces bebió toda bebida que se le cruzó por el camino.

Producto del alcohol, no pudo reaccionar a tiempo cuando se le cruzó un auto y chocó…se salvó de milagro.

´Entonces Jesús dijo: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos en esta higuera y no los encontró. Dijo entonces al viñador: “Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?”. Pero él respondió: “señor, déjala todavía este año, yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás”.´ Lc.13,6-9

Cada vez que termina un año y empieza otro siempre hacemos un balance de lo vivido. Evaluamos lo bueno y lo malo. A veces también, hacemos un examen de conciencia. Es entonces que me doy cuenta de que siempre cometo los mismos errores, de que siempre cometo los mismos pecados…soy débil, somos déiles, tropezamos una y otras veces con la misma piedra… ¿Qué frutos he dado este año? ¿He dado frutos? ¿Si viene el Señor, dirá lo mismo que dijo cuando vio la higuera?

Pero un año más significa una nueva oportunidad, significa la posibilidad de cambiar las cosas, de enderezar nuestro camino torcido. El fruto que se espera de nosotros es mucho más que no hacer el mal, es hacer el bien. Es Ser un joven de Bien…

Así como con la higuera, alguien cree que se nos puede dar un año más, cree en nosotros, cree que podemos cambiar, solo falta que nosotros lo creamos. Y si te faltan fuerzas, buscá otras personas que te ayuden, ya ves que la higuera no se abonará sola. Siempre hay alguien dispuesto a ayudarnos. Y si no hay nadie, siempre está Dios para alentarte…No lo dudes Él te ayudará.

No esperemos a estar en peligro, como le pasó a la higuera y a Ariel, para darnos cuenta que tenemos que Cambiar.

“Que dolor otra vez he caído. Esta vez de muerte me han herido… viendo tus ojos en la lluvia, que me decían: vuelve a empezar, que no te derribe el miedo, que no se te apagué el fuego…el Amor olvidó mi pasado, en la cruz el borró mi pecado. Vuelve a empezar…”



Andrés Obregón

jesus-te-llama@hotmail.com

Volver a Empezar...

/volveraempezar

“…Así sabrán que Yo soy el Señor”

Todo parece perdido para Julián. Con tan sólo 15 años, ya estuvo detenido tres veces. La droga lo tiene prisionero. Haría cualquier cosa por conseguirla. Para él la vida siempre fue injusta. Sus padres le pegaron cuando era chico, hasta que creció y pudo pegarles él también. Considera que está seco y no pude dar buenos frutos. Espera que pronto llegue el tiempo de partir…

"…entonces el Señor me puso en el valle, que estaba lleno de huesos. Luego me hizo pasar a través de ellos en todas las direcciones, y vi que los huesos eran numerosos y estaban resecos. Luego me dijo: “Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?”. Yo le respondí: “Tú lo sabes, Señor”. Él me dijo: “Profetiza a estos huesos, diciéndoles: Huesos secos, escuchen la palabra del Señor. Así habla el Señor a estos huesos: yo voy a hacer que un espíritu penetre en ustedes, haré crecer carne sobre ustedes, los recubriré de piel, les infundiré un espíritu, y vivirán. Así sabrán que soy el Señor”" Ezequiel 37,1-6
Cuantas veces sentimos que está todo perdido, que los problemas son insuperables, que no hay soluciones. Cuantas veces nos vemos metidos en un pozo profundo de donde no hay salida…Como Julián hay muchos: jóvenes, niños y hasta adultos.
Pero siempre, siempre hay solución… hasta para esos huesos que sin vida esperaban convertirse en polvo. Para todos Dios derrama su amor. Para todos Dios tiene su Espíritu para revivirlo y alentarlo. Volver a empezar es posible, pero hay que tener la valentía de aferrarse a Dios. Solamente podemos dar frutos si estamos unidos a la planta, a la vid Verdadera, porque separados de Dios no podemos hacer nada ( Jn 15,1-7)
Quizás, vos que me leés no pasés por esta situación. Pero quiero que prestés atención a la lectura y me digas: ¿Dios habló personalmente a los huesos?
Para vos que no pasás por esa situación otra es tu tarea, debes infundirte de ese mismo Espíritu y aceptar la tarea de ser profeta de Dios para los jóvenes, ser pastor de jóvenes, ayudar a sacar a los jóvenes del barro.
Es muy difícil que un joven que tiene tantos problemas vea la solución solo. Necesita de tu ayuda. No podrá decir como el hijo prodigo “en la casa del Padre estaba mejor”, si nunca sintió el amor del Padre. ¿Podrás mostrarle vos, el Amor que Dios quiere regalar a aquel que sufre?...
“Ven, Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que revivan” Ez 37,9

Andrés Obregón

jesus-te-llama@hotmail.com

"...Se encaminó presurosa..."


/saliendooodelidividualismo

“...Se encaminó presurosa..”

Juan tiene 18 años, está enfermo. La noticia lo ha destrozado. Se ha encerrado en si mismo. No quiere contárselo a nadie. Pasa largas horas en su pieza frente a la computadora.


Carla tiene 15 años, es fanática de Facebook, se hace todos los test que haya, consulta la galleta de la suerte, tiene una ciudad  y una huerta virtual en donde cosecha tomates y otras plantitas. Su vida personal y su familia es un desastre.

Aldo vive de noche, y duerme de día.  Tiene 17 años. Le gusta chatear en el MSN, visitar páginas en Internet y jugar a los juegos online.

María era una joven como vos. No estaba entre sus planes próximos quedar embarazada. Estaba de novio, nada más. Pero eran otros tiempos. Pronto recibe un anuncio: “…Darás a luz un hijo”.

¿Cómo explicarle al mundo lo que le había pasado? ¿Cómo contarles a todos que ese hijo era obra de Dios? ¿Cómo explicárselo a su novio José?  Según las leyes de esa época, si una mujer tenía relaciones antes de estar casada podía ser apedreada. Uno a uno los hombres del pueblo le tirarían piedras hasta matarla. María tiene miedo… pero en su miedo sólo se acuerda de su prima Isabel que ya es mayor y espera un hijo. Por eso, sin pensarlos dos veces, parte “presurosa” a la casa de su pariente.

Actualmente parece que cada joven está encerrado en sus propios problemas. Que cada uno hace la suya. Que nos desconectamos de la realidad, y nos conectamos a un mundo virtual, a un mundo imaginario, pero que al parecer es seguro.

La sociedad nos obliga a encerrarnos, tenemos miedo a la inseguridad, a la delincuencia, a los problemas del mundo. Y somos cada vez más individualistas. No sabemos lo que les pasa a los demás. A veces nos enteramos que le pasa al otro, cuando en su nick del Messenger pone su estado de ánimo. Pero no nos hacemos un tiempo para acercarnos a compartir con el otro.

¿Cómo es posible que nos pasemos tantas horas haciendo test, sembrando plantitas virtualmente, jugando juegos de lo más violentos en Internet?

La imagen de María que parte rápidamente a la casa de su prima, tiene que servirnos de ejemplo. Ésta deja de lado sus preocupaciones, que verdaderamente son graves, y se ocupa de los demás. No se encierra en sus propios problemas, sino que se abre a los demás. Sabe de la violencia de su mundo, pero se pone en manos de Dios, y hace su voluntad.

La visita de María, que lleva a en su vientre al Salvador, hace saltar de felicidad a su prima Isabel y también su vientre se llena de gozo. María comparte su alegría, comparte su tiempo, se comparte.

¿Y nosotros los jóvenes? En este tiempo de Adviento estamos invitados a salir de nuestro individualismo, estamos invitados a recordar a aquellos que necesitan nuestra compañía y servicio.

A María no la mueven motivos humanos, se ha llenado del Espíritu Santo y es la primera anunciadora de que las promesas de Dios se han cumplido.

Pidamos a Dios que nos llene de su Espíritu para romper las cadenas de la Pereza y el Egoísmo. Sólo Él lo puede hacer … “¿Crees esto?” (Jn 11,26)...

“Feliz de ti por haber creído...” (Lc. 1,45)

Andrés Obregón

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